Por José María Arévalo
(Grupo de la Virgen, el Niño y San Juan Bautista de La Roldana)
El pasado día 8 de julio publicábamos, en nuestro artículo “Tres o cuatro meses más sin Berruguete”, que el Museo Nacional de Escultura reabrió sus puertas el pasado 10 de junio, tras tres meses cerrado al público por la irrupción de la pandemia, manteniendo la exposición, inicialmente prevista hasta el 19 de abril, en el Rincón Rojo, titulada “El retablo del banquero. Berruguete en la iglesia Santiago de Valladolid”, con piezas del retablo de la Epifanía del gran manierista. Lo hacíamos sin saber cuanto tiempo permanecería esta exposición en el Rincón Rojo, más que nada por comentar la mayor novedad que dio la prensa con la noticia de la reapertura: que ha quedado pospuesto y sin fecha el regreso al Museo de San Gregorio y a la Iglesia de Santiago, de las tallas de Berrugete que se enviaron para su exposición en la National Gallery of Art de Washington y desde el 17 de febrero en el Meadows Museum de Dallas, donde estaba previsto permanecerían hasta el 26 de julio.
Pero nuestro Museo de Escultura expone ahora, desde el 3 de julio, en el Rincón Rojo, las últimas adquisiciones que pasarán a la colección permanente tras esta exposición temporal titlada ‘Nuevas obras, distintas miradas’. Son dos obras de Luisa Roldán, una de Juan de Mesa, otra de Pedro de Mena y una tercera de Salzillo. Supongo ha sustituido ya a la exposición sobre la Epifanía de Berruguete, aunque la noticia no lo explicita, pero el Rincón Rojo es un espacio más bien reducido.
Ahora sí nos dice la información que esta pequeña muestra temporal de las últimas adquisiciones permanecerá hasta el 1 de noviembre. Y que en la planta baja del Museo también hay otra obra de estreno, que en la inauguración de la exposición anterior, antes del confinamiento, había anunciado ya la Directora del Museo, la maqueta del Retablo de San Benito Real, que permite al público ubicar las piezas que se muestran normalmente –ahora no, por la exposición en Dallas- en tres salas, dado su enorme tamaño.
“El museo –escribía Victoria M. Niño en El Norte de Castilla, sobre la exposición temporal ‘Nuevas obras, distintas miradas’-, centrado en la escuela castellana, completa así la visión de la escuela andaluza y la levantina. Casi todas han sido adquiridas cuando sus dueños han pedido un permiso de exportación por lo que el Ministerio decidió asegurar su permanencia en España.
Esta «pequeña y exquisita» muestra comienza con dos esculturas de Luisa Roldán, que fue escultura de cámara con Carlos II y Felipe V. El Grupo de la Virgen con el Niño y san Juan Bautista «pertenece a su última etapa en la corte, donde estuvo entre 1684 y 1706, y solo hay otra parecida en una colección en Estados Unidos», apunta el conservador Miguel Ángel Marcos. La otra pieza de la artista es la transposición a barro modelado de una estampa devocional de la Virgen de Atocha, «era una práctica común porque los devotos querían tener en casa un objeto parecido al que solían rezar en el templo. Sabemos que copia un grabado de 1694».
(Inmaculada de Juan de Mesa)
La otra parte de la exposición está dedicada a las ‘inmaculadas’, «un tema fundamental en el barroco, cuando en el XVII se origina el movimiento inmaculista que reclamaba la concepción inmaculada de la propia virgen en el vientre de santa Ana, algo que se convirtió en dogma en 1864». Por una parte está la de Juan de Mesa, de 1610, «fue un escultor del taller de Montañés y la policromía es posterior». Y por otra, la de Pedro de Mena, «desaparecida hasta 1950 y que hizo a petición del obispo de Córdoba que quería decidir entre él y Pedro Roldán para un encargo mayor». Esta Inmaculada deberá ser restaurada.”
“Nuevas obras, distintas miradas”, reúne las últimas cinco piezas adquiridas por el Estado entre 2015 y 2019. “Son esculturas religiosas -Escribe Ana de la fuente en el Diario de Valladolid, que reproducimos también porque añade interesante información- de cuatro creadores que, en algún momento de la historia, fueron olvidados injustamente. El tesón de muchos investigadores consiguió reubicarlos en el lugar que merecen. Las obras se presentan ahora en el estado en que se encontraban en el momento de su adquisición y dos de ellas deberán ser sometidas a un proceso de restauración.
La presencia de una escultora y la discutida devoción sevillana por la Inmaculada es el hilo rojo que cose esta exposición.
Luisa Roldán (La Roldana) firma dos pequeñas piezas con las que el museo, según señaló Miguel Ángel Marcos, conservador del MNE, «salda una deuda pendiente» con esta gran artista que fue escultora de cámara con Carlos II y Felipe V. Es la primera y única mujer que expone su obra en el Museo. El éxito de sus obras hizo que la mayor parte acabaran en manos de particulares. A pesar de estar catalogada como una de las mejores representantes del barroco español del siglo XVII, su condición de mujer le relegó durante mucho tiempo a un segundo plano y le obligó a abrirse camino con valentía en un mundo de hombres y sortear muchos obstáculos.
Parte de su producción estuvo orientada a la realización de pequeños grupos escultóricos modelados en barro y policromados con los que obtuvo notable éxito en los círculos cortesanos. Ejemplo de ello son las dos piezas expuestas en el Rincón Rojo en las que la artista andaluza «despliega todo su saber y meticulosidad», subrayó Marcos.
El grupo de La Virgen con el Niño y San Juan Bautista pertenece a su última etapa en la corte. La Roldana actualiza en clave intimista un tema bien conocido por las interpretaciones renacentistas de las Sagradas Familias de Rafael y renovadas en el barroco gracias a Rubens o Murillo. Su segunda obra es La Virgen de Atocha, una suerte de transposición al barro sin policromar de una estampa devocional que copia un grabado de un tratado de 1694. Una práctica común porque los devotos, apuntó Miguel Ángel Marcos, «querían tener en sus casas un objeto parecido al que solían rezar en los templos».
El segundo núcleo de la muestra gira en torno a una polémica teológica reavivada en la España de la Contrarreforma: el inédito protagonismo en la religiosidad popular de la Virgen María como modelo de mujer perfecta, pulcra e inmaculada. Un dogma, elevado por Felipe III a categoría de Estado, que encontró en el arte un gran arma propagandística.
Del éxito de esta representación dan cuenta tres magníficas esculturas realizadas en tres momentos y tres lugares del Sur: la Sevilla de comienzos del Siglo de Oro y la obra de Juan de Mesa; la Málaga de finales del siglo XVII con la producción de Pedro de Mena y la Murcia dieciochesca con Francisco Salzillo.
Así, mientras la Inmaculada de Juan de Mesa -repolicromada a mediados del siglo XVIII por un experto pintor- y la de Pedro de Mena están realizadas en diferentes materiales como madera, vidrio, carey o hilos de bronce, la de Francisco Salzillo es de barro cocido y está policromada.
«Todas son piezas excepcionales de artistas virtuosos. Son un bocado exquisito», remarcó Manuel Arias. Con su adquisición, «el Museo aumenta su discurso, rellena lagunas, contextualiza parte de su colecciones y completa matices».
Nos han parecido estupendas las nuevas adquisiciones, y los autores mucho más conocidos de lo que se comenta en las reseñas, hoy primeros espadas todos ellos. Así que encantados de admirar estas bellezas y de que amplíen nuestro museo. Estas seguro que no van al famoso almacén – del que todavía puede verse la exposición en el palacio de Villena, con el título “Almacén. El lugar de los invisibles”-.