Charo Zarzalejos

El puñetazo de González

Ignacio González, actual presidente de la la Comunidad de Madrid y candidato «in pectore» para las próximas autonómicas, en cuanto escucho las últimas declaraciones de Javier Rodríguez, hasta ayer consejero de Sanidad, recordando que Teresa Romero no se ha muerto, tomó la decisión de prescindir de él. Ya había pasado un mal trago cuando dijo aquello de que Teresa podía haber mentido o que no era necesario un master para ponerse un traje de protección. Las peticiones de dimisión fueron numerosas, pero entonces González decidió no mover un músculo. No le gusta tomar decisiones precipitadas aunque aquella puesta en escena del entonces su consejero de Sanidad no le gustaron nada.

Con la última aparición, Javier Rodríguez no debió ser consciente que estaba en tiempo de prórroga y tan no lo era que de nuevo cayó en el error. Y González decidió dar el puñetazo en la mesa y cesarle con el acuerdo generalizado de su gobierno. La Sanidad se ha convertido en un punto caliente del debate político y a estas alturas Ignacio González, que bastante tiene con las apariciones de Esperanza Aguirre, ha optado por quitarse lastre y afrontar los meses próximos con las menos polémicas posibles.

Ha hecho bien el presidente de la Comunidad de Madrid. En política, uno se puede equivocar a la hora de tomar una decisión e incluso decir alguna impertinencia en un momento de agobio, pero hay ocasiones, y esta es una de ellas, en las que las palabras son más que palabras. Denotan una actitud, una forma de «estar» que debe ser inadmisible. En política, como en periodismo, se puede decir todo, pero hay formas y formas de decirlo y en este caso, el de Javier Rodríguez, las formas han superado con mucho lo aceptable.

Dice el refrán que los humanos somos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestros silencios y a Javier Rodríguez, y de rebote al propio González, las palabras del ex consejero, le iban a perseguir como una sombra. Porque en contra de lo que se diga, las palabras no se las lleva el viento, y en política mucho menos porque en política la estética forma parte de la ética.

Con esta decisión de González, sumada a la de Rajoy de nombrar a Alfonso Alonso ministro de Sanidad, cabe esperar que, al menos en Madrid, esta pata fundamental del estado de bienestar entre por una deriva de mayor sosiego. De momento, y no es poco, lo que se ha conseguido es que nuestro sistema de salud deje de ser noticia por sus titulares. Alonso nada tiene que ver con Ana Mato que desde el primer día optó por ser invisible y hay que esperar que el nuevo consejero de González de al Presidente de la comunidad de Madrid la tranquilidad que tanto necesita para afrontar unas elecciones, las de Mayo, que van a ser a cara de perro y si hay que ladrar, ladrara él. En Génova han aplaudido la decisión de González que ha tenido la virtud de no plantear problema alguno «y tratándose de Madrid es un punto».

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