Jose María Carrascal

«Bélgica era un nido de terroristas que se movían a su antojo por el país»

"Bélgica era un nido de terroristas que se movían a su antojo por el país"
José María Carrascal. PD

José María Carrascal considera que en el seno de la UE se está rodando una reedición de ‘El silencio de los corderos’ en el que gran parte de los ciudadanos tenemos un destacado papel de extras:

¿Va a resultar Bélgica la culpable de los atentados terroristas que llenan de sangre aeropuertos, estaciones de metro, salas de concierto e incluso terrazas de café europeos? Por lo que estamos viendo y oyendo, sí. No es que Bélgica sea totalmente inocente es esta orgía de destrucción que están desplegando los yihadistas, pero ni mucho menos es la única culpable. Se trata de un país pequeño y, encima, dividido. Tan dividido que, en realidad son dos, con una parte francesa y otra flamenca que no se pueden ver. Formar allí gobierno es tarea de titanes y el actual ha tardado nueve meses en formarse (para que nos quejemos los españoles), con miembros de los más diversos partidos. Nada de extraño que la descoordinación entre los distintos ministerios e incluso entre las distintas fuerzas de seguridad sea enorme, habiendo, además, una enorme desconfianza entre ellas. Aparte de que los medios de que disponen son ínfimos para una tarea tan ardua y compleja como hacer frente a un ejército en la sombra como es el yihadista. Nada de extraño, por tanto, que Bélgica tenga un porcentaje de voluntarios en esa brigadas de la muerte escenarios mayor que cualquier otro país europeo.

Apunta que:

Pero esto se sabía, según me cuentan amigos en Bruselas, era la comidilla usual en los despachos y en los cafés. Que Bélgica era un nido de terroristas que se movían a su antojo por el país y, especialmente, por el barrio de Molenbeek, donde buscaron refugio los que habían perpetrado el atentado de París. Sin embargo, nadie dijo nada, nadie denunció nada, nadie exigió nada. Que es lo más grave de todo.

Europa, o más exactamente los europeos, estamos interpretando el «silencio de los corderos» ante los que vienen a degollarnos. Y lo estamos interpretando, no por resignación, sino por algo bastante más grave: por inconsciencia, por comodidad. Por creer que a nosotros no nos pasará, que les tocará a otros. A fin de cuentas, somos cuatrocientos millones y la posibilidad de que nos toque a nosotros es mínima. Mueren más españoles en unas de estas minivacaciones en las carreteras que han muerto en Bruselas en el último atentado terrorista.

Y recalca:

Lo que significa una actitud suicida. Porque no se trata de unos atentados. Se trata de una guerra, quiero decir, de un conflicto entre dos formas de vida que no puede acabar en armisticio sino en victoria de uno u otro bando. Y derrota del otro naturalmente. Los yihadistas tienen la ventaja de que no les importa morir por su causa. A nosotros nos importa, sobre todo, nuestra comodidad, no renunciar a nuestros pequeños placeres, lo que significa no hacer frente a la amenaza con toda la contundencia que exige. En una palabra: convertirnos todos en belgas. Pero cuando todos seamos belgas: ¿quién nos defenderá de los yihadistas?

 

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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