Le atribuyen a Sánchez unas cualidades que no tiene ni por asomo. El simple hecho de afirmar o negar con toda rotundidad lo que le da la gana tiene hipnotizados a muchos. Pero en el presidente del gobierno, esa calamidad de persona, todo tiene truco. Habla así porque le salen los números y lo protege la Constitución, que no tiene previsto ningún modo de destituir a un presidente sinvergüenza.
Fue redactada en la confianza de que no habría ningún presidente más granuja que Felipe González y por ahí iban bien los tiros, pero ha llegado uno que fuera del gobierno no es nadie, y no lo quiere dejar. A Zapatero, por ejemplo, no le importa ser el mayordomo de Maduro, pero a Sánchez esos papeles no le hacen tilín. Claro que los del PP, Aznar y Rajoy, son colaboradores necesarios, por idiotas o por despabilados. Pero el que llegue ahora no tendrá más remedio que entrar a saco. Espero que no se confunda y empeore lo que está mal. Creo que la nueva Constitución la debería redactar un equipo de sabios que no tenga relación directa con la política. Por supuesto que habría que llevar a cabo algunas votaciones para reformar la Constitución.
Supongo que Sánchez cuando se vea perdido se irá de España. Tendrá que hacerlo con nocturnidad y alevosía, porque como empiecen los juicios contra él, no van a parar. Pumpido no podrá hacer nada, porque él también lo va a tener difícil. Todos esos jueces que obedecen ciegamente a Sánchez buscarán el modo de limpiar sus expedientes y el cambalache les será aceptado por la mayoría. Una vez que Sánchez ya no esté en el gobierno su palabra, esté dónde esté, será pura filfa. Nada. Baratijas que saldrán de su boca sin orden ni concierto, como ocurre con las de Yolanda, otra que tal.
