HUMILLAR A ESPAÑA NO PUEDE SALIR GRATIS

España, el Himno, la Bandera, los ‘progres’ y cuando falla hasta el sentido común

No tiene sentido permitir al separatismo convertir al fútbol en rehén de otras provocaciones políticas basadas en un odio que puede llegar a generar violencia

España, el Himno, la Bandera, los 'progres' y cuando falla hasta el sentido común
Los silbidos, las pitadas, los insultos y la lógica. PD

UNA vez más, el independentismo catalán, con la cooperación necesaria del F.C. Barcelona y la indolencia de la Federación de Fútbol, ha convertido una final de la Copa del Rey en un aquelarre contra España, contra el Monarca y contra el himno nacional.

En España las ofensas contra los símbolos tienen un grado de permisividad jurídica inadmisible. Silbar al Rey, acallar con gritos y pitidos el himno, o portar banderas inconstitucionales como la estelada, suele salir gratis.

No es una simple falta de respeto ni un mero ejercicio de libertad de expresión. Es un ataque consumado a los sentimientos de la inmensa mayoría de españoles, que no tienen por qué soportar la instrumentalización política que hace del deporte un separatismo absolutamente minoritario denigrando a las instituciones.

Genera una sana envidia comprobar cómo en otros países de nuestro entorno, en democracias consolidadas como la española, un ejemplar sentimiento patriótico une a sus ciudadanos en torno a sus símbolos.

No se trata de acallar con instrumentos de censura las opiniones discrepantes de lo que realmente simbolizan España, o nuestra Corona, o nuestra Constitución. Se trata de no pervertir ni la letra ni el espíritu de nuestras leyes con la humillación deliberada y consentida de los valores y principios compartidos con orgullo por la gran mayoría de españoles.

Del mismo modo que el fútbol previene la violencia causada por grupos radicalizados o afines a políticas ultras en los estadios, no tiene sentido permitir al separatismo convertir al fútbol en rehén de otras provocaciones políticas basadas en un odio que puede llegar a generar violencia.

Si se previene y prohíbe en un ámbito, conviene prevenir y prohibir también en el otro. Es lamentable comprobar cómo nuestra legislación es laxa y permisiva en ese sentido.

España no solo está obligada a lograr una victoria moral y jurídica sobre quienes han tratado de laminar nuestra legalidad. También debe lograr una victoria social que impida que un estadio, o un acto objetivamente institucional como es una final de Copa, no sean el escenario de un espectáculo propagandístico del separatismo.

El Barcelona ha convertido cada final en la que participa en un absurdo acto de reivindicación política en defensa de falsedades. Si no le gusta la Copa, que renuncie a participar en ella.

En España no hay presos políticos ni repúblicas independientes. El separatismo ha roto la convivencia en Cataluña y sigue sin darse cuenta de que sus objetivos no se pueden cumplir.

Compete a la Federación Española de Fútbol, organizadora del evento, no ponerse de perfil y hacer todo lo posible para evitar este allamiento de los sentimientos y símbolos de los españoles. La Corona, la Constitución, la ley y nuestro himno nacional merecen el máximo respeto.

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