Manolo Sierra en la sala Rafael

Por José María Arévalo

(Manolo Sierra en la sala)

Hasta el 30 de noviembre, Manolo Sierra expone en la sala Rafael, de Miguel Iscar, 30 obras, en una muestra que titula ‘Tierras de Pan y Barro’, y que supone su reencuentro con la temática del paisaje mesetario, 13 años después de su última aproximación en la ya desaparecida sala Lorenzo Colomo. De Sierra recuerdo haber comentado al menos una exposición, en artículo que publiqué en estas páginas el 5.12.18 y que titulaba “Manuel Sierra en formato pequeño”, la exposición que el autor tituló “Diario de Babia”, y que se pudo ver en el Bar Puerto Chico, calle Nicasio Pérez 1, a un paso de la plaza de San Juan, en horario de bar, un tanto distinto del de sala de exposiciones (en Rafael, ahora, de 11,30 a 14 y 18 a 21).

Comentaba hace unos días Antonio Corbillón – el 21.10- en El Norte de Castilla, que el pintor leonés vuelve al paisajismo una década después y expone sus recientes creaciones, ya que salvo una pieza, el resto son creaciones de este 2022 “de un siempre prolífico Sierra (sale a cuatro presentaciones anuales)”. Y añadía: “Manuel Sierra se ha quedado solo como último representante del llamado Grupo de Simancas, el colectivo de pintores que halló en este pueblo acomodo y libertad hace 40 años. La todavía no muy lejana muerte de Félix Cuadrado-Lomas (hace 11 meses) le ha dejado como testigo crepuscular de aquel grupo que formaron también Domingo Criado, Jorge Vidal o Gabino Gaona. Y, aunque su estilo sea distinto, pareciera que este pintor, montañés de Babia trasplantado en la meseta desde hace más de medio siglo, tomara el testigo de Cuadrado-Lomas.

Declaraciones de Sierra

«El recuerdo de Félix es inevitable y deseado -admite-. Fue uno de mis deslumbramientos cuando llegué a Simancas. Yo venía de la tradición pictórica. De lo rotundo y sólido. Y Félix me convenció de que todo era posible. Él está detrás de esa solidez».

«Es una exposición mucho más silenciosa que las anteriores porque la elección de Castilla como tema comporta silencio», advierte de entrada Sierra (Villablino, 1951). Una Castilla de las carreteras secundarias, aquellas que recorría con su padre juez que le mandaba fijarse en los contornos de la geometría del secano.

Y quieta. Además de doméstica. Aunque asomada siempre a alguna ventana en un juego de interiores/ exteriores que acercan aún más sus «escenas casi eucarísticas de pan y vino, otros de los motivos que mandan en estas ‘Tierras de Pan y Barro’. Un gran contraste con su tierra de origen: la frondosidad de Babia.

Sierra desliza trazos apenas rotos por la perpendicularidad de sus cipreses, algún palomar y el dominio del adobe. En la sala Rafael (nunca había expuesto en ella) se muestra una Castilla de secano y mediodía, de luz cenital «para que no desaparezca la sombra» . De cielos dorados y calor de verano, a veces roto por unas hojas verdes que refrescan la calorina como si se colara una ráfaga de viento.

Todo piezas de técnica mixta sobre lienzo salvo cuatro creaciones sobre cartón. En una vitrina hay también un ‘collage’ de obras de todo un poco para que no queden dudas de la versatilidad del artista.

Manuel Sierra vivió el confinamiento con el privilegio del «silencio y el encierro», cómplices necesarios de cualquier creador. Que no es otra cosa que «observar y escuchar: observar el exterior y escuchar el interior». Y que le ha llevado a reivindicar, una vez más, el paisaje «después de tanto ruido». Y tanta caducidad.

Lo que no tiene tan claro es qué mandará en su próxima cita con una galería. Porque el Manuel Sierra verborreico y muy descriptivo al hablar de su obra, en realidad no razona mucho las cosas. «Lo pienso mientras lo hago porque me interesa la dialéctica del momento», aclara. La muestra, que ayer ya era un hervidero de fieles de su inconfundible estilo, permanecerá hasta el 20 de noviembre en Rafael.”

Grupo Simancas

No sabía yo que Sierra pertenecía al grupo Simancas hasta el comentario recogido ahora por El Norte de que es el “último representante del llamado Grupo de Simancas”. Desde luego la más completa exposición de este grupo, que comenté también en estas páginas el 6.05.2011, y titulé “El Grupo Simancas en el Patio Herreriano”, no lo mencionaba. “De Cuadrado Lomas y Gaona -escribía entonces-, los triunfadores del grupo, gracias a la iniciativa privada, hemos tenido varias exposiciones antológicas en los últimos años, las últimas, que comenté en este blog, del primero en Diciembre del año pasado, en el colegio Lourdes, y de Gaona en febrero del 2008, en Caja España, un año después de su fallecimiento. Así que nos sabe a poco la selección incluida ahora en el Patio Herreriano, que es ciertamente significativa aunque no sea lo mejor de ambos. (…) Del Grupo Simancas dice Fernando Gutiérrez Baños, comisario de la exposición que ocupa las salas 6 y 7 del Patio Herreriano, que “fue, ante todo, un grupo de amigos carente de un planteamiento estético definido más allá de una apuesta por una plástica renovadora que condujo a sus miembros a explorar distintos lenguajes de la modernidad (en ocasiones, más contemporáneos, en ocasiones, pertenecientes a la más veneranda tradición de las vanguardias históricas). Su compromiso con la tierra que los vio nacer se concretó en una reivindicación identitaria y esencialista de los campos de Castilla que se inserta en la mejor tradición paisajística del arte contemporáneo español”.

El comisario de aquella muestra continuaba; “Félix Cuadrado Lomas (1930), carismático y buen conocedor de la tradición pictórica universal y local, se convirtió, le guste o no, en el “maestro” que propició la formación del núcleo original del grupo. Su arte, de raíz cubista, representa la tierra y la tradición. Jorge Vidal (1943-2006), en cambio, representa la aportación exterior. Este artista chileno llegado a Valladolid en 1967 y asentado definitivamente en nuestra ciudad en 1976 realizó una obra colorista inserta en los debates más actuales sobre la creación pictórica. Domingo Criado (1935-2007), comunicador por naturaleza y por profesión, alumbró un arte expresionista cuajado de emoción que se manifestó en distintos medios, siendo capaz de integrar en una poética personal lo mejor de su entorno. Gabino Gaona (1933-2007), protagonista de primera hora del grupo junto a Félix Cuadrado Lomas, realizó un arte vitalista que supo evolucionar desde un expresionismo historicista hasta un expresionismo genuinamente contemporáneo. Jacobo (1932), seudónimo y marca comercial por el que se conoce al pintor y galerista Fernando Santiago, realizó una obra de fuerte sentido plástico siempre truncada por sus sucesivas aventuras empresariales. Finalmente, el acuarelista y grabador Francisco Sabadell (1922-1971), mayor por edad y por trayectoria y prematuramente desaparecido, allanó el camino a las actividades del grupo por su estrecha relación con el mundo de la poesía y por su interés por el paisaje. Sus amigos mantendrían siempre vivo su recuerdo.”

El mejor retrato del Grupo Simancas

Tampoco mencionaba en el Grupo Simancas a Manolo Sierra el mejor retrato de la historia del Grupo Simancas que creo fue el que publicó el 29 de Noviembre del 2009 el Norte de castilla, curiosamente sin firma, con los titulos “Abocados al olvido” y “El Grupo Simancas, que renovó la pintura castellana, aún espera el reconocimiento de su región”. Creo vale la pena recoger lo principal: “El periplo hasta convertir Simancas en un símbolo de apertura fue tan sinuoso como sus calles y no escribió allí sus primeras páginas, sino en Valladolid. A mediados de los cincuenta, una generación de mentes inquietas empezaron a confluir en la librería Relieve, ubicada junto a la Catedral. «Venía gente de todo tipo, hasta falangistas y carlistas. Lo que nos unía a todos era hablar de literatura», recuerda Pepe Rodríguez, ‘Pepe Relieve’, superviviente del trío de hermanos ‘catedráticos’ de aquel espacio, «aula de vanguardia» que impartía «licenciaturas en humanismo», como fue calificado hace 25 años por el periodista Santiago Amón, uno de sus ‘alumnos’ aventajados.

Pepe y su «memoria de librero» sigue al pie del cañón, cultivando el surco intelectual que sembraron sus hermanos Domingo y Pablo (Blas Pajarero). Por allí se dejarían caer, entre otros muchos, Francisco Pino, Jiménez Lozano, Justo Alejo, Francisco Plaza, Emilio Salcedo, Fernando Altés (que después dirigió EL NORTE), Corral Castanedo… «Era el único espacio cultural amable para gente que iba a contracorriente», asegura el doctor Ramón Torío, otro de los jóvenes asiduos de la librería. Y por ella empezaron también a dejarse caer los pintores. «Teníamos allí una carpeta en la que dejábamos dibujos por sí vendíamos algo», recuerda Cuadrado Lomas. Si se sacaba algo, siempre se podía utilizar para comprarles tabaco a los que eran detenidos.

Vender algo no dejaba de ser un sueño en una ciudad que nunca había sido amable con sus artistas. En aquellos tiempos apenas se reconocía la obra de Frechilla, García-Lesmes o Capuletti (éste, en la distancia). Otros, como Francisco Sabadell, habían tirado ya los pinceles. «Lo que más les acabó uniendo fue la indigencia, porque ninguno vendía nada», comenta Torío. El deseo de «ponerle luces a una ciudad apagada y en tiempos duros», tal y como lo vivió la entonces recién llegada a la gestión de la Obra Social y Cultural de la Caja Provincial de Ahorros, María del Amor Calleja, les aglutinó. Además encontraron poco a poco cómplices.”

“A un recuperado -continuaba El Norte- Francisco Sabadell, se unieron Cuadrado Lomas o Gaona, entre otros. Su pasión por aprender y viajar hizo el resto. Junto con Fernando Santiago, que aparcó su proyección como pintor para ser el galerista de todos, recorrieron Europa para verlo todo y enamorarse de autores como Rothko, maestro del expresionismo abstracto. «Queríamos hacer las cosas con la máxima libertad y, para eso, primero había que ir fuera y ver», reflexiona hoy Santiago.

Fueron años de viajes colectivos por Portugal, norte de Europa, Italia y Francia en busca de inspiración. Y entonces les deslumbró el brillo de Saint Paul de Vence, la villa cerca de la Costa Azul en la que residieron Matisse, Chagall, Renoir o Modigliani, y escritores como André Gide o Cocteau. A Fernando Santiago se le ocurrió hacer algo parecido en Valladolid. Gabino Gaona, el escultor Pablo Prieto y él mismo lo intentaron en Urueña. «Era un pueblo abandonado, todo de tierra -rememora el galerista-. Le echamos el ojo a una casa que después fue en la que creó Joaquín Díaz su fundación. Pero la cosa no cuajó».

En aquellos primeros años setenta, Simancas no era el coqueto cogollo de casas recuperadas arracimadas en torno a su Plaza Mayor. Siempre a contracorriente, mientras el pueblo hacía las maletas y se iba a la ciudad, estos artistas se buscaron a sí mismos en el pueblo. Pero Simancas no era el espejo de Saint Paul de Vence. Ramón Torío, que buscó casa para seguir aquella corriente, recuerda el «rechazo suave de un pueblo anclado en el XIX al que llevamos costumbres del XX más europeo». El ‘maestro’ Cuadrado Lomas entiende que «marcábamos un sentido de la bohemia muy francés, pero allí estaba reconocido y aquí, no». Además, «tampoco ellos hicieron nada por hacerse amables a la ciudad», admite Torío.

Pero el que resiste gana. Las salidas colectivas al campo a pintar, las parrandas y meriendas consolidaron amistades y compromisos. Enrique Gavilán, crítico de EL NORTE, les llamó los nuevos ‘fauves’, para relacionarlos con los maestros de Saint Paul de Vence. «Nuestros pintores actuales son paisajistas de modo principal e intérpretes de un paisaje -el de Castilla- fuerte de color y radiante de luz», decía.”

Bajo el ladillo ‘Ventanas’, continuaba el artículo: “Arcón 7 (sus restos aún son visibles en Simancas) y Jacobo (Valladolid) fueron las primeras ‘ventanas’ que su marchante, Fernando Santiago, abrió para ellos. Más tarde, Gabino Gaona encontró la complicidad de María Calleja y la Obra Social de la Caja para abrir en el pueblo La Casa Vieja, que mantuvo una intensa labor de exposiciones, lectura de poemas o pequeños conciertos y presentación de libros. Todo esto apuntaló al grupo, al que se sumaron Domingo Criado y Jorge Vidal. El chileno llegó a Valladolid, tras escala en Hamburgo. «Lo recuerdo con su maletita y sus dibujos, muerto de hambre. Le pagué el primer bocadillo y la pensión», sonríe Pepe Relieve. Vidal inyectó nuevos aires y les «internacionalizó», gracias también a la llegada de su compañera, Jo Stempfel, a la que conoció en Portugal.

Pasaron los años, y todos ellos se hicieron no sólo reconocibles sino incluso imprescindibles en el paisaje cultural. Ahora, en menos de dos años (entre el 2006 y el 2007) han desaparecido Jorge Vidal, Criado, Gaona y Jo Stempfel. Y el tiempo hasta hoy transcurre entre el papeleo judicial para el reparto de herencias y la certidumbre de muchos intelectuales de que no se ha hecho justicia a los que sembraron la tierra de colores y permiten hoy una abundante cosecha de artistas. Innumerables colecciones privadas acumulan gran cantidad de obra y los tímidos intentos públicos han preferido esperar al remate judicial de sus legados.”

Cientos de obras de Vidal y Stempfel, en depósito judicial

Finalmente informaba de que, en un almacén de las Cortes de Castilla y León, la Fundación Villalar es el depositario judicial de cientos de obras de Vidal y Stempfel. “Además de la catalogación y custodia y en espera de lo que dicten los jueces, sus gestores confían en «poder hacer una retrospectiva de todo el Grupo Simancas antes de la próxima fiesta del Estatuto», explica su director-gerente, Javier Merlo. Los contactos con sus familias, ambas foráneas, permiten albergar esperanzas de que su obra permanezca en la tierra donde fue creada”.

Bueno, esa retrospectiva del artículo de El Norte de 29 de Noviembre del 2009 pudo ser la exposición del Herreriano del 2011 que hemos reseñado también. Y no conozco otra, así que me alegro de esta noticia de que el Grupo Simancas sobrevive en Manolo Sierra. Aunque para mí, Sierra es, más que otra cosa, un buen ilustrador, y así lo comenté en la crítica a su exposición “Diario de Babia”, de finales de 2018.

 

(Obra de Sierra)

Un buen ilustrador

“Sierra me ha recordado -escribí entonces- a la generación de ilustradores de los 70, a la que dedicó nuestro Museo Patio Herreriano una estupenda muestra -que comentamos en estas páginas con ese título el 15.07.16- y de la que comentó su comisario, Felipe Hernández Cava, que “fue la primera generación que trató de organizarse y de luchar para que los derechos de los dibujantes tuvieran un reconocimiento del que carecían”, y que era mucho más «que una exposición de dibujos para niños», por cuanto es la expresión de una generación que defendió su «trabajo siendo el mejor artesano posible», por cómo habla de su cercanía «al arte pop y su renovación», por el empeño en «cambiar la sensibilidad de los lectores, la importancia educativa de su trabajo» y por el resultado, «la transformación del gusto estético popular de un país».

Hasta ese momento las ilustraciones eran una reproducción gráfica del texto de los libros, mientras que entonces los ilustradores comenzaron a introducir nuevos elementos con los que “el adulto podía crear una lectura distinta, porque mediante la ilustración podíamos crear cosas que no estaban en el texto”.

Me acerqué a la exposición de Sierra al día siguiente de la inauguración –que fue el 20 de noviembre- acompañando a un buen amigo que tiene varios cuadros suyos, y que de entrada me comentó no le parecía aquel espacio expositivo, en una pared de un bar de barrio, apropiado para la talla de Manuel Sierra. – Quizá lo tienes supervalorado, le comenté. Pero lo cierto es que de los veinte cuadros expuestos tenían ya círculito rojo como vendidos, nada menos que 16. Como eran las once de la mañana del primer día completo de la muestra, significaba que ya lo había vendido casi todo en la inauguración. –Eso dice mucho de su valía –añadí-, cuando tan poco se vende desde la crisis económica. Mi amigo preguntó entonces en el bar el precio y le dijeron que a doscientos euros, lo que es ciertamente asequible teniendo en cuenta, aunque se trata de cuadros de pequeño formato todos, que llevan un estupendo enmarcado.”

“Otro amigo al que se lo conté -continuaba-, que conoce bastante a Sierra, me dice que es un persona muy simpática, y que ha tenido mucho predicamento entre la izquierda por su activismo, del que contaremos algo al final. Pero quede claro que a mi me da igual, es el aspecto artístico el que me interesa. También de cierta categoría es la invitación que Sierra ha cursado, que recibió mi amigo; lleva una buena reproducción de uno de los cuadros, con la que ilustro de entrada este artículo.”

“En efecto, la cercanía al arte pop, que decíamos de los ilustradores del 70, es evidente en Sierra, que sigue la técnica que pusieron de moda Andy Warhol y sus compañeros. (…) El efecto de superficies planas de Warhol y los pop se minimiza en Sierra con una hábil y efectista introducción de sombras en los objetos que describe, tazas, cafeteras, etc., y una perspectiva nada fotográfica que recuerda la que introdujo Cézanne con su teoría de observar con los dos ojos. Por cierto el color en Sierra me recuerda también el que utilizó el gran impresionista, “el padre de todos nosotros” como le calificó –cito de memoria, lo he escrito no hace mucho- Picasso.

Como recogía la información de aquella exposición sobre el pop art, este “fue apreciado y aprobado por el público gracias a sus formas fáciles y divertidas y a sus contenidos, que podían ser captados sin dificultad. Al espectador le gustaba reconocer objetos corrientes en los cuadros porque así se ahorraban el esfuerzo que representaba la interpretación de las obras del expresionismo abstracto, pero no comprendieron su carga de ironía y de ambigüedad. El Pop es el resultado de un estilo de vida, la manifestación plástica de una cultura caracterizada por la tecnología, la democracia, la moda y el consumo, donde los objetos dejan de ser únicos para producirse en serie. Se sirve de los objetos industriales, de los carteles, de los artículos de consumo comercial. Describía lo que hasta entonces había sido considerado indigno para el arte: la publicidad, las ilustraciones de revistas, los muebles de serie, los vestidos, las latas de conservas, los «hot-dogs», botellas de coca-cola. etc. Esto se lleva al arte, surgiendo un estilo desnudo y mecanizado de series reproducidas que enlaza directamente con el mundo de la publicidad”.

Biografía de Sierra

Sobre su biografía encontramos –por ejemplo en Wikipedia- que “Manuel Sierra (Villablino, León; 1951) es un pintor, muralista, dibujante, ilustrador y diseñador gráfico español. Ha colaborado como escenógrafo teatral y es editor habitual de grabados, serigrafías y litografías”. En su propia web añade que “es pintor de formación autodidacta y de tendencia figurativa. Su actividad pictórica se desarrolla en los campos de la pintura (óleo, acrílico, acuarela, cera y técnicas mixtas), del muralismo, de la ilustración, de la escenografía teatral y de la edición (grabado, serigrafía y litografía). Se dedica a esta actividad de forma exclusiva desde finales de los años 70. Expone con regularidad en circuitos de galerías nacionales e internacionales y acude periódicamente con su obra a Ferias y Bienales.

Es curioso que no mencione para nada Wikipedia su pertenencia al grupo Simancas, pero es que tampoco la “página oficial” del pintor que menciona Wikipedia dice nada de ello. En fin, yo no creo que quepa incluirle en el grupo Simancas, aunque es cierto que los temas de esta exposición actual de la sala Rafael son más próximos a lo que podríamos llamar el ideario del famoso grupo vallisoletano; pero me parece que no son los suyos predominantes, y así lo acredita que esta exposición de ahora es, como reseñaba El Norte, una vuelta al paisaje mesetario después de diez años . Bueno, doctores hay.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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