OPINIÓN

Rafael López Charques: «Tócame Roque»

Rafael López Charques: "Tócame Roque"

Días pasados se conmemoró el noventa aniversario de un acontecimiento que marcó nuestra historia más reciente, y que algunos se empeñan en que la siga condicionando. Nos referimos a la proclamación, mejor dicho imposición, de la II República.

No somos historiadores, pero estimamos que en la Edad Contemporánea en que nos encontramos, ha habido tres sucesos que han marcado nuestra historia, que nos
llevan a darle la razón a Otto von Bismarck cuando al parecer sentenció que “La nación más fuerte del mundo es sin duda España. Siempre ha intentado autodestruirse y nunca lo ha conseguido. El día que dejen de intentarlo, volverán a ser la vanguardia del mundo”. Aclaramos, para evitar equívocos, que como esta frase fue pronunciada hace más de siglo y medio, no se puede acusar a su autor de fascista, aunque algún listillo ignorante lo afirme.

El primer suceso al que nos referimos es la denominada Guerra de la Independencia contra el invasor napoleónico. Primeramente puso a algunos hermanos contra otros, es la verdad aunque duela. Dio lugar a que el rey felón gobernara el país como si fuese su corral particular. Nos enfrentamos en las guerras carlistas. Sufrimos una serie de gobiernos inestables, dictaduras, una monarquía extranjera y una efímera república.

El segundo fue el desastre del noventa y ocho, en el que perdimos nuestras últimas colonias, que el gobierno de turno se negó a convertirlas en provincias con el mismo status que las peninsulares, con lo que quizás continuarían hoy en día así. Por cierto hay algún autor que asegura que el citado prefirió entregarlas en vez de defenderlas, como podría haber hecho con gran probabilidad de éxito. Lo que vino después fue una huída hacia adelante, golpes de estado, dictaduras, gobiernos en su mayor parte de figurones cuya mayor preocupación era lucirse, en vez de ocuparse de las necesidades de la población, asesinatos políticos, etc.

Llegamos así al tercer hito, que fue el advenimiento de la II República, mejor dicho, como apuntamos al principio su imposición. No olvidemos que en las elecciones, que eran municipales, si bien los partidos republicanos ganaron en las ciudades importantes, en el conjunto del país perdieron. Claro está que como el monarca del momento, en vez de hacer frente serenamente a la situación e intentar reconducirla pacíficamente, prefirió huir, les puso a los republicanos el país en bandeja.

Lo que pasó es de sobra conocido. Accedieron al poder una serie de personas, que si bien entre las cuales las había preparadas, con deseos sinceros de sacar al país del letargo sumido y hacer del mismo una nación moderna, muchos otros eran simples arribistas cuyo único objetivo era detentar el poder, vivir lo mejor posible, e imponer su ideario, por el método que fuese a la población.

En definitiva la república se convirtió en una auténtica “casa de Tócame Roque”, en la que, en cuanto podía, cada político campeaba por su cuenta. Eso sí, que nadie dudase su amor por el pueblo, él sabía, como ocurre ahora, lo que de verdad necesitaba y se lo daría en cuanto pudiese; su problema es que tenía contrarios que le ponían zancadillas, por lo que él se auto exoneraba de sus fracasos, ineptitud y vagancia. Para completar el panorama, con frecuencia las sesiones del Congreso se convertían en un foro de amenazas y desafíos personales.

Si contemplamos la situación actual, poco se diferencia de la sufrida con la segunda experiencia republicana. La frase “todo para el pueblo, nada para el pueblo”, aunque tiene tres siglos, sigue vigente.

En vez de seguir el sabio consejo del canciller germano, parece que continuamos empeñandos en autodestruirnos, claro que nuestros, en su mayoría no queridos políticos, nos dan ejemplo. ¿A dónde vamos?.

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