Manuel del Rosal García

El Estado aletargado

El Estado aletargado
Manuel del Rosal García. PD

«No son las malas hierbas las que ahogan la buena semilla, sino la negligencia del campesino»

Confucio, pensador chino

«Llevo helados para la fiesta»

Esa frase es la que permitió al terrorista de Niza entrar en la zona cerrada al tráfico donde se celebraba la Fiesta Nacional de Francia. Ninguno, absolutamente ninguno de los policías que le dieron el alto tuvieron interés en mirar si el camión de 25 toneladas llevaba helados.

Puede que la actitud de la policía sea el fiel reflejo de un país que, a pesar de que, desde el pasado enero, el terrorismo islámico le ha causado casi 300 muertos, permanece aletargado, casi dormido; en el sueño de lo políticamente correcto, el buenismo, el relativismo y toda la parafernalia judicial del Estado de Derecho que a este paso se está convirtiendo en el Estado de Desecho.

Y puede que ese aletargamiento se extienda a toda Europa, una Europa a la que hay que preguntar ¿hasta cuándo vas a permanecer dormida? ¿hasta cuándo mirarás a otro lado no queriendo ver que esto es una guerra y que como a tal debe ser tratada?

El Estado de Excepción se mantenía cuando el camión conducido por el terrorista se adentró en la zona de fiesta sin que nadie se le opusiera. Cinco palabras -«Llevo helados para la fiesta» – bastaron para que el Estado de Excepción quedara hecho añicos. No basta en declarar el Estado de Excepción, hay que concienciarse en que en él se está y actuar en consecuencia. No basta con firmar una orden, hay que ejecutarla.

No basta con decir que «La democracia los vencerá», hay que vencerlos. Y para ello es necesario que los políticos y la sociedad entiendan de una puñetera vez que nos han declarado la guerra, que vienen a por nosotros, que es la lucha por destruir una civilización e implantar otra.

Es una guerra y como tal hay que actuar. Si los políticos y la sociedad no se conciencian, estos bárbaros acabarán con Europa. Desgraciadamente los políticos temen tomar decisiones que afecten a los votos de los ciudadanos y los ciudadanos, que forman la sociedad, están intoxicados por las doctrinas del buenismo, de la tolerancia, del diálogo y del apaciguamiento, como si a estos bárbaros se les pudiera apaciguar con aspirina y tiritas cuando lo que necesitan es cirugía de urgencia; como si se pudiera dialogar con alguien que pone sobre la mesa del diálogo cientos de muertos y fusiles automáticos.

Esto es una guerra y parece ser que estos políticos y esta sociedad no están preparados para afrontarla; es una guerra con el enemigo dentro, enquistado en el músculo de la sociedad como la triquina se enquista en el músculo del cerdo.

Y se han enquistado porque nuestra sociedad es una sociedad líquida, sin forma, sin cohesión, débil, acomodaticia; no una sociedad sólida, fuerte, cohesionada, con valores. Y ellos lo saben, saben que pueden actuar dónde, cuándo y cómo quieran y saben también que gran parte de la sociedad; no solo no los acusará, sino que incluso los justificará y culpará a otros, e incluso se culpará a sí misma, en un ejercicio de estupidez supina.

Y esta sociedad que ha devenido de sólida a líquida, terminará si Dios no lo remedia, en una sociedad gaseosa que reventará en burbujas. Y esto será así porque el jardín de Europa lleva años siendo invadido por las malas hierbas; unas venidas de fuera y otras autóctonas. Y los jardineros responsables de mantener el jardín limpio del veneno que destilan esas malas hierbas, no lo hacen.

Son malos jardineros a pesar de disponer hoy, más que nunca, de los instrumentos, para erradicar esas malas hierbas; pero prefieren dormitar aletargados antes de tomar decisiones. Y son jardineros cobardes, negligentes, cómodos, que tan solo piensan en mantener su puesto de trabajo mientras ven como las malas hierbas ganan cada día más terreno.

Cuándo quieran reaccionar, no podrán hacerlo; las malas hierbas habrán echado raíces. Para entonces, estos malos jardineros se habrán reciclado en jardineros de malas hierbas y se pondrán al servicio de ellas, porque estos malos jardineros que hoy son los responsables del jardín de Europa desconocen lo que es trabajar para el bien o trabajar para el mal; tan solo trabajan para el poder.

Manuel del Rosal.

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