Carlos Carnicero – ¿De qué se siente satisfecho Rajoy?.


MADRID, 1 (OTR/PRESS)

El país está en llamas, patas arriba. Los índices económicos y sociales, la conflictividad social y la inestabilidad política son indiscutibles, sobre todo por la incertidumbre catalana. Y quien gobierna España no se siente responsable de nada amparado en dos sofismas: «la realidad impone la forma de gobernar contra su voluntad» y «la herencia recibida es la culpable de todos los males de la sociedad española».

La propaganda ha conseguido que las dos excusas funcionen en cierto modo. Las imposiciones del sistema financiero y de los organismos internacionales dictan las normas de gobierno y Rajoy pretende que no le queda otro remedio que obedecer. Y, después de más de un año de gobierno, pretende que el empeoramiento general de la situación española es culpa exclusiva del Gobierno anterior.

A su favor tiene el desprestigio del PSOE y, sobre todo, del ex presidente Zapatero. Como además el actual líder del PSOE estuvo al lado del presidente Zapatero en todas sus decisiones, el terreno está abonado para que cuaje la idea de una culpabilidad de Zapatero que Rajoy pretende que le exculpa a él.

Todo esto es muy infantil, pero funciona arropado por la mayoría mecánica del Partido Popular en las Cortes Generales. Y por una criminalización de quien protesta. Los sindicatos son desacreditados por interesados y corruptos; los médicos y los jueces solo defienden intereses corporativos; los funcionarios son unos privilegiados que no quieren trabajar. Y así sucesivamente, en un intento de echar a unos ciudadanos contra otros.

La mayoría de los ciudadanos no comulga con estas creencias. Lo demuestran todos los estudios demoscópicos que desacreditan la labor del Gobierno de Rajoy. Pero el corolario perverso de esta situación es el estancamiento del partido de la oposición que al no crecer con respecto al PP le da tranquilidad electoral a la actuación de Rajoy. El presidente no tiene prisa, porque los ciudadanos descontentos, aguantan. Y la ola de protestas tiene un efecto limitado por la falta de unidad de acción de todos esos vectores de rebeldía.

La agenda ideológica conservadora camina paralela a los recortes en el estado del bienestar. No solo se altera el estatus quo alcanzado en la sociedad española sobre los derechos que eran fundamentales, sino que siente las bases de una sociedad más desigual para el momento en que llegue la recuperación económica.

A pesar de los malos augurios para el 2013, Rajoy no solo no rectifica sus proyectos sino que los va a endurecer con la aceptación de nuevos requisitos de recorte y con la reforma de la edad de jubilación. No se siente responsable de nada y como un padre autoritario afirma que el castigo a los ciudadanos es por su bien.

La democracia está perdiendo su esencia y no hay medidas alternativas ante un gobierno inflexible que goza de la desaprobación de los ciudadanos. Se impone el fatalismo de que hay que esperar otros cuatro años para elegir un nuevo gobierno en donde seguramente no habrá alternativas. La desafección provocará la ruptura del pacto democrático, pero esa fecha ni siquiera si intuye.

Sin una rebelión democrática no hay solución a estos dilemas. Pero la falta de cohesión de la protesta hace que esta rebelión organizada no se vislumbre. En estas arrancamos el 2013 con muy poca esperanza.

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