LA EUTANASIA EXPRÉS CONVERTIRÁ LOS HOSPITALES EN LUGARES PELIGROSOS PARA LAS PERSONAS MAYORES

Ayudar a morir es acompañar al enfermo con entrega y amor

Eutanasia exprés a domicilio

Ayudar a morir es acompañar al enfermo con entrega y amor

Ayudar a morir” o “morir dignamente” son los nuevos eufemismos que adornan la palabra eutanasia, es decir, la acción de poner fin a una vida, dicho crudamente, “matar”. Pero la eutanasia, sea esta directa o indirecta, activa o pasiva, voluntaria o involuntaria, incluido el suicidio asistido, no es un acto médico ni misericordioso. Ayudar a morir es otra cosa. Es acompañar al enfermo con entrega y amor, facilitándole la preparación para el momento trascendente de la muerte. Las expresiones citadas evocan actitudes filantrópicas, compasivas y generosas para disfrazar la cruda realidad, que es “matar”, y desmarcarse de la eutanasia legalizada y puesta en práctica por la Alemania nazi en 1939.

Las leyes nazis que legalizaron la eutanasia contemplaban la eliminación de “vidas humanas sin valor”. Es una obviedad aclarar que se refiere a viejos, discapacitados y a todos los que no fueran útiles al sistema utilitarista. ¿Cómo llegaron a estos extremos? Los alemanes no eran primitivos ni sanguinarios. Era una sociedad culta, arruinada, eso sí, como tantas naciones tras la guerra y un tratado de Versalles con el que nos estaban de acuerdo, pero eso no era suficiente motivo para llegar al grado de insensibilidad que nos muestra la historia. Alemania fue hábilmente manipulada para admitir y acostumbrarse al horror. De alguna manera, aunque solo sea tangencialmente, fue víctima del “estado del bienestar”, que, mal entendido, nos resta empatía y nos hace egoístas e incapaces de hacer renuncias en beneficio de otros. Eso debería servirnos de ejemplo. El estado del bienestar pretende eliminar el sufrimiento, no combatiéndolo, sino eliminando al sufriente.

El filósofo alemán Robert Spaemann compara la manera de justificar la eutanasia en la Alemania nazi con la de hoy en día, y llega a la siguiente conclusión: “El argumento de los nacionalsocialistas no significaba que esta vida no se hubiera convertido en algo sin valor para la sociedad. Su argumento era el siguiente: ¿Por qué la sociedad debe asumir cargas de personas que precisamente ya carecen de una vida auténticamente humana? Y este es exactamente el argumento de los partidarios de la eutanasia hoy en día”. Así es, aunque no se verbalice y, en un acto de cinismo sumo, se intente vender como un derecho más. Son harto conocidas las opiniones que burócratas, políticos de alto standing e incluso ecologistas, que catalogan a los humanos como meros parásitos del planeta, dando relevancia a otros seres que sí tienen más derecho a la vida. He aquí algunas frases de algunos de los iconos de nuestra sociedad:

“Todos nuestros problemas son el resultado de un exceso de reproducción entre la clase obrera. La cosa más misericordiosa que una familia numerosa podría hacer por uno de sus hijos es matarlo”.

Margaret Sanger, fundadora de la International Planned Parenthood, IPPF.

“La maternidad debería ser un crimen punible contra la sociedad, a menos que los padres tengan una licencia del gobierno. Todos los padres potenciales deberían ser obligados a utilizar sustancias químicas anticonceptivas y el gobierno debería suministrar antídotos a los ciudadanos elegidos para la maternidad”.

David Brower, primer director ejecutivo del Sierra Club.

“Con el fin de estabilizar la población mundial, deberíamos eliminar 350.000 personas cada día. Es algo horrible decirlo así, pero es igual de malo no decirlo”.

Jacques Cousteau.

“Tenemos que hablar con más claridad acerca de la sexualidad, de la anticoncepción, del aborto, asuntos de control de la población, debido a la crisis ecológica que experimentamos. Si conseguimos reducir la población en un 90%, ya no habrá suficientes personas para provocar grandes daños ecológicos”.

Mijaíl Gorbachov.

“Una población total mundial de entre 250 y 300 millones de personas, con una disminución del 95% desde los niveles actuales, sería lo ideal”.

Ted Turner, fundador de la CNN.

“La sociedad sería mucho mejor si las personas no trataran de vivir más allá de 75 años. […] La sociedad y las familias estarían mejor si la naturaleza siguiera su curso con rapidez y prontitud. Es ineficiente desperdiciar recursos médicos en aquellos que no pueden tener una alta calidad de vida”.

Ezekiel Emanuel, exasesor de Salud del presidente Obama y uno de los arquitectos del proyecto de salud pública Obamacare.

“Si pudiera reencarnarme, me gustaría volver como un virus mortal, con el fin de contribuir a resolver la superpoblación”.

Príncipe Felipe de Edimburgo, esposo de la reina Isabel II y cofundador del Fondo Mundial para la Naturaleza.

Estas frases de personajes tan diversos revelan el sentimiento de las sociedades actuales, compuestas en su mayoría de individuos egoístas y ramplones, entretenidos en lo trivial, lo lúdico y lo banal. No es de extrañar que ante aberraciones de escalofrío, como eliminar la vida de inocentes, sean bebés en gestación, personas de edad o discapacitados, se muestren indiferentes y no se les mueva una fibra cuando el gobierno de turno anuncia que, en aras de velar por nuestros derechos, nos concede el de la muerte a petición, y en el momento.

Lejos de ser un acto médico, la eutanasia es la negación de la medicina, porque es función del médico, curar, aliviar el dolor y ayudar a sobrellevar el trance inexorable de la muerte, cuando la recuperación de la salud no es posible. Los médicos eutanásicos, en lugar de prestar esta ayuda tan humana, dan el golpe de gracia, matan al enfermo pretendiendo realizar un acto de compasión. La eutanasia es un acto homicida. No hay que olvidar que esta no resuelve los problemas del enfermo, sino que destruye a la persona que tiene los problemas.

La eutanasia ejerce un efecto bumerang contra el médico que la práctica y contra la sociedad que la legaliza. Un médico que ante un paciente, terminal o no, opta por acabar con su vida en lugar de hacerle llevadera su última etapa vital, entra en una dinámica de muerte y quedará atrapado en un torbellino del que nunca podrá escapar. Ocurre como con los médicos abortistas, que a fuerza de realizar abortos se vuelven tan insensibles que son incapaces de llevar vidas ordenadas y plenas.

Sabemos por los estudios que hay sobre esto que los médicos generalistas que aplican eutanasias esporádicas, cuando tienen que poner fin a una vida, durante unos días tienen problemas para conciliar el sueño. Lo peor que le puede ocurrir a un médico es que su paciente desconfíe de él, o del sistema; que tema ser introducido en un box del que nunca va a salir con vida. Son de sobra conocidas las sedaciones del doctor Montes en el Hospital Severo Ochoa de Leganés. No fueron casuales, sino programadas, con la intención de colocar el debate en primera línea y testar el grado de aceptación de la sociedad. Es una estrategia clásica de manipulación. Muchos usuarios de la zona (al menos durante un tiempo) evitaron acudir al servicio de Urgencias por miedo a que les aplicaran una “dosis irregular”. Y no era para menos.

Un Estado que tiene legalizada la eutanasia propicia situaciones de terror e indefensión. Por poner solo un ejemplo, en Holanda, la eutanasia activa involuntaria está tan generalizada que muchas personas mayores rehúsan ir al hospital por temor a que las seden o incluso abandonan el país. Cuando empecé a investigar el tema de la sanidad en Holanda no podía creer la dinámica de muerte que se estaba empleando y me costó trabajo admitir que la vida tuviese tan poco valor hasta que me convencí de que ¡la vida y la muerte son cuestiones políticas! Así como suena.

En España nos deslizamos por la misma pendiente resbaladiza a gran velocidad. La ley de eutanasia exprés será aprobada en breve, con lo cual acudir a un hospital se convertirá en un peligro para una persona mayor o muy enferma. También será un peligro estar en casa, ya que cualquier persona allegada puede pedir la eutanasia a domicilio y el médico acudirá con la dosis letal, sin que tenga que transcurrir el plazo reglamentario.

La eutanasia influye en las familias de los afectados. Cuando su entorno decide que el médico debe poner fin a su vida, aunque no se manifieste, surge un sentimiento de culpa y de inseguridad. La duda de si se tiene el derecho a determinar el fin de una persona es más que razonable. Por eso, para acallar su conciencia, las personas que toman estas decisiones necesitan contar la situación, buscando la aprobación de que han hecho lo correcto. También puede ocurrir que lo lleven en secreto.

Cuando la sociedad trivializa la vida y se acostumbra a que los médicos apliquen la eutanasia, lo excepcional se convierte en algo cotidiano y la sensibilidad se va anulando gradualmente. Médicos y familiares deciden sobre la vida de otros, sin ningún reparo. La falta de valores compartidos es una consecuencia de la fragmentación cultural. Esta lleva a considerar que todo vale si es elegido libremente sin tener en cuenta las consecuencias sociales y personales.

NOTA. Si algún youtuber desea reproducir este texto o parte de él para la locución de su vídeo, debe pedir autorización y citar la fuente al principio de la narración.

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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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