HAY un innegable punto estrafalario en que Donald Trump sea el nuevo presidente de Estados Unidos, como sugiere ya de entrada su alambicado turbo-tupé de brillos anaranjados.
Lo peculiar de la situación lo resumió ayer la portada del chocarrero «The Sun», que abría con una viñeta de los Simpson de hace 16 años.
Los magníficos dibujos animados de Matt Groening plantearon en el año 2000 una coña alocada: presentaron a Trump como presidente, ante la mirada atónita del botarate Homer Simpson. La gracia radicaba en el disparate. Hoy el chiste ya es real.
El candidato Trump trabajó con denuedo para mostrarse xenófobo, machista y faltón. También anunció proyectos inquietantes: el muro con México; el giro proteccionista y los aranceles a China, que podrían desatar una guerra comercial; y un repliegue en la vigilancia planetaria de EE.UU.
A partir de ahora, venía a decir Donald, el que quiera defenderse que se lo pague (pésima noticia para Europa, que vivía de traca con su seguridad apoquinada por los americanos).
El peso de la púrpura atemperará rápidamente muchas de esas boutades, que se irán al vertedero de la pirotécnica electoral (ayer ya masajeó a su denostado Obama). Pero aun así, resulta razonable que Trump genere rechazo.
Lo que ya no resulta tan normal es que nos echemos ceniza en la cabeza ante los exabruptos soeces del millonario neoyorquino, pero no arqueemos ni una ceja ante las tropelías reales que llevan perpetrando desde hace lustros otros mandatarios, algunos muy relevantes.
Pablo Manuel, Alberto Garzón, el extinto Sánchez, la tele al rojo vivo y los abajo firmantes no tienen queja alguna de Putin, hoy la mayor amenaza para el modo de vida europeo, quien no parece precisamente el summum del feminismo y cuyos opositores tienen la curiosa costumbre de que les da por morirse. Jamás he escuchado a un honrado progresista lamentarse de que Zuma, el sucesor del formidable Mandela, bate récords Guinness de corrupción.
Ni una crítica a la mangancia ya probada de Lula y Rousseff, a cuyo foro de Porto Alegre acudían de turismo congresual-tropical pensadores como el profesor Beiras, a fin de descubrir por dónde soplaba la brisa del progreso. Silencio total sobre las satrapías musulmanas.
Ni mu sobre que algunas de ellas contribuyeron a costear el ascenso del Daesh, que nos despanzurra a los europeos en las calles de nuestras más rutilantes ciudades.
Si el genocida norcoreano machaca a su pueblo a golpe de hambre y purgas es solo un personaje folclórico, de tebeo de Tintín. Irán, teocracia que acogota a mujeres y homosexuales, hasta nos paga tertulias de Pablo Manuel.
Maduro, ¡un crack del igualitarismo! Xi Jinping, el líder de China, el país más poblado del mundo y su segunda economía, refuerza su autocracia y aprieta el castigo a la disidencia. Bah, cae lejos, y además… son chinos. Los Castros Brothers llevan con el cortijo ¡desde 1959! Gente de paz, con buen rollo hasta con el Papa.
Aquí el único escándalo es Donald y su caspa. E Israel, por supuesto. No olvidemos nunca al luciferino Israel, que ha cometido el gravísimo pecado de construir el único país libre y próspero de su deplorable entorno.