A la izquierda española, bien personificada en la figura de Pedro Sánchez o en la de Pablo Iglesias -tanto monta, monta tanto-, que apoya, fomenta y secunda la huelga de este 8 de marzo (8M) no le importan en absoluto los derechos de las mujeres o la igualdad entre ambos sexos.
El único propósito que persigue es el de demonizar a la derecha y el centroderecha para poder arañar un puñado de votos de cara al 28-A utilizando un grotesco argumentario que para las feministas radicales es el políticamente correcto. Definitivamente, y qué lamentable resulta tal circunstancia en un país como España, se trata de una convocatoria politizada y partidista que provoca una inaceptable polarización de la sociedad.
A la celebración de esta jornada, si es que se desea acudir, debería irse sin proclamas o siglas políticas porque, de hacerlo, se está pervirtiendo la verdadera naturaleza de un acto que nació con unos fines loables.
Ciertamente, resulta complicado leer el manifiesto de la Coordinadora Feminista, principal impulsora de las protestas con motivo del Día Internacional de la Mujer, sin soltar una ensordecedora carcajada.
Un alborozo que, tristemente, encierra a partes iguales bochorno y conmiseración, pues la proclama que rige el 8M posee puntos que evidencian que el dislate se ha apoderado por completo del feminismo radical y sus incondicionales, entre ellos la izquierda. Se sostiene, entre otras afirmaciones, que la opción del aborto en España «sigue sin estar reconocida» para las mujeres y «las personas con capacidad de gestar».
Una aseveración inaudita, desde luego, porque, ¿acaso existe otro ser humano que no sea la mujer que tenga la capacidad biológica de crear vida en su interior? Ante tal desatino, lo único que se puede determinar es que la ignorancia es muy osada, tanto que, incluso, llega a provocar perplejidad.
En España, desde 1985, sí existe la opción de la interrupción voluntaria del embarazo y está regulada a través del Título II de Ley Orgánica de Salud Sexual y Reproductiva (2/2010).
Por otro lado, se plantea la manifestación como un grito contra el sistema capitalista y el libre mercado. El argumentario aboga, entre otras cuestiones, por una gestión pública de absolutamente todos los servicios, desde la energía a la banca, así como una supresión de los tratados de libre comercio.
Un verdadero delirio comunista que no tiene cabida en el mundo actual, sólo hay que mirar la espiral de miseria y desigualdad, tanto en materia económica como social, presente en Venezuela o Cuba, dos países gobernados bajo las premisas del comunismo y el desprecio permanente por la prosperidad que conlleva la inversión privada.
¿Cómo es posible que el PSOE, el partido del Gobierno, abrace un manifiesto que nada tiene que ver con la consecución de la igualdad entre hombres y mujeres?
¿Cómo se explica que comulgue con unas ideas que llevarían a España a la destrucción de nuestro estado de Bienestar?
Resulta alarmante que la izquierda española, que ejerce su labor política en una de las democracias más plenas del mundo, no deberían olvidarlo, utilice un día tan señalado como este con la única ambición de alcanzar al poder.