Los ya muy trágicos momentos actuales son, a la apreciación de todos está, los que sí que son y no son otros que sí que anhelamos, ni lo son de otra manera diferente o distinta, mirémoslos como queramos, y sus contingencias -.- muy graves y muy profundas -.- están en escaparate a la vista, aunque también, y ello puede ser igualmente cierto, si se nos apura, lo mismo estaban también antes, aunque en un tipo de fase o secuencia de durmiente lirón u oso madriguero. La realidad constatable por y para todos, habla por sí misma en la apabullante evidencia ostensible que día a día se nos presenta. Nadie quería la atroz prueba a la que estamos siendo sometidos, ¡ya más de un año!, pero la cruda realidad, de la diaria actualidad, es que ahí la tenemos adosada.
Tal vez, y por aquello de apuntar situaciones, se ha querido testificar que, en el proceso entrópico y/o degenerativo del universo (ese que perecerá de frío siguiendo las teorías de Boltzmann), se formaliza un hecho creativo autónomo en el que el individuo brujulea dándole impulsos motivadores que lo reformalizan, en un movimiento cuasi continuo, donde su acomodo está referenciado en la materialización y el relativismo, que lejos de alzarlo sobre sí, lo encadena a la circunstancialidad, la mediatez y lo efímero, dando pie a cualquier albur, inseguridad o acecho, ubicado en `el nada´ que, de forma inexorable, ha de llegar después, siendo este un después amplio y generalizado, de tal calibre que, en esa base teórica, no existirá nada, no habría un después, nadie escribirá la crónica del día siguiente.
En todos y cada uno de los momentos de la “Semana Santa” reiteramos/renovamos/plasmamos los últimos hitos constatables de los momentos de “la vida de Jesús”, rodeándola esta, en estas cercanías nuestrad, donde están nuestros hábitats, de nuestros entornos vivenciales (aldeas, pueblos, comarcas, provincias, región, nación, continente…, ancho mundo, sin perdidas algunas de catolicidad y, por ende, de unicidad en el credo cristiano), de una acoplada especie de sabor propio, cierta genuinidad y, por ende, de raíz/origen/sustancia con sello identitario, a mayores con adobamiento del primigenio ambiente de la Edad Antigua {en un primer embate del franciscano prerrenacimiento con volver al sabor anterior a la Edad Media; siempre señalo, y a intención, que mi Patrono San Francisco de Asís, anduvo por estas nuestras siempre tierras de la Corona Leonesa platicando con nuestris ancestros-.- la gente de entonces-.-, en tiempos del zamorano Rey/Emperador que fue Alfonso IX de León -.- de la Casa Imperial Leonesa cuya continuación es la actual Casa Real Española-.-, en el año 1214} en que tuvo lugar, ¡que históricamente fue!, como todos sabemos, dentro del concreto espacio humano integral social del “Pueblo Judío”, cuando este formaba, junto a otros muchos otros Pueblos, parte alícuota del Imperio Romano en el momento histórico de la gobernanza del Emperador Tiberio {la datada persona histórica de Poncio Pilatos, de los “équites romanos”, de ascendencia en Astúrica (Astorga), era su representante, como quinto prefecto, en Judea}.
Ocurre, y a veces acontece, que esto, lo del especificado nominativo “Pueblo Judío”, se nos escapa un tanto, y hasta un poco o bastante, entre las manos, y nuestras sensaciones neuronales perceptivas no manejan, es una opinión, con la necesaria, ¡y dinámica!, agilidad mental lo de “algunos individuos de tal Pueblo” y “el Pueblo al completo”, y, en atención a ello, acontece que no lo describimos, en lo que podemos apreciar, con toda fidelidad, descriptivo rigor y precisa exactitud.
Tenemos que tal y tan concreto “Pueblo Judío” tenía, como los demás otros Pueblos, una forma de ser muy particular, propia y significada, con unas “señas de identidad” muy diferenciadas-.- por su historia, lengua, cultura, costumbres, ritos e incluso raza -.- y unas, en añadido paradigmático y hasta mayestático, muy concretas creencias religiosas, que venían de muy antiguo, casi perdidas, puede que sin el casi, en el origen de los tiempos, ampliamente descritas, pormenorizadanente especificadas y abundantemente documentadas, que lo encuadraban/significaban/singularizaban y hacían distinto/diferente /desigual a los otros Pueblos del orbe, en una percepción universal de todo el mundo.
En ese tal y tan peculiar “ambiente antropológico de interrelación” del “Pueblo Judío”, sometido al fuerte poder político/militar/económico del Imperio Romano y a su penetrante influencia cultural -.- aunque encubierto en una falsa autonomía, que mantenía a la familia de los Agripa como títeres-.-, tiene lugar, como escenario espacial público, el desarrollo de “la vida de Jesús”. De un Jesús individuo que, como un personaje más de la historia (datado en la época de Tiberio y su enviado Poncio Pilatos), debe estar sujeto al mismo tratamiento que otros personajes, y donde todos, en una normalidad aséptica, teníamos que analizarlo como tal, en el seguimiento de: (1º) sus ideas, (2º) su actividad y (3º) la acción dinámica de aquellos que, primero como discípulos y luego como Apóstoles, le siguieron.
“Jesús” actúa e interacciona, en su trienio de vida pública, en una doble vertiente, por un lado coge el Antiguo Testamento (el pasado integral histórico) y lo actualiza, le da vigencia en el cumplimiento de las profecías, es decir lo remoza y pone al día y por otro lado, concatenándolo a la raíz inicial originaria de lo anterior, propone/proyecta/maximiza una disposición normativa propia y “ex novo” con el Nuevo Testamento (el tiempo nuevo que ha de venir), en una impronta e innovadora dinámica de “la regeneración/recuperación de la vida” de los creyentes. En esta, nueva y novedosa, situación proyectiva de: la “idea de la regeneración/recuperación de la vida”, en todas sus manifestaciones, cual hecho global, gravita y reside, en lo que entendemos, en el “mensaje de Jesús”, que ya, en el inicio de su actividad, parece que, en un suponer, hace de ella sujeto al “Pueblo Judío”, para después dejarla, yendo paulatina y progresivamente, con marcada intención directriz, en la dirección de extenderla/ampliarla/universalizarla a “todos los Pueblos del Mundo”.
Para “los seguidores de Jesús”, desde el protagonismo de las profecías cumplidas, él no vino nunca a “cumplimentar la ley antigua”, si no que vino a ponernos, a todos los individuos del mundo (hombres y mujeres), en el activo camino de progresar, en la asumida creencia de su mensaje, hacia el futuro., y lo hace desde una base umbral de lo antiguo, más su aportación principalisima, dentro de la permanencia de “algo” que, lejos de significar parón/freno/ conservadurismo, implica de lleno una “renovación permanente y continua” por la aplicación clave, preciada precisamente signada, de “los principios de Jesús”.
Si andamos a la busqueda de los principios programáticos de Jesús: ¿Qué mejor programa que las Bienaventuranzas?.
Estas implicantes “ideas de Jesús” son revolucionarias en sí mismas, y lo son tanto para el momento histórico de su época, pero también, como curiosidad social y en lo que supone de la transversalidad en el tiempo, lo son para los tiempos venideros (¿acaso nadie hoy día deja de ligar aquello de “antes entrará un camello por el ojo de una aguja que…”, con la última lectura de las perversiones/ pecados/corrupciones donde se denosta la acumulación de riquezas?), ya que rompen, de cuajo y raíz, con un pasado inmóvil/fijo/determinista y nos lanzan, desde entonces, a una creciente participación activa , en “nuestro(s) ambiente(s)”, tanto de forma individualizada como grupal.
Las “ideas de Jesús” con su (`ya nuestro´) slogan: “todos somos hijos de Dios”, da a las personas (hombres y mujeres), y a los “Pueblos”, ¡a todos y cada uno de los Pueblos!, un sentido de plena y total igualdad frente a cualquier interpretación que: (1º) se efectuará en el pasado, (2º) se haga en el presente y (3º) aparezca en el futuro. Así, en estas “ideas de Jesús” vamos avanzando/progresando /interaccionando en nuestra sociedad, en nuestro alrededor, caminando, a veces parece que nos movemos, muy lentamente, hacia “la plena equiparación de las personas y de los Pueblos”, algo que, como ya hemos dicho en otras ocasiones, más tarde o más temprano, tiene que alcanzar su grado óptimo de plenitud en todas las esferas donde plasmamos nuestras actividades. (Tenemos de 1948 lo siguiente: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”, pero lo de 1948 ya se considera en “las ideas de Jesús”, cuando el astorgano ciudadano romano Pilatos (Imperio Romano) -.- santificado en algunos lugares -,- mandaba en el lugar de asentamiento del “Pueblo Judío”.
Ahora estamos y no olvidamos en el “por qué de la Semana Santa”, y con ello en lo de su exteriorización/dramatización/
escenificación, pero “al mismo tiempo”, debemos hacerla gravitar, volviendo a los orígenes, sobre “las ideas de Jesús”, para que no suceda que ambas cosas están disociadas o, incluso, contrapuestas.
De la “igualdad entre las personas y los Pueblos” pasamos, ¿cómo no?, a “otra” de “las ideas de Jesús” que, aunque parece que es diferente, es una consecuencia, en nuestro parecer, de toda lo anterior, ya que si “todos somos hijos de Dios” es obvio y fijo que entre nosotros, entre las personas y los Pueblos, se establece una hermandad, hay una “relación de fraternidad”. Esta “idea de Jesús” debió de ser de amplio impacto en su época, como posteriormente e incluso ahora. Pensemos en la relación Norte Sur o en algunas posturas respecto a la emigración,… a los vascos, los catalanes o que decir aquí de lo nuestro propio: los leoneses (-.- miramos «tantas pajas ajenas» que no vemos «la de viga lagar» que tenemos encima -.-).
Podemos con “las ideas de Jesús”, ser de “Pueblos distintos” que tienen “diferentes señas de identidad”, pero, como señalábamos en otros momentos, todos somos de “una única raza”: “LA RAZA HUMANA”. Nunca, en ningún momento, se debe de olvidar que todas “las ideas de Jesús” son de catolicidad. Jesús, debemos recordarlo, un día sí y otro también, no se encarnó en Na.Sa. La Virgen María y nació, tan solo y unicamente, para unos pocos y escogidos, antes al contrario, vino para todos los seres humanos de todos los tiempos.
Ya decíamos, en 1993, que las diferentes Regiones Históricas de España -.- nuestra Nación {desde los visigodos con los Concilios de Toledo; donde alguien tendrá que situar a dos de nuestros Santos más allegados: San Isidoro (copatrono de la Corona Leonesa-.- con sus restos en León traídos por Sancha I y Fernando I desde Sevilla) y San Ildefonso (Patrono de la ciudad leonesa de Zamora, donde están sus restos)} y Patria {desde Covadonga con Pelayo I y su continuidad social a través de sus hijos Favila y Ermesinda (Alfonso I) y generaciones sucesoras en la Corona Asturiana y su prosecución en la Corona Leonesa (estamos ahora en el aniversario 1.111 de la misma)} -.- nos ubican en los “Pueblos” que constitucionalmente la forman ( a la data del 6-12-1978 y no de otra; Pueblos de España que ya venían de mucho antes) -.-que como es sabido no se corresponden con algunas inventadas y artificiales Comunidades Autónomas
posconstitucionales -.- y estos se unen con los demás Pueblos de América, África,… del Mundo, formando un abigarrado conjunto de “Hechos Diferenciales” sustentados por “individuos que son iguales”. Estas ideas se pueden tener por un análisis antropológico, pero también, con la apoyatura de “las ideas de Jesús”, por un hacer religioso, y los cristianos católicos podemos y debemos conjuntar, desde nuestro criterio, ambas líneas de actuación.
{Existen discursos extraños que olvidan (¿con que razón?) que Jesús hablaba en arameo. -.- De la discusión pública entre SS El Papa Francisco y el Primer Ministro de Israel Benjamín Netanyahu, entre 24-26 de mayo del año 2014 -.-}
Toda la Semana Santa, en cuanto incide sobre la “vida de Jesús”, no puede ni debe quedarse, para los cristianos, en una mera manifestación cultural, opción estética o simulación plástica que coincida o no con los gustos circunstanciales, las modas de la época o del momento coyuntural, que pudiera estar ligada a intereses, lobby´s, negocios o situaciones-.-por ejemplo políticas u otras-.- de cualquier índole, con independencia de la posible y/o presunta legitimidad de los mismos.
Los cristianos, es una opinión, tienen que actuar en las ocasiones, pero no ser solo de las ocasiones, es decir, tienen que estar en la coyunturalidad de los momentos pero no ser solo, ¡en exclusiva!, de los momentos. Los cristianos tienen que actuar, desmonopolizadamente, con sentido de la trascendencia (de las metas y el fin), llevando siempre,¡ y en todo momento!, su umbral argumentación en base a “las ideas de Jesús”.
Toda la Semana Santa, es un criterio, no es algo que concluya en sí misma, ¡nunca lo ha sido!, y menos aún que este inevitablemente ligada a una cuasi semanal representación escénica que, a nosotros: los de este nuestro aquí, y por otra parte, como muy apreciado legado y herencia familiar de nuestros antepasados, nos atrae sobremanera, hondamente conmueve y revitaliza a plenitud (situaciones que siempre y en todo momento, hemos alentado, apoyado y transmitido) pero que, al igual también, y en ello está la clave que queremos imbuir, nos renueva todos los años, ¡año tras año!, ¡ese es su valor anual añadido!, su verdadero valor intrínseco, en nuestro interiorizado compromiso cristiano, que es a la vez individualizado y grupal, por y para “las ideas de Jesús”.
La Semana Santa concluye con un colofón principal e incuestionable para los creyentes, cual es “la resurrección de Jesús”, ya que ahí, precisamente con esa ocasión cimera, “unimos” todas aquellas “ideas de Jesús” con algo supremo, que solo y únicamente Dios controla, que es la vida. Así “nuestro (de todos) Jesús”, que ha sido condenado injustamente, torturado sin piedad, escarnecido y crucificado como un reo, alcanza, en nuestra particular opinión y en claro y decidido seguimiento de San Pablo, su total dimensión divina.
La Semana Santa nos tiene que dar, ¡a todos!, la clave de nuestro futuro “en la permanencia de Jesús entre nosotros”, en su ligazón permanente con quienes por él somos considerados, desde el inicio de nuestro ser maternal, donde ya está el germen de la vida, “hijos de Dios” y “hermanos en el Señor”. Para los cristianos la Semana Santa es un paso, uno más de la “plenitud de vida de Jesús”.
De esta Semana Santa, tan atípica y grave, pero al mismo tiempo instructiva (donde el dolor se ha enseñoreado a nivel mundial, el sufrimiento y congoja de las personas es tremendo, y unos pocos esforzados valientes están luchando, codo a codo, contra la pandemia), como de las pasadas con otras circunstancias (algunas tan o más graves que la presente) y de las D.m. venideras, debemos sacar, en amplio revulsivo social, como postulación trascendente/mayestática/fundamental, lo que desde el rescate de nuestra memoria infantil tenemos asumido e interiorizado. Sí: “Jesús (¡sí esta!) vivo”, y está vivo para las personas y los Pueblos, para los de cualquier condición, situación o ubicación geográfica. Esa es la comunicación firme, ese es el mensaje, ¡el verdadero mensaje!, de “nuestra Semana Santa” que vamos a transmitir, cuál es “ la permanencia viva de Jesús en los tiempos”. Digámoselo a todos: Jesús, ¡sí que está vivo!