Luis del Val – Paro y sensibilidad.


MADRID, 24 (OTR/PRESS)

La percepción que solemos tener de la realidad es muy diferente, porque la percepción es algo subjetivo, alimentado de emociones personales, y la realidad no es una ecuación de segundo grado ni un postulado geométrico.

Ayer, fue un día bastante deprimente para mí, porque la percepción que tuve de la realidad era algo peor que pesimista, y tiraba a lo desastroso. Seguramente, mi subjetividad me condujo al error, pero enterarme de que la Audiencia de Barcelona se va a poner a investigar a los pilotos italianos que intervinieron en los bombardeos ¡de 1937! para depurar las responsabilidades; aceptar que, ayer, el Parlamento de Cataluña sacó adelante una retórica que divide a la sociedad catalana prácticamente en dos mitades y que conduce a ninguna parte, y, a la vez, tener conocimiento de que, al parecer, el problema que le quita el sueño al alcalde de San Sebastián es prohibir las corridas de toros, en la jornada en la que los datos nos anunciaban que los ciudadanos que no pueden trabajar ya llegan a los seis millones, me produjo un sentimiento desmoralizador.

Le deseo mucha suerte a la Audiencia de Barcelona para que, con el dinero de los contribuyentes, se pueda localizar a algún piloto italiano que no esté muerto o a punto de cumplir los 95 años, y que sea llevado, si Italia lo acepta, a Barcelona para declarar lo de siempre: la obediencia debida. Le auguro a Artur Mas un gran éxito en su demoledora campaña de convertir a los catalanes en los más antipáticos del baile, y le auguro al alcalde de San Sebastián que los ocho o diez millones de euros menos que se ingresarán al suprimir las corridas de toros harán mucho mas felices a los donostiarras, que viajarán ahora bastante más a Pamplona.

Ahora bien, ¿toda esta farfolla insustancial puede causar algún beneficio a cualquier de esos seis millones de parados? Estas gentes, a las que pagamos para que administren y organicen la sociedad ¿De verdad creen que son servidores públicos, o forman una casta de tontos contemporáneos, cuyo egoísmo es proporcional a su estupidez? Lo malo es que la respuesta sea mucho más abrupta de lo que deducen del sosiego interior de sus coches oficiales.

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