OPINIÓN

José Manuel García Albarrán: «La emigración española frente a la inmigración actual»

Emigracion española

Los años 60 y más de la mitad de los 70, se caracterizaron en España por existir un amplio ‘éxodo escalonado’ de unos 2 millones de emigrantes, oriundos principalmente de Andalucía, Extremadura, Galicia, Murcia, Valencia, Castilla-León…

Sus destinos fueron preferentemente europeos: Suiza, Alemania, Francia, Bélgica, Holanda e Inglaterra.

Aquellos emigrantes viajaban con una maleta -de madera o cartón- llena de ilusiones, llena de nostalgia, llena de miedo a lo desconocido y de pena por el ‘abandono’ de sus seres queridos, para ir en busca de un un trabajo con un salario digno que cobraban en marcos alemanes, francos suizos, franceses, belgas y holandeses o en libras esterlinas.

Dicho salario se incrementaba al cambio con nuestra moneda -la peseta- lo que le permitía mantener a sus  familias, con casi tres hijos de media, ya que

en esos años la ‘Tasa de natalidad’ en España era de 21,7 hijos/mil habitantes y la ‘Tasa media de fecundidad’ era de 2,86 hijos/mujer.

Dichos salarios les permitían incluso ahorrar, eso sí, a costa de muchos sacrificios y de ‘mal vivir’ durante unos cuantos años trabajando duramente en puestos de escasa cualificación -sector agrícola, construcción, servicio doméstico y en el sector servicios- aguantando a veces hasta regresar jubilados con una pensión que podía triplicar, al cambio, la que se cobraba en España en aquella época.

Países como Alemania, Francia, Inglaterra y Bélgica progresaron y resurgieron, tras la crisis de la pos guerra, gracias en parte a la mano de obra de los emigrantes entre los que destacaban un gran número de españoles que a su vez ingresaban divisas en España.

Pero como ‘no es oro todo lo que reluce’ esta emigración, que en su mayor parte era legal y regulada con contratos de trabajo expedidos por el Instituto Español de Emigración (IEE) -organismo autónomo creado en 1956- encargado de la Dirección de la Política Emigratoria hasta el año 1985, parte de nuestros emigrantes también sufrieron discriminación por ser extranjeros, por no hablar el mismo idioma o por sus costumbres, añadiendo como agravante que si cometían la más mínima falta de disciplina en el trabajo o un absentismo injustificado, no se les renovaba el contrato de trabajo, o si eran fichados por la policía por un mínimo desmán o alboroto en su residencia o en público, eran incluso deportados con un  procedimiento de urgencia y sin posibilidad de volver a trabajar en aquel país.

Una frase pronunciada por la poeta venezolana Alba Codutti (1970) podría resumir el significado de la emigración:

“Emigrar es la esencia del darwinismo: la búsqueda de la supervivencia incluso por encima de los arraigos”

Llegado a este punto, en el que he intentado ‘dar una breve pincelada’ de lo que supuso la emigración de compatriotas y familiares en los años 60-70, creo que sería conveniente aclarar los tres términos que se manejan para designar a las personas que cambian de país en una u otra dirección.

Escuchamos de forma machacona y reiterativa a los miembros de este gobierno autodenominado ‘progresista’… la entrada de “migrantes” lo que es incorrecto porque la mayoría son inmigrantes, dado que un gran porcentaje se quedan a vivir aquí.

Sólo sería correcto denominarles ‘migrantes’ si usaran las islas o la península como trampolín para dar el salto a otros países europeos, circunstancia que no está ocurriendo en un alto porcentaje de los que llegan.

Pero si intentamos establecer una comparación entre aquella emigración de españoles de los años 60 que llegaban a Alemania, Suiza, etc. y la inmigración masiva de origen predominante africano que llega a  España en la actualidad,, observamos unas diferencias fundamentales:

La primera y principal es la ‘ilegalidad’ de un gran número de los inmigrantes actuales.

La carencia de documentación y por supuesto la ausencia de contrato de trabajo.

La edad y el sexo de los inmigrantes (niños, menores de edad, jóvenes y mujeres embarazadas)

Las circunstancias actuales del país de acogida -España- que soporta un alto paro autóctono y debe recomponer su economía no permite mantener a miles de inmigrantes que no aportan ninguna ayuda a este país.

“Esta diferencia es la principal con respecto a la emigración española, que se desplazaba a trabajar a los países europeos, ya que estos reclamaban mano de obra y acudían a ellos legalmente, yendo una gran parte con contrato temporal renovable de trabajo”.

¡Nuestros emigrantes se ganaron y se siguen ganando la vida fuera de España trabajando duramente y sin crear problemas de orden ni de convivencia, aprendiendo su idioma, acatando sus leyes e intentando adaptarse a las costumbres y modo de vida autóctono!

¿Hacen esto los inmigrantes actuales que nos llegan? ¡No!

Habría que analizar en profundidad y con urgencia los distintos tipos de inmigración y migración que están llegando masivamente a España y a Europa, sus verdaderas intenciones laborales, sociológicas y porqué no,  ‘religiosas’.

Preocupante es un estudio publicado por el analista indio Alí Abd al-Aal quien afirma que: “El 80% de los musulmanes residentes en Europa viven de la Asistencia Social y se niegan a trabajar”

Esta enorme carga social está empezando a crear problemas en los países que la soportan, lo que unido a la inseguridad, falta de adaptación, delincuencia e intento de imponer su religión alimentan un clima de tensión de imprevisibles consecuencias.

Señores políticos ‘progresistas’ de este gobierno, ya que sus intereses en el tema inmigración, no van guiados por la caridad Cristiana, si no por un ‘falso proteccionismo subvencionado’, deberían dar un giro radical en su política migratoria y destinar estas subvenciones a esos 4,5 millones de españoles que sufren ‘pobreza extrema’.

La caridad y las ayudas deben empezar por nuestro propio País ¿No les parece?

Señores progresistas… decir esto no es Xenofobia, es Justicia Social. ¡No intenten confundir!

Una última pregunta a los políticos de ‘la coalicion’…

En un país que tiene una ‘deuda’ próxima al ‘billón quinientos mil millones’ (engrosada en los tres últimos años, por ustedes, en más de trescientos mil millones)

¿No se les ha ocurrido rebajar el gasto público, bajarse sus sueldos, reducir el número de Ministerios y de funcionarios sin carrera y elegidos a dedo, y suprimir organizaciones inútiles que bajo el paraguas de ‘las ONGs’ reciben asignaciones millonarias?

Pues no… lo único que se les ocurre es asfixiar a los ciudadanos con subidas de toda clase de impuestos directos e indirectos y ‘presumir’ vergonzosamente de los ‘presupuestos con el mayor gasto social de la historia’. Me parece indigno e impresentable.

Finalizo con una frase pronunciada por Winston Churchill (1874-1965) que dedico a nuestros gobernantes:

“El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”

José Manuel García Albarrán

Médico jubilado

24/10/2021

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído