Fermín Bocos – Una sonrisa de más


MADRID, 2 (OTR/PRESS)

Artur Mas, presidente de la «Generalitat» de Cataluña, considera que sancionar a quienes silbaron el Himno Nacional en el transcurso de la celebración del partido de la final de la Copa del Rey sería una «provocación» del Gobierno español. Mas es el mismo personaje que tiene abierto un sumario judicial por haber convocado un amago de referéndum secesionista (9N) en contra de lo señalado por el Tribunal Constitucional. Es un ciudadano cuya firma y fotocopia del DNI figuraba (como beneficiario) en la documentación que custodiaba un banco de Liechtenstein en el que su progenitor guardaba una suma considerable de dinero opaco a ojos del Fisco español. Es el máximo dirigente de un partido, CDC, cuyas principales sedes han sido embargadas por orden del juzgado barcelonés que investiga el saqueo de las arcas del Palau de la Música de Barcelona, un oscuro caso de presunta financiación ilegal de la mencionada formación política. Que un personaje con estos antecedentes siga en la política ocupando responsabilidades institucionales describe una clara anomalía de nuestra sociedad democrática. Quizá con la sola excepción de Italia (asqueada de los enredos judiciales y las trapacerías de Silvio Berlusconi) en ningún país democrático de nuestro entorno habría lugar para una trayectoria como la de Artur Mas. Desde luego, no en Gran Bretaña donde hemos visto dimitir a una ministra (Maríe Miller)por haber cargado indebidamente 5.800 libras al erario o en Alemania donde quien hubo de abandonar su cargo fue nada menos que el Presidente de la República (Kristian Wulff) tras conocerse que en su etapa de presidente de Baja Sajonia había aceptado regalos de un amigo. En Francia, recién formado el primer Gobierno de François Hollande, al trascender que Jérôme Cahuzac ministro de Hacienda había mantenido una cuenta secreta en Suiza, le faltó tiempo para dimitir y pedir perdón a sus compatriotas. Nada que ver con el comportamiento de nuestro personaje, cuya cínica media sonrisa en el momento de la pitada al Himno contrastaba con la seriedad de cuantos acompañaban al Rey Felipe VI en el palco del Camp Nou. Teniendo en cuenta todo lo que tiene detrás, sin duda, fue una sonrisa de más.

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