Pablo Iglesias ha dicho que, si fuera presidente, convocaría referéndums para que el pueblo español sea el que apruebe o no nuestra entrada en guerras futuras. Sin embargo, ya que tanto le gustan los referéndums, podría proponer uno para preguntar si deseamos o no acoger a los refugiados, antes de darles la bienvenida ostentosamente en las fachadas de los ayuntamientos, ya que vamos a mantenerles con nuestros impuestos, y van a suponer una amenaza para nuestra seguridad.
Estos pacifistas «hippies» de tercera generación hacen ostentación de gandhianismo vituperando guerras, mientras jalean las guerrillas antisistema, y, guiados por un samaritanismo filantrópico, quieren destruir los cañones a mosconazos.
Bien, pues podrían hacer románticas cadenas humanas en la Meca para pedir que los yihadistas nos dejen en paz, con cintas de flores en la frente; podrían hacer escraches a los imanes radicales que pululan por las mezquitas de España; podrían acampar en las avenidas de Riad pidiendo con un guitarreo persistente que nos abracemos como buenos hermanos; podrían poner claveles en las bocas de sus kalashnikov…
En las circunstancias dramáticas que vive Europa, vamos a introducir a casi 15.000 refugiados sirios en nuestra casa con alfombras rojas, arrojándoles flores y besos volados, jaleándoles con cartelones que contienen declaraciones de amor solidario, sabiendo a ciencia cierta que entre estos refugiados se infiltrarán un cierto número de yihadistas.
Les daremos piso gratis, 400 euros al mes, educación y sanidad gratuitas, trabajo… además de psicólogos, intérpretes, coranes, imanes, mezquitas… Vivirán a costa de nuestros impuestos, sin que nadie pueda asegurar que el día de mañana algunos de ellos -solo hicieron falta 7 terroristas organizados para poner en jaque a una ciudad como París- organicen una balacera en plena Puerta del Sol.
Pero estas acciones tan buenistas no solo ocurren en nuestro país. En Alemania y Austria, por ejemplo, ha surgido la aberrante iniciativa de quitar los símbolos religiosos de las iglesias cristianas, con el fin de no ofender a los refugiados musulmanes acogidos en ellas. Y no andan muy descaminados en prevenir el enfado de los pobres refugiados, que son tan susceptibles y fanáticos que no es infrecuente que rechacen airadamente los paquetes de comida que lleven el sello de la Cruz Roja, al grito de «¡Allah es grande!».
La crisis de los refugiados, a poco que se reflexione al margen de filosofías «onegés», plantea serios interrogantes que arrojan la sombra de la sospecha sobre esta avalancha que ha caído sobre Europa. Para empezar, habría que interrogarse sobre las verdaderas causas de por qué precisamente ahora ha caído sobre Europa este tremendo éxodo, cuando la guerra de Siria ya va por su quinto año. En un próximo artículo intentaremos desvelar los oscuros entresijos de este misterioso fenómeno.
El Derecho Internacional dictamina que el refugio ha de solicitarse en el primer país al que se llegue que no esté en guerra. Sin embargo, ellos quieren llegar como sea a Alemania y a Suecia, los dos países que más prestaciones dan a los refugiados. Teóricamente, éstos deberían volver a sus países en cuanto cesen las circunstancias bélicas, pero no parece que vaya a ser éste el caso, dados los recursos y facilidades que se les regalarán en los países europeos que los acojan, con lo cual pasarán a ser inmigrantes económicos.
Otra cuestión es si realmente son sirios todos los refugiados. En Grecia, sin ir más lejos, hay centros de acogida donde el 90% de los refugiados son afganos.
Y también cabe preguntarse por qué los riquísimos países del Golfo no han acogido ni un solo refugiado, a pesar de que solamente Arabia Saudí, por poner un ejemplo, cuenta con carpas climatizadas que pueden acoger a 3 millones de refugiados.
Sin embargo, pretende contribuir a la causa ofreciéndose para construir 200 mezquitas en Alemania para estos refugiados. Yo a esto lo llamaría islamización.
También es significativo que un gran porcentaje de refugiados sean hombres jóvenes en edad militar, en vez de mujeres, ancianos y niños.
Y mientras estos refugiados estarán disfrutando del bienestar comunitario, es posible que soldados europeos tengan que luchar en su lugar. ¿No quieren combatir, o -como dicen algunos investigadores- son excombatientes yihadistas que huyen de Siria a consecuencia de la intervención rusa?
Éste podría ser el caso del famoso Osama Abdul Mohsen -el refugiado que sufrió la zancadilla de una periodista húngara en la frontera entre Hungría y Serbia-, quien aterrizó en España, donde se le ha dado trabajo, y donde se fotografió con la plantilla del Real Madrid. Pero diferentes medios de comunicación han informado que este presunto refugiado pertenecía al yihadista Frente Al-Nusra.
Una joven alemana, católica de origen iraquí, se ofreció como voluntaria para ayudar a los refugiados. Según su testimonio, gozan de todo tipo de facilidades y comodidades para su integración, pero, lejos de mostrar agradecimiento, no cesan de exigir los más absurdos caprichos:
«En vez de caras felices y satisfacción infinita en los rostros de la familia a visitar, no veo nada más que problemas y quejas […] Piden vivir en el centro de las ciudades y en casas amplias con todas sus comodidades […] Un día me llama el padre de una familia siria de cuatro miembros, urgentemente y muy disgustado, y me dice «¡Venimos huyendo y queremos recuperar todo lo que hemos perdido en nuestro país: queremos conseguir una casa grande con un jardín, cerca de las comunidades árabes musulmanas, para practicar nuestras tradiciones y rezar juntos. Además, pido un «Smartphone» de alta tecnología! ¿Dónde están nuestros derechos humanos?» […] He visto, en un corto tiempo con los refugiados sirios, que son ingratos y mentirosos, solamente reclamando sus derechos sin preocuparse por sus obligaciones.
Fijaos, a pesar de la acogida y todas las ayudas que presta Alemania a los refugiados, casi todos los refugiados sirios con los que he estado, tachan a Alemania como un país «kafir- infiel», portador del pecado, porque no practica, el Islam y tarde o temprano los musulmanes conquistaran Alemania.
Al principio estuve entusiasmada, feliz y contenta en ayudar a los refugiados, pero en este momento siento sola una cosa: miedo».
Los españoles sabemos mucho de invasiones islámicas, pues no en vano nos costó una epopeya bélica de 8 siglos expulsar a los musulmanes de nuestro territorio, que fue conquistado fácilmente por la ineptitud de don Rodrigo, combinada con la traición de sus oponentes visigodos.
Y también sabemos bastante de terrorismo.
Con esta experiencia histórica, y en el actual clima terrorista que vive Europa, si se celebrara un referéndum sobre si acoger o no esta oleada masiva de refugiados musulmanes, ¿qué votaría usted?: ¿Sí, o no? ¿Welcome o goodbye? ¿Don Rodrigo, o don Pelayo, el forjador del espíritu de Covadonga, que inauguró épicamente la época donde comenzamos a ser españoles, espíritu que tanto necesitamos en esta hora decisiva de nuestra Patria?