Francisco Muro de Iscar – Ministros ante la crisis.


MADRID, 18 (OTR/PRESS)

Llegó el ministro a su despacho. La secretaria le puso el café encima de la mesa. Le pasaron el resumen de prensa. Lo leyó despacio. Pocas veces había tanta unanimidad… en contra. Miró la valoración que de él tenían los ciudadanos según la última encuesta del CIS. Dejó vagar la mirada unos segundos por el despacho que había ocupado hace unos meses cargado de ilusiones y de retos. Llamó al presidente y presentó su dimisión. Reunió a sus colaboradores y les dijo que no podía traicionar más sus principios. Diez días después, hecho el traspaso de poderes a su sucesor, volvió a su actividad privada. Sabía que le iban a cobrar un alto precio y que su propio partido le iba a abandonar, pero no podía más.

El ministro llegó a su despacho. La secretaria le puso un té y dos pastillas para los espasmos estomacales. Cogió el resumen de prensa que le pasó el director de Comunicación. Miró simplemente los titulares y, leyó, casi hasta el final, tres editoriales, dos artículos de columnistas y las declaraciones del presidente del alto organismo. Unanimidad total en contra de su política. Dijo a su jefe de Gabinete que llamara urgentemente a sus más directos colaboradores. El ambiente presagiaba marejada. El ministro tomó la palabra: «quiero artículos en los medios en defensa de nuestra reforma de personas que nos deban favores. Llamar a los directores afines en prensa, radio y televisión. Si no nos apoyan, se acordarán pronto de nosotros. Poned a una cuadrilla de funcionarios a entrar en medios digitales y blogs para que hagan comentarios negativos sobre nuestros rivales. El twiter debe echar fuego. Vale todo. No van a ganar esta batalla». Alguien preguntó: «¿no es posible abrir una vía de diálogo que suavice la tensión?». El ministro ni siquiera se molestó en contestar. Se levantó y todos entendieron que había comenzado la guerra.

La ministra entró en su despacho. Leyó el dossier de prensa, respiró profundo y llamó a su colaboradora más directa. También era su mejor amiga. Le preguntó: «¿tú entiendes por qué nos atacan de esta manera? Esta reforma es imprescindible. No solo porque nos la han marcado desde Europa sino porque no hay un euro en la caja. O restringimos gastos y cerramos centros o no podremos pagar ni las nóminas. Los sindicatos y la oposición lo saben, pero están llevando las masas a la calle. Y el vicepresidente no me deja alternativa». Su colaboradora le contestó: «hay que seguir adelante y en silencio. Nada de hablar con los medios». Pocos minutos después empezaba la reunión del Gabinete. Ella sentía la soledad del corredor de fondo.

Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. O no.

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