Karl August Rudolf Steinmetz

El ingeniero alemán que cobró a Henry Ford diez mil dólares por dibujar una simple cruz

El excéntrico hombre solicitó una libreta, un lápiz, una mesa y un camastro para dormir al pie del motor

Karl August Rudolf Steinmetz (1865-1923) nació en Brestau, Silesia, población que forma actualmente parte de Polonia. Su padre era ferroviario, de ideología socialista, lo que provocó que en varias ocasiones tuviera que refugiarse en la clandestinidad de los bosques huyendo de la policía.

Karl August fue un joven muy poco agraciado, de baja estatura y espaldas cargadas, tenía sus caderas deformes, aunque era muy inteligente. Recibió el apodo de Proteus por parte de una tía desde su niñez. Estudiaba en la Universidad de su ciudad natal (Breslau), y escribía artículos de protesta sobre la inestabilidad del país, lo que le llevó a ser perseguido por la policía, por lo que, el joven ingeniero tuvo que huir de su país sin terminar el doctorado que estaba realizando, estableciéndose en Zurich, Suiza, que le sirvió de trampolín para emigrar a los Estados Unidos de Norteamérica. Cuando Steinmetz llegó, encontró a dos de sus principales expertos, Thomas Alva Edison y el de origen croata Tesla, debatiéndose sobre que electricidad era la mejor, si la continua o la alterna. El alemán se decidió firmemente por la segunda, desequilibrando la balanza. Pronto halló trabajo en una pequeña industria eléctrica de Nueva York, pero pronto la General Elctric le ofreció un puesto de ingeniero en su prestigiosa empresa, pero Steimetz declinó el ofrecimiento, alegando lealtad al empresario que primero lo contrató, ya que había confiado en él cuando emigró a América. Pero la poderosa sociedad, que ansiaba hacerse con sus servicios, no dudó en comprar la pequeña empresa para hacerse con sus servicios.

Trabajando ya en General Electric, resultó que la planta Ford de River Rouge (Michigan), tenía problemas con un gran generador eléctrico de gran tamaño recientemente adquirido,. Nadie sabía como resolverlos y, por ello, llamaron in extremis al ingeniero Steinmetz.

El excéntrico hombre solicitó una libreta, un lápiz, una mesa y un camastro para dormir al pie del motor. Durante dos días se encerró en la sala donde estaba la máquina que no funcionaba, mandando echar toda la gente para que no le importunasen en sus cálculos. Después pidió una escalera y una tiza. con gran dificultad, debido a su condición física (era casi un enano), pudo encaramarse y trazó con gran cuidado una cruz en X. Terminados sus estudios y cálculos le comunicó a los técnicos que debían desmantelar una placa lateral del generador y eliminar dieciséis vueltas de la bobina a partir del punto marcado con la tiza. Con gran desconfianza, los técnicos ejecutaron las ordenes de Steinmetz y el motor comenzó a funcionar perfectamente con gran asombro de los presentes.

Pocos días después, Henry Ford recibió la factura del ingeniero alemán por un importe de 10.000 dólares. El empresario, alarmado por semejante cuantía, devolvió la factura, solicitando un desglose de los conceptos que contenía. Steinmetz lo complació generando una nueva factura que contenía los siguientes extremos: marca de tiza en el generador, un dólar, saber donde hacer la marca 9.999 dólares. Satisfecha la petición al empresario automovilístico, la factura fue abonada.

Steinmetz continuó con sus trabajos basados en el estudio de los circuitos con corriente alterna. También estudió los materiales ferro-magnéticos y desarrolló un pararrayos que podía ser conectado a las vías de transmisión, evitando que los rayos dañasen los equipos electrónicos. En 1920 se hizo profesor a tiempo parcial de la Universidad de Schenectady (Nueva York) hasta su muerte.

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