Este monstruo de maldad no merece ni una brizna de compasión
ETA ha encontrado en la polémica sobre la posible concesión de la libertad condicional al torturador de Ortega Lara un nuevo instrumento para humillar al Estado.
Desde que Zapatero decidiera solucionar el problema del terrorismo nacionalista vasco admitiendo a la banda como interlocutor válido en una negociación de igual a igual entre la democracia española y la organización criminal, el camino hacia la derrota del Derecho frente a la barbarie quedó definitivamente expedito.
Todo lo que ha sucedido después y que ha desembocado en la presencia de la banda en las instituciones tras la legalización de su filial política, no ha sido sino el desarrollo lógico de la ignominia cometida por el que hoy se sienta mudo e inane en el Consejo de Estado.
La libertad condicional por motivo de enfermedad grave o incurable exige el paso previo del recluso al tercer grado, medida que no es en absoluto obligatoria. La autoridad penitenciaria puede o no acceder a tal petición en función de las circunstancias de cada caso.
Por consiguiente, dado que Uribetxeberría no satisface ninguno de los criterios de la vía Nanclares, que es un etarra particularmente cruel y sanguinario que demostró estar dispuesto a dejar morir a un secuestrado de manera horrible incluso cuando la Policía ya le había detenido y localizado el lugar del encierro, y que además puede seguir su tratamiento perfectamente en la cárcel, el Gobierno debe negarse al tercer grado.
La tremenda presión chantajista que ETA ejerce en estos días para conseguir una nueva victoria demuestra precisamente que su pretensión no ha de ser aceptada.
Si es verdad que el Gobierno está comprometido con la aplicación estricta de la ley, lo que comprende tanto su letra como su espíritu, este monstruo de maldad no merece ni una brizna de compasión.
NOTA.- leer artículo original en ‘La Gaceta’