Pedro Simón

«Jaume Matas tiene untados a Calleja, a Perrault y a los hermanos Grimm juntos»

"Jaume Matas tiene untados a Calleja, a Perrault y a los hermanos Grimm juntos"
Pedro Simón J.Rueda

Pedro Simón cree que no se puede contarle a los ciudadanos lo de la corrupción como si fuese un mero cuento:

En su incalculable ‘Como una novela’, Daniel Pennac apunta que leerle al hijo amenamente, contarle a menudo un cuento, sentarse a su lado y desplegar aunque sea el prospecto del Frenadol como si fuera el ‘Herald Tribune’, ayuda a anclar al pequeño (por imitación) con el hábito placentero de la lectura.

Por eso, cuando su ‘tablet’ se queda sin batería, yo me siento con los míos a leer ostentosamente. Lo que me pille a mano. Deprisa. Tan deprisa que a veces me pongo el libro al revés. El caso es que te vean. Porque ellos terminan levantándose del sofá y yendo a por sus cuentos. Y, como en una rueda de prensa del Consejo de Ministros, te piden que se los confirmes o se los desmientas.

Los cuentos son a los niños lo mismo que los informativos y los tertulianos son a los adultos: una manera de enterarse de qué va esto.

Destaca que:

Lo que ocurre es que empiezas a intentar explicarles el mundo con ‘Caperucita roja’ o ‘El gato con botas’ y, a medida que les va saliendo el bigotillo, te decantas por ponerles delante la revista ‘Mongolia’. Porque lo van a entender mejor si se lo toman con humor y al final no hay que comer obligatoriamente perdices, que -a diferencia del pollo- es ave que a los niños no les suele gustar.

Los que tienen el altavoz por el mango nos cuentan cuentos que tienen poca gracia. Cuentos que arrancan bien, en los que parece que el bueno es bueno y que luego acaban con 40 ladrones. Cuentos manidos, a los que les faltan páginas, reescritos, con mucha letra pequeña. Cuentos con dibujitos lisérgicos.

«Yo no sé muchas cosas, es verdad», escribía León Felipe, un zamorano que sabía mucho. «Digo tan sólo lo que he visto. Y he visto: que la cuna del hombre la mecen con cuentos, que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos, que el llanto del hombre lo taponan con cuentos».

Yo no sé ustedes, pero a mí últimamente me ocurre que cuando empiezo con uno ya sé cómo va a terminar. La princesa exculpada. Los siete enanitos trabajando sin contrato. El portavoz del Reino diciendo que ya no hay ratas. Los bufones a sueldo aplaudiendo la última astracanada del que paga. El caballero entrando a declarar en la Audiencia Nacional. Y con todos nosotros boquiabiertos frente al teatro de títeres (con perdón), echándole monedas al que nos pasa la gorra y la factura.

Y concluye:

Parece que viene otra crisis y esta vez ya no nos pueden contar el mismo cuento: lo de que érase una vez unos culpables que vivieron por encima de sus posibilidades y todo eso. La Policía vuelve a entrar a registrar la sede del partido político más importante del país y los registrados se borran del libro. En Valencia, Rita Barberá suspira, lanza las trenzas por la almena del castillo y nos deja a los lectores con puntos suspensivos. Matas tiene untados a Calleja, a Perrault y a los hermanos Grimm juntos. Y así todo.

No nos cuentan cuentos como si fuéramos niños (ya quisiéramos). Nos cuentan cuentos como si fuéramos idiotas.

A estas alturas, la verdad, ya no sé si a los míos les voy a arrancar las hojas de la actualidad o les voy a volver a dar ‘Los tres cerditos’.

Los cuentos. Los nuevos y los viejos cuentos. Cada amanecer tiene algo de rectificación de toda la historia anterior de la humanidad y del planeta, decía Umbral. Pero luego nada.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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