Los últimos días de Nietzsche

José Catalán Deus

‘Demasiado humano (los últimos días de Nietzsche)’ merece un notable. El texto de Jaime Romo, es una buena síntesis del pensamiento del filósofo alemán, aunque a veces tenga chistes fáciles, clara concesión al público español que gusta de tales lamentables morcillas. Ganó el Premio Lope de Vega 2005. La interpretación es buena también, con excesos en el mismo sentido histriónico, pero con actores maduros que dan la talla de un escenario intimista con el público a un metro. No podemos decir sin embargo que sea buena la escenografía, absoutamente insuficiente, fría y fea, y todo lo demás está en su sitio, aunque se eche a faltar más recursos teatrales, esas fuertes impresiones que sólo la creatividad puede darte y que no son directamente proporcionales al tamaño del presupuesto.

Estamos ante una obra panegírica, a mayor gloria del filósofo alemán, objeto de culto en las últimas dos décadas a raíz del centenario de su muerte en 1900. Pero en realidad, su exabrupto filosófico, lleno de sentido en su época, ha sido ampliamente superado por la realidad postmoderna, y hoy resaltan más sus contenidos reaccionarios, y su incapacidad para ofrecer una salida a un nihilismo ya decimonónico. Izquierdas y derechas venadas lo enarbolan aprovechando la ignorancia cada vez más extendida, pero a Nietsche habría que dejarlo reposar en su tumba, en su época y en su grandeza y limitaciones.

‘En un arrebato, Nietzche, se arrojó al cuello de un caballo maltratado por su amo, escribe Romo contando su obra. Tal vez en aquel momento estaba tomando esa decisión que todo filósofo se plantea alguna vez en su vida: hacerse el loco. Nietzche, demasiado romántico, demasiado vital, sincero, lúcido, trágico, cómico; a martillazos contra quienes por tener sangre de rana dejan que se les escape la vida, la única, y condenan a los que, como él, no se resignan, no se consuelan, no se someten. La venganza de Nietzche contra las sombras que les acompañaron durante toda la vida se transforma en explosión de luz, pirotecnia mental, en estos último días de la vida del filósofo hechos teatro. Lejos de los apesadumbrados héroes de Esquilo, más cerca del estrafalario-gruñón Eurípides. A lo largo de dos actos Nietzche es un espadachín que pincha las burbujas de las palabras para demostrarnos que están vacías’.

Demasiado humano (Los últimos días de Nietzsche) quiere reflejar el drama vital y creativo del filósofo Friedrich Nietzsche hasta su internamiento psiquiátrico después de su hundimiento psíquico. Todo lo que el Nietzsche-personaje dice en la obra lo dijo en algún momento de su vida, aunque de modo fragmentario y aforístico. El Nietzsche enfermo terminal es en la obra un Quijote que lucha no contra molinos imaginarios sino contra la tiranía de los conceptos y de los dogmas, a través de una aparentemente sencilla fábula moral que aglutina sucesos históricamente contrastados, explica también el programa de mano.

Es la segunda obra del autor Jaime Romo que ya estrenó El uno y el otro con esta misma compañía y que tras esa experiencia se ha vinculado mucho más al montaje teatral ejerciendo en este caso como ayudante de dirección además de autor. Romo asegura que el poder estar desde el principio en la dirección le ha enseñado mucho para su siguiente texto dramático. Aunque no era la primera vez que se acercaba a un escenario, ya que trabajó “como actor mediocre para superar la depresión”.

Jaime Romo es licenciado en Filosofía por la Universidad de Deusto y ejerce como profesor de filosofía. En Demasiado humano ha intentado que Nietzsche sea un personaje cercano a todos nosotros, observándole justo en los últimos días antes de su muerte, cuando su hermana y un doctor que le atendía, intentaban quedarse con todos los derechos de su obra y manipularla para que Hitler la utilizara como base de su ideológica de su Tercer Reich.

Aunque Demasiado humano está basado en filosofía, la representación no tiene discursos y teorías, ya que la esencia del pensamiento de Nietzsche se expresa a través de diálogos. El director asegura que los espectadores le comentan: “¿cómo es posible expresar la teoría de Nietzsche con esta agilidad y esa facilidad?” El director reconoce que su pretensión ha sido “por encima de todo, que la gente termine enamorándose perdidamente de Nietzsche y de su filosofía”. Lo cual, tal propósito y su sola formulación, hubieran bastado para que el moribundo echara espumarajos de rabia.

El jurado del Premio de Teatro «Lope de Vega» estuvo presidido por Mario Gas y compuesto por José Monleón, Juan Antonio Hormigón, Nacho García Garzón y Javier Villán.

En definitiva, teatro correcto aunque sepa a poco. Se expone su pensamiento en líneas generales pero no su tanto su drama humano, la ambivalencia física-mental de su enfermedad. Los personajes secundarios rozan el cartón más que la carne y hueso. Y la escenografía no es en absoluto digna del Teatro Español. La lucha interior del intelectual que aspiró a vencer a los dioses y las masas, y enloqueció en el intento, da para mucho más, es una de las alegorías más poderosas de nuestra época, vive en el corazón y el subconsciente de todos los rebeldes actuales -que no son los que dice la industria del entretenimiento- y produce aún mártires. Merece profundizarse en este tema, el tema del artista y el arte por excelencia. Pero para unas masas como éstas que nos rodean y unos dioses como los que pintan, quién quiere meterse en camisa de once varas.

LA IMPOSIBLE TAREA

Fragmento de ‘Más allá del bien y del mal:

» Ay, qué sois, pues, vosotros, pensamientos míos escritos y pintados! No hace mucho tiempo erais aún tan multicolores, jóvenes y maliciosos, tan llenos de espinas y de secretos aromas, que me hacíais estornudar y reír — ¿y ahora? Ya os habéis despojado de vuestra novedad, y algunos de vosotros, lo temo, estáis dispuestos a convertiros en verdades: ¡tan inmortal es el aspecto que ellos ofrecen, tan honesto, tan aburrido, que parte el corazón! ¿Y alguna vez ha sido de otro modo? ¿Pues qué cosas escribimos y pintamos nosotros, nosotros los mandarines de pincel chino, nosotros los eternizadores de las cosas que se dejan escribir, qué es lo único que nosotros somos capaces de pintar? ¡Ay, siempre únicamente aquello que está a punto de marchitarse y que comienza a perder su perfume! ¡Ay, siempre únicamente tempestades que se alejan y se disipan, y amarillos sentimientos tardíos! ¡Ay, siempre únicamente pájaros cansados de volar y que se extraviaron en su vuelo, y que ahora se dejan atrapar con la mano — con nuestra mano! ¡Nosotros eternizamos aquello que no puede ya vivir y volar mucho tiempo, únicamente cosas cansadas y reblandecidas! Y sólo para pintar vuestra tarde, oh pensamientos míos escritos y pintados, tengo yo colores, acaso muchos colores, muchas multicolores delicadezas y cincuenta amarillos y grises y verdes y rojos: — pero nadie me adivina, a base de esto, qué aspecto ofrecíais vosotros en vuestra mañana, vosotros chispas y prodigios repentinos de mi soledad, ¡vosotros mis viejos y amados pensamientos perversos! «.

Fragmento de ‘Humano demasiado humano’:

» Quien ha alcanzado la libertad de la razón, aunque sólo sea en cierta medida, no puede menos que sentirse en la tierra como un caminante, pero un caminante que no se dirige hacia un punto de destino pues no lo hay. Mirará, sin embargo, con ojos bien abiertos todo lo que pase realmente en el mundo; asimismo, no deberá atar a nada en particular el corazón con demasiada fuerza: es preciso que tenga también algo del vagabundo al que agrada cambiar de paisaje. Sin duda ese hombre pasará malas noches, en las que, cansado como estará, hallará cerrada la puerta de la ciudad que había de darle cobijo; tal vez incluso como en oriente, el desierto llegue hasta esa puerta, los animales de presa dejen oír sus aullidos tan pronto lejos como cerca, se levante un fuerte viento, y unos ladrones le roben sus acémilas. Quizá entonces la terrible noche será para él otro desierto cayendo en el desierto y su corazón se sentirá cansado de viajar. Y cuando se eleve el sol de la mañana, ardiente como un airado dios, y se abra la ciudad, puede que vea en los ojos de sus habitantes más desierto, más suciedad, mas bellaquería y más inseguridad aún que ante su puerta, por lo que el día será para él casi peor que la noche. Es posible que a veces sea así la suerte de este caminante. Pero pronto llegan, en compensación, las deliciosas mañanas de otras comarcas y de otras jornadas, en las que desde los primeros resplandores del alba, ve pasar entre la niebla de la montaña a los coros de las musas que le rozan al danzar; más tarde sereno, en el equilibrio del alma de la mañana antes del mediodía y mientras se pasee bajo los árboles, verá caer a sus pies desde sus copas y desde los verdes escondrijos de sus ramas una lluvia de cosas buenas y claras, como regalo de todos los espíritus libres que frecuentan el monte, el bosque y la soledad, y que son como él, con su forma de ser unas veces gozosa y otra meditabunda, caminantes y filósofos. Nacidos de los misterios de la mañana temprana, piensan qué es lo que puede dar al día, entre la décima y la duodécima campanadas del reloj, una faz tan pura, tan llena de luz y de claridad serena y transfiguradora: buscan la filosofía de la mañana. »

EL SUPERHOMBRE QUE ENLOQUECIÓ EN EL INTENTO

Friedrich Nietzsche (Alemania, 1844-1900) fue un filósofo alemán, poeta y filólogo, cuyo pensamiento es considerado como uno de los más radicales, ricos y sugerentes del siglo XX. Nació el 15 de octubre de 1844, en Röcken, Prusia. Su padre, un ministro luterano, murió cuando él tenía 5 años, y fue educado por su madre en una casa donde vivían su abuela, dos tías y una hermana. Estudió filología clásica en las universidades de Bonn y Leipzig, y fue nombrado profesor de filología griega en la universidad de Basilea a los 24 años. Su delicada salud (estuvo afectado toda su vida por su poca vista y sus constantes jaquecas) le obligó a retirarse en 1889. Al cabo de diez años sufrió una crisis nerviosa de la que nunca se recuperó. Murió en Weimar el 25 de agosto de 1900.

Además de la influencia de la cultura helénica, en particular de las filosofías de Sócrates, Platón y Aristóteles, Nietzsche estuvo influenciado por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, por la teoría de la evolución y por su amistad con el compositor alemán Richard Wagner. Escritor prolífico, escribió varias obras importantes, entre ellas El origen de la tragedia (1872), Así habló Zaratustra (1883-1885), Más allá del bien y del mal (1886), La genealogía de la moral (1887), El crepúsculo de los dioses (1888), El Anticristo (1888), Ecce Homo (1889) y La voluntad de poder (1901).

Uno de los argumentos fundamentales de Nietszche era que los valores tradicionales (representados en esencia por el cristianismo) habían perdido su poder en las vidas de las personas, lo que llamaba nihilismo pasivo. Lo expresó en su tajante proclamación «Dios ha muerto». Estaba convencido que los valores tradicionales representaban una «moralidad esclava», una moralidad creada por personas débiles y resentidas que fomentaban comportamientos como la sumisión y el conformismo porque los valores implícitos en tales conductas servían a sus intereses. Nietzsche afirmó el imperativo ético de crear valores nuevos que debían reemplazar los tradicionales, y su discusión sobre esta posibilidad evolucionó hasta configurar su retrato del hombre por venir, el ‘superhombre’ (übermensch).

De acuerdo con Nietzsche, las masas (a quien denominaba «rebaño», «manada» o «muchedumbre») se adaptan a la tradición, mientras su superhombre utópico es seguro, independiente y muy individualista. El superhombre siente con intensidad, pero sus pasiones están frenadas y reprimidas por la razón. Centrándose en el mundo real, más que en las recompensas del mundo futuro prometidas por las religiones en general, el superhombre afirma la vida, incluso el sufrimiento y el dolor que conlleva la existencia humana. Su superhombre es un creador de valores, un ejemplo activo de «eticidad maestra» que refleja la fuerza e independencia de alguien que está emancipado de las ataduras de lo humano «envilecido» por la docilidad cristiana, excepto de aquéllas que él juzga vitales.

Nietzsche sostenía que todo acto o proyecto humano está motivado por la «voluntad de poder». La voluntad de poder no es tan sólo el poder sobre otros, sino el poder sobre uno mismo, algo que es necesario para la creatividad. Tal capacidad se manifiesta en la autonomía del superhombre, en su creatividad y coraje. Aunque Nietzsche negó en multitud de oportunidades que ningún superhombre haya surgido todavía, cita a algunas personas que podrían servir como modelos: Sócrates, Jesucristo, Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Shakespeare, Goethe, Julio César y Napoleón. Al concepto de superhombre se le reprochó a menudo ser el fruto de un intelectual que se desenvuelve en una sociedad de amos y esclavos y ha sido identificado con las filosofías autoritarias. Muchos eruditos niegan esta lectura ideológica y lo atribuyen a una mala interpretación de la obra de Nietzsche.

Aclamado poeta, Nietzsche ejerció mucha influencia sobre la literatura alemana, así como sobre la literatura europea y la teología. Sus conceptos han sido discutidos y ampliados por personalidades como los filósofos alemanes Karl Jaspers y Martin Heidegger, el filósofo judío alemán Martin Buber, el teólogo germano-estadounidense Paul Tillich, y los escritores franceses Albert Camus y Jean-Paul Sartre. La proclama de Nietzsche «Dios ha muerto» fue utilizada por teólogos radicales posteriores a la II Guerra Mundial (en especial por los estadounidenses Thomas J. J. Altizer y Paul van Buren) en sus intentos por adecuar el cristianismo a las décadas de 1960 y posteriores.

En uno de los homenajes al inolvidable Nietzsche que en la red habitan, se incluye esta frase de ‘Así Habló Zaratustra’: » Has venido hacia mi antes que el sol: hacia mi que soy el mas solitario. Somos amigos de siempre: nos son comunes nuestra tristeza, y el fondo de nuestro ser: el sol mismo nos es común. Como sabemos demasiadas cosas no nos hablamos; callamos y nos comunicamos nuestro saber por medio de sonrisas. » (El Poder de la Palabra, www.epdlp.com, Barcelona – Nueva York)

INFORMACIÓN ÚTIL

Demasiado humano (los últimos días de Nietzsche)
de Jaime Romo, Premio Lope de Vega 2005
Sala Pequeña del Teatro Español
Compañía Traspasos, Mikel Gómez de Segura y Charo Fernández Insausti.
De martes a sábado 20,30 horas
Domingo 19,00 horas
Precio: 15 euros
Martes y miércoles, día del espectador: 11 euros

Intérpretes
Alfonso Torregrosa………….Nietzsche
Elisenda Ribas………….……Alvina, el aya
Rafael Martín………….……..Moebius
Goizalde Núñez……………..Elizabeth
Eduardo Mac Gregor………..Overbeck
Susana Hernáiz…………Lou-Andreas Salomé
Txema Blasco………….………Hartman

Vestuario: Beatriz San Juan
Iluminación: Oier Ituarte
Música: Aitor Agiriano, Nietzsche
Ayudante de dirección: Jaime Romo
Dirección y escenografía: Mikel Gómez de Segura
Producción: Traspasos Kultur

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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