Este lunes, 10 de febrero de 2014, Santiago González publica en El Mundo una columna titulada ‘Confiar en el marido’ en la que arranca diciendo:
La democracia, Alteza, es un contrato de desconfianzas. No quiere esto decir que no sea creíble ese titular con el que tantos periódicos resumieron su lance judicial del sábado: «Yo confiaba en mi marido». Yo la creo
Añade que:
Usted confiaba en su marido. No ha dicho «y confío», no era una afirmación de presente. El amor, es lo que tiene, es una empecinada ceguera transitoria, una voluntad de equivocarnos con el otro.
Y concluye:
Se casó usted con el hijo de una familia nacionalista conocida en Vitoria. Su boda fue muy bien recibida en el PNV; después de todo, era lo más parecido a su sueño dorado del pacto con la Corona, por más que ahora el senador Anasagasti no cese de invocar el caso Urdangarin para proclamar: delenda est Monarchia.