Al escenario hay que añadir la crisis larvada del PSOE madrileño y las decrecientes expectativas electorales de socialistas castellanomanchegos
El resultado de las elecciones catalanas ha sido una clara victoria de CiU, que le permitirá gobernar sin dificultad, pero también una contundente derrota del tripartito de izquierdas que ha gobernado durante ocho años.
CiU ganó las elecciones, por lo que Artur Mas será el próximo presidente de la Generalitat con la fuerza de un resultado tan relevante gracias al cual podrá gobernar sin ataduras.
Los resultados muestran, también, una victoria de la derecha en Cataluña y un claro declive de las formaciones de izquierda que cosechan un resultado desastroso.
Lo que resulta innegable es que el cambio ha comenzado, como dijo Rajoy hace unos días, en Cataluña.
La responsabilidad en la debacle socialista no es sólo del equipo de Montilla, sino especialmente de Zapatero y Maragall.
Es indudable que la mala gestión del Gobierno de Zapatero y su debilidad política han arrastrado a los socialistas catalanes desmotivando a su electorado tradicional.
El PSOE no es ajeno a este fracaso. No hay que olvidar que Cataluña es uno de sus graneros electorales más importantes y esto tendrá un efecto en las próximas elecciones generales.
De celebrarse hoy las elecciones generales y a la luz de los sondeos del propio CIS, el PSOE perdería por goleada.
El batacazo de loos socialistas sería antológico y es más que obvio que la principal causa del costalazo socialista se debe a la pésima gestión de la crisis económica que está llevando a cabo el gabinete de Zapatero.
La economía, lejos de recuperarse, sigue hundida en una profunda sima cuyo corolario más dramático son los cuatro millones y medio largos de desempleados.
Ninguna de las medidas anticrisis ha funcionado o, mejor dicho, han contribuido decididamente a empeorar una situación realmente delicada, en la que no se crea un solo puesto de trabajo estable y el Estado se encuentra endeudado hasta las cejas en los mercados financieros para atender los gastos ordinarios.
Un dato muy significativo, casi el 80% de los encuestados por el CIS reprueba la gestión de Zapatero, es decir, la práctica totalidad de los españoles sin importar preferencias políticas.
Pero la crisis no es la única razón por la cual el electorado está dando la espalda al presidente del Gobierno y, por extensión, a su partido.
En los dos grandes graneros de voto socialista, Cataluña y Andalucía, el PSOE atraviesa un calvario.
En la primera, por los desmanes nacionalistas del tripartito acaudillado por Montilla, que han alimentado el espectacular triunfo de Artur Mas y CiU.
En la segunda, por la podredumbre política, económica y social que han provocado tres décadas de Gobierno socialista omnímodo engolfado en la corrupción y el clientelismo.
Si a esto le añadimos la crisis larvada del PSOE madrileño y las decrecientes expectativas electorales de socialistas castellanomanchegos, el escenario trazado en la encuesta del CIS adquiere todo su significado.
Así, con una crisis estructural en lo económico, en lo político y en lo social, el PP se erige como único recambio posible.
El electorado popular se mantiene fiel. El socialista se disgrega y muestra su intención de quedarse en casa, ya que Izquierda Unida sigue a la baja y no recoge ni un solo descontento de un zapaterismo al que parece que se le va acabando la cuerda.