La semana política que empieza – Ahora, reformas, reformas, reformas.


MADRID, 25 (OTR/PRESS)

Dicen los optimistas que cada elección, sea cual fuere, abre un nuevo capítulo en la vida política de una nación. O de un continente, como es el caso. Los electores esperan, ya que no exigen, que sus representantes entiendan los mensajes que les envían las urnas. Es casi inevitable que tales esperanzas se frustren: ahí tenemos esa reunión del próximo martes en Bruselas, donde los jefes de Gobierno de la UE van a discutir los resultados electorales… para empezar a debatir qué comisarías se lleva cada país. Así que «primero, los cargos, luego la construcción de Europa», como me dijo, no sin una cierta dosis de cinismo, un experto que dirige una de las internacionales más potentes del Viejo Continente.
Estas elecciones europeas de 2014, que en España inauguran un largo período de confrontaciones ante las urnas, no van, seguramente, a ser la excepción, pero no por eso vamos a renunciar a plantear que se hacen cada día más urgentes unas cuantas modificaciones de calado, que probablemente es algo que se contenía en el mensaje enviado por los resultados de la votación, aunque luego cada cual lo interpreta a su conveniencia. Sé que la tónica dominante en el partido gubernamental, como ocurre con casi todos los partidos que gobiernan, seguirá probablemente siendo la de moverse lo menos posible, lo que no ha dejado de ser rentable hasta el momento. Y en el principal partido de la oposición se abre un período de agitación, propio de la carrera hacia las elecciones primarias internas. Ninguno de los dos, que tanto han visto amenazado el reinado absoluto del bipartidismo, parece estar enfocado a la propuesta y realización de las reformas que todo el mundo ve y sabe que el país necesita.

Reformas, reformas, reformas, sería el grito ahora, tras el primer veredicto de las urnas. La de este domingo es la primera de otras cinco comparecencias electorales de aquí a noviembre de 2015, o quizá hasta enero de 2016, si Rajoy decide apurar los plazos hasta el extremo. Tendremos el proceso de primarias en el POE, las autonómicas andaluzas, quién sabe si las autonómicas catalanas anticipadas por un Artur Mas que aún debe protagonizar muchas volteretas, las municipales y autonómicas de marzo de 2015 y, finalmente, las generales. Poco clima, pues, para la concreción, entre los partidos rivales, de esos pactos que, desde la reforma de la ley electoral hasta los retoques -y algo más que eso- constitucionales, a muchos se nos antojan imprescindibles para la mejora de nuestra democracia. Y de nuestra convivencia, que ahí sigue, intocado, un problema catalán que Rajoy cree que se pudrirá y que muchos tememos que se pudra, sí, pero sobre nuestras cabezas.
Lo de menos es, pues, que los partidos saquen conclusiones acerca de sus propias trayectorias: todos tienen un déficit de transparencia, de democracia interna -aunque unos más que otros- y de profundidad de ideas. Todos tienen que mejorar el funcionamiento de sus «aparatos», potenciar la actividad de los afiliados, atender más a los simpatizantes y al conjunto de los ciudadanos. Lo principal, sin embargo, es hacer entrar a las personas «corrientes» en el juego político. Pero la palabra «ciudadanía» tiene escaso significado tanto para nuestros representantes como para el conjunto de los electores; la sociedad civil, en España, tiene menor peso que en los principales países de esa Europa que votaba al mismo tiempo que nosotros y que, sin embargo, inicia una era de cierta -cierta- mayor participación de los europeos en los asuntos que afectan a su administración. Es, a mi juicio, insuficiente, y veremos cómo los gobiernos más fuertes, a sea, Alemania, se inmiscuyen con descaro en el proceso. Pero es, al menos, un primer paso el hecho de que los principales gerentes de la UE se deriven de estas elecciones y no del «dedo» de los gobernantes que más mandan en la Unión. ¿Y aquí?

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