El Dictador. II

Por Carlos de Bustamante

( Durante las cincuenta horas que estuvo abierta la capilla ardiente en la sala de Columnas del palacio de Oriente, se calcula que pasaron por ella para mostrarle su último respeto entre 300.000 y 500.000 personas,) (*)

Comentados someramente en El Dictador I los acontecimientos de la guerra civil, considero ahora preciso traer a colación otros aspectos posteriores a ella, para conocimiento de los desmemoriados u olvidadizos, que no iletrados. Me viene con esto a la memoria: “In hoc signo Vinces”. Cruzada. Alzamiento Nacional. Capitán General. Caudillo. Generalísimo de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire. Descanse en paz.

Conseguida por el Generalísimo que fuera España la primera nación en derrotar a la superdictadura comunista, hubo que hacer frente a la situación más que complicada en que quedó nuestra Patria tras los tres años de hostilidades. Robadas las reservas de oro de las arcas españolas y disfrutando de ellas la Unión Soviética, hubo que partir de cero patatero. El Caudillo fue, sí, el artífice de la Victoria. Mas como con vencer no basta si no se convence, el forjador de la victoria sin paliativos, cargó sobre sus hombros la enorme responsabilidad de culminar la obra emprendida con un éxito sin precedentes. Sin arredrarse por el caos en que había quedado sumida España tras la imponente contienda, no quiso el Caudillo en la guerra dejar cabo sueltos en la paz.

Aún recuerdo la situación: campos sin producir por la ausencia de quien los cultivase alistados como estuvieron durante tres años interminables en uno u otro bando.

Eminentemente agrícola por entonces España, los hogares recuperaron casi todos sus componentes, pero la carestía de alimentos adquirió proporciones alarmantes. Pero hubo más y mayores dificultades. Cuando los pequeños o los mayores propietarios pudieron labrar sus tierras, casi todas de secano, la lluvia no acudió en su ayuda. Como una de las mayores plagas bíblicas, las nubes emigraron durante varios años a otras latitudes. España padeció sed y hambre. Éste fue el panorama al que hubo de enfrentarse el invicto Caudillo. Mayor dificultad que la paz conseguida con no pocos sacrificios humanos, era entonces la dificultad de supervivencia o un mínimo de bienestar en pueblos y ciudades. Ni el prestigio que ostentó con categoría mundial, fueron suficiente motivo, para que en plena efervescencia la democracia, nuestra Patria sufriera en momentos cruciales el más riguroso abandono por parte de las naciones demócratas. Y con el abandono, la nula ayuda en las más perentorias necesidades. Tan básicas como el suministro de alimentos de dudoso pago. (Recuerden como fue Rusia quien disfrutó de nuestras reservas de oro).

Piano, piano y con el sólo apoyo de Argentina, una eficaz política agraria de Franco y su gobierno, los secarrales otrora grandes productores de cereal, volvieron a producir convertidos en feraces tierras de regadío. Piano, piano y con tesón incomparable, también la industria se fue abriendo paso en el concierto mundial. Vinieron las lluvias. Luz al final del túnel.

Cuando el peligro comunista, marxista-leninista se dejó notar como enemigo público número uno de Occidente, España y su Caudillo se hicieron notar en Europa y en el mundo entero. Entonces y sólo entonces, el sacrificio de España y su “dictablanda” fueron reconocidos y valorados. Fiel al que fuera salvador en la guerra, España “casi entera” lo fue en los inicios de paz y prosperidad.

En llegando a este momento, creo oportuno tratar, someramente siquiera y desde mi particular punto de vista, el porqué de la denostada dictablanda mencionada.

Tan “bien” inoculado estaba el veneno comunista, que fue preciso combatir primero a los “maquis”, fuertes en los Pirineos, y tomar medidas -impopulares a veces por la infiltración, ideológica sobre todo-, por el gobierno con el que se produjo el resurgir de España. Con errores propios de todo ser humano, el Jefe del Estado se vio precisado a gobernar con dureza por los restos de los que habían causado los anteriores grandes males. Pudo, tal vez el Caudillo, delegar sus funciones en gobiernos de tipo europeo y más democrático, pero era tanta la sangre derramada para restablecer el orden, la justicia y la prosperidad, que el proceso no pareció conveniente, por arriesgado, tomar otros derroteros.

Piano, piano de nuevo, el Jefe del Estado, tomó las medidas oportunas, aún incomprendidas por quienes no vivieron etapas anteriores. Como en la guerra no desciendo a tantos y tan concretos logros que devolvieron a nuestra Patria, un estado de bienestar del que hoy disfrutamos pese a las trabas de los todavía odiadores resentidos por la inapelable derrota.

Sin poder ni querer ocultar mi admiración por quien fue, realmente, adalid como defensor de la Patria en peligro inminente de ser otro satélite en la constelación soviética, quiero hacer público un documento testamentario que, aún conocido, se oculta como contrapeso abrumador en la balanza de aciertos y errores del que, repito, si no murió en combate, sí fue ejemplo de amor y Amor a lo más sagrado de nuestras ancestrales creencias a la vez que a España y tradicional monarquía.

Como epitafio indeleble, hizo suyo el lema hasta las últimas consecuencias: Dios, Patria y Rey. ¿No lo recuerdan? Pues copio literalmente lo expresado a la hora de la verdad el testamento que resume el porqué de su entrega a los más altos ideales. Los que no soportan los odiadores:

TESTAMENTO DE FRANCO.

“Españoles: Al llegar para mí la hora de rendir la vida ante el Altísimo y comparecer ante su inapelable juicio pido a Dios que me acoja benigno a su presencia, pues quise vivir y morir como católico. En el nombre de Cristo me honro, y ha sido mi voluntad constante ser hijo fiel de la Iglesia, en cuyo seno voy a morir. Pido perdón a todos, como de todo corazón perdono a cuantos se declararon mis enemigos, sin que yo los tuviera como tales. Creo y deseo no haber tenido otros que aquellos que lo fueron de España, a la que amo hasta el último momento y a la que prometí servir hasta el último aliento de mi vida, que ya sé próximo.

Quiero agradecer a cuantos han colaborado con entusiasmo, entrega y abnegación, en la gran empresa de hacer una España unida, grande y libre. `Por el amor que siento por nuestra patria os pido que perseveréis en la unidad y en la paz y que rodeéis al futuro Rey de España, don Juan Carlos de Borbón, del mismo afecto y lealtad que a mí me habéis brindado y le prestéis, en todo momento, el mismo apoyo de colaboración que de vosotros he tenido. No olvidéis que los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta. Velad también vosotros y para ello deponed frente a los supremos intereses de la patria y del pueblo español toda mira personal. No cejéis en alcanzar la justicia social y la cultura para todos los hombres de España y haced de ello vuestro primordial objetivo. Mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica multiplicidad de sus regiones como fuente de la fortaleza de la unidad de la patria.

Quisiera, en mi último momento, unir los nombres de Dios y de España y abrazaros a todos para gritar juntos, por última vez, en los umbrales de mi muerte, ¡Arriba España! ¡Viva España!”.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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