Recuerdos del Sáhara. El loro de Smara

Por Javier Pardo de Santayana

(Un lago en el oasis de Ubari)

Ahora que vuelve a hablarse del Sáhara en España porque se favorece la opción de adjudicárselo a Marruecos, lo que supone no sólo favorecer el enriquecimiento de este país musulmán con las importantes minas de fosfatos, sino también y sobre todo aumentar su presión sobre Canarias y su entorno oceánico, estoy ya tan harto de aguantar la ineptitud de nuestros gobernantes que doy un salto en el vacío y me acerco a aquel desierto tocando un tema vivido  por mí en aquellas tierras. Yo sabía, como todo el mundo, que los loros aprenden a hablar, mas nunca había tenido la ocasión de comprobarlo. Creía que su habilidad consistiría en emitir algunos sonidos parecidos a la voz humana, lo cual ya me parece suficientemente meritorio. Pero oí al loro de Smara y quedé asombrado de la fidelidad con que la ave citada es capaz de reproducir no sólo la voz del hombre, sino sus silbidos, y también la armonía de la música, con todos sus matices de fusas, semifusas y bemoles.

El loro de Smara era uno de aquellos loros grises que exhiben algunas plumas rojas en sus alas. Estos loros son con razón reputados como los más locuaces, y según creo, proceden del continente africano. Por otra parte, no era difícil suponer lo que daba de si la imaginación del legionario y la necesidad que éste tendría de matar el tiempo en las hostiles soledades del desierto. Así que no sería de extrañar que aprovechase la capacidad oratoria, amén de otras habilidades, de aquel ave que solía estar posada a la entrada del bar de Smara en un lugar ad hoc desde donde mostraba sus habilidades a los legionarios. Allí exhibía, por ejemplo, su aguzado instinto de conservación y sus reflejos para la supervivencia: cuando, por ejemplo, los legionarios arrojaban cerillas encendidas hacia el lugar donde posaba. Y era  increíble constatar la habilidad con la que se libraba de ellas con simples movimientos de cabeza parecidos a los que hacen los boxeadores para evitar los golpes del contrario.

Y no era infrecuente que llegara a su cercanía algún oficial de tropas nómadas, al que inmediatamente distinguía por la exótica indumentaria de su larga y airosa capa azul y blanca y por sus “nailas”, es decir, por sus robustas sandalias de cuero claro que dejan al descubierto los dedos de sus pies. Cito lo cual porque desde el momento en que entraba camino al bar alguno de estos militares, empezaban a advertirse en nuestro amigo gestos de un evidente nerviosismo, como si aquella figura que se le acercaba fuera instintivamente incompatible con el conocido ambiente legionario. Esperaba por tanto receloso el loro  a que se le aproximase aquel intruso, y no bien le había rebasado exclamaba: “Nóoomada, c…ón” con un soniquete decididamente intencionado y ofensivo, o sea cargando mucho sobre el primer acento, que dejaba resonando un largo instante, y apoyando luego claramente la sílaba postrera, como si en ella volcase toda su evidente animadversión de legionario.

También recuerdo de él lo que ocurrió durante una vista que quedará para la historia. Estaban, por lo que se ve, los legionarios a la espera de cobrar unas dietas que se estaban retrasando demasiado, cuando se anunció la visita del General Gobernador del Sáhara. ¿Y qué ocurrió? Pues que algún oficial que se sentía particularmente preocupado por la citada tardanza concibió un procedimiento ciertamente llamativo para que el General se hiciera cargo de la situación de espera, así que se le ocurrió contar con la participación de tan activo loro. Así que, llegado el día y terminada la visita, cuando el general fue invitado a reponer sus fuerzas en el bar. y en un momento en que se hizo un silencio de aquellos que suelen atribuirse al paso de un ángel,  se oyó de pronto una voz en off que preguntaba “¿Y de las dietas, qué?”

PS: Nunca olvidaré la hora del desayuno. Estaba el comedor todavía con las sillas apoyadas sobre la superficie de la gran mesa corrida cuando el loro, que por lo visto se sentía eufórico, debió juzgar que era el momento de mostrar su repertorio: todos los toques de corneta, los himnos, y hasta la marcha del Puente sobre el río Kwai iban saliendo perfectos, exactos, con todos sus detalles y matices.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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