CIENCIA Y AMOR ANIMAL

Del ratón ciervo al ser humano: así quedamos en el ranking secreto de la monogamia animal

Un nuevo análisis genético compara cómo se emparejan distintas especies y sitúa a los humanos en un lugar inesperado del ranking de monogamia reproductiva

Un ratón ciervo
Un ratón ciervo

La idealizada imagen de la pareja humana “para toda la vida” coexiste con aplicaciones de citas, divorcios rápidos y relaciones abiertas. Sin embargo, al examinar nuestra especie desde el prisma de la genética, los resultados revelan un panorama menos caótico del que se podría pensar: en términos generales, los humanos presentan un comportamiento bastante monógamo.

Un reciente estudio dirigido por la Universidad de Cambridge ha cuantificado esta intuición y ha elaborado un ranking de emparejamientos entre mamíferos que permite comparar, con datos concretos, cuán similares son nuestras familias a las de otras especies.

Qué ha medido realmente la ciencia cuando habla de “monogamia”

El trabajo, publicado en Proceedings of the Royal Society B, no indaga sobre con quién se acuesta cada individuo, sino que analiza cómo se estructuran las familias a lo largo del tiempo.

Para ello, el antropólogo Mark Dyble y su equipo desarrollaron un modelo que calcula, a partir de datos genéticos, qué porcentaje de niños en una población son hermanos completos (que comparten padre y madre) frente a medio hermanos (que solo comparten uno de los progenitores).

  • Cuantos más hermanos completos, más firme y duradera tiende a ser la relación entre parejas.
  • Cuantos más medio hermanos, más habitual es el cambio de pareja o la reproducción con múltiples individuos.

El estudio se refiere a monogamia reproductiva, no a conducta sexual. Es decir:

  • Se centra en quién cría y engendra juntos a los hijos.
  • No puede registrar aventuras, infidelidades o relaciones ocasionales que no resulten en descendencia.

Para el caso humano, el equipo combinó:

  • Restos de sitios arqueológicos como cementerios de la Edad del Bronce en Europa.
  • Datos provenientes de poblaciones históricas, como comunidades neolíticas de Anatolia.
  • Información genética de 94 sociedades contemporáneas, abarcando desde cazadores-recolectores en Tanzania hasta comunidades rurales en Indonesia.

El resultado es una especie de radiografía global sobre cómo se han formado las familias humanas en contextos diversos a lo largo de milenios.

El ranking de monogamia: en qué puesto caen los humanos

Un dato destacado es claro: los humanos presentan un 66% de hermanos completos, colocándonos en el séptimo lugar entre once especies consideradas socialmente monógamas.

El ranking presentado por el estudio queda así:

  1. Ratón ciervo de California – 100% de hermanos completos
  2. Perro salvaje africano – 85%
  3. Rata topo de Damaraland – 79,5%
  4. Tamarino bigotudo – 77,6%
  5. Lobo etíope – 76,5%
  6. Castor euroasiático – 72,9%
  7. Humanos – 66%
  8. Gibón de manos blancas – 63,5%
  9. Suricata – 59,9%
  10. Lobo gris – 46,2%

En el otro extremo del espectro, muy lejos del grupo “fiel”, se encuentran especies como la oveja Soay escocesa, que apenas presenta un 0,6% de hermanos completos, reflejando un sistema reproductivo altamente promiscuo.

La gran sorpresa surge al comparar con nuestros parientes más cercanos:

  • Gorilas: alrededor del 6% de hermanos completos.
  • Chimpancés: cerca del 4%, cifras similares a las observadas en algunos delfines.

Es decir, desde una perspectiva genética, las familias humanas son mucho más parecidas a las de los castores o las suricatas que a las de otros grandes primates.

Monogamia social vs monogamia sexual: no es lo mismo

Una clave para entender este ranking radica en distinguir dos conceptos que suelen confundirse:

  • Monogamia social:
    • Pareja estable que cría junta durante varias temporadas o prolongados periodos.
    • Puede haber cópulas ocasionales con otros individuos.
    • Es la forma más común de monogamia en la naturaleza.
  • Monogamia sexual:
    • Exclusividad total en las copulaciones dentro de la pareja.
    • Mucho más rara entre los animales.

El estudio realizado por Cambridge, en esencia, mide algo cercano a la monogamia social, centrándose en la estabilidad del vínculo reproductivo y no tanto en la ausencia total de relaciones paralelas.

En humanos también intervienen factores que complican aún más el panorama:

  • Anticoncepción.
  • Normativas sobre matrimonio y divorcio.
  • Sistemas permitidos de poliginia en ciertas culturas.
  • Adopciones y recomposición familiar junto con otros arreglos sociales.

A pesar de todo esto, al combinar todos estos elementos desde una perspectiva genética histórica, se observa que nuestra especie tiende hacia vínculos relativamente duraderos y cooperativos para criar a sus hijos.

Curiosidades del “top ten” de la fidelidad mamífera

Más allá del puesto ocupante por los humanos, el ranking revela algunas historias interesantes:

  • El ratón ciervo californiano, líder indiscutible con un 100% de hermanos completos; una especie que ha llevado al extremo la estabilidad reproductiva.
  • Tanto el perro salvaje africano como el lobo etíope, destacan por sus sistemas cooperativos para cazar y criar donde el núcleo reproductivo está bien definido.
  • El castor euroasiático, combina vida en pareja con tareas compartidas como construir diques y cuidar juntos a sus crías.
  • Las suricatas viven organizadas en grupos complejos pero cuentan con estructuras familiares bastante estables; esto explica su posición relativamente alta en el ranking.

En este contexto, situar a los humanos en medio del ranking sugiere una especie moderadamente fiel pero aún lejos del podio reservado para los campeones absolutos.

Otros animales “románticos”: del pingüino al caballito de mar

Si ampliamos nuestra visión más allá del ámbito mamífero, encontramos especies que frecuentemente aparecen mencionadas cuando se habla sobre parejas “para toda la vida”.

Entre las más mencionadas están:

  • Los pingüinos, donde muchas especies forman parejas estables que se reencuentran cada temporada durante la cría. Ambos progenitores cuidan y alimentan a sus crías; cualquier intento por cortejar a otra pareja ajena suele acabar malamente.
  • Los cisnes, que buscan pareja desde sus primeros años y mantienen esa relación estable durante toda su vida. Sus gestos amorosos han inspirado numerosas metáforas románticas debido a sus cuellos entrelazados formando corazones.
  • Los caballitos de mar (Hippocampus), conocidos por formar vínculos muy estrechos; hay observaciones donde uno permanece junto al otro tras su muerte e incluso puede dejar de alimentarse por su duelo. Su rituales incluyen “danzas” sincronizadas acompañadas por cambios cromáticos sorprendentes.
  • Los lobos grises forman núcleos familiares donde una pareja central comparte labores tanto para cazar como para cuidar a sus crías.
  • Entre los primates destacan los gibones como ejemplos claros de monogamia social; suelen criar juntos mientras habitan las copas arbóreas.

Cabe señalar que muchos casos exhiben fidelidad no necesariamente “romántica” desde nuestra perspectiva humana; más bien actúan como estrategias eficaces: cuando las crías demandan tiempo y energía considerablemente altos, colaborar como pareja incrementa las probabilidades de supervivencia.

Datos locos del amor animal que relativizan nuestra idea de pareja

El ranking sobre monogamia mamífera resulta aún más intrigante cuando se cruza con otras particularidades fascinantes del reino animal:

  • En algunas aves como los cisnes negros hay parejas conformadas por dos machos; mientras tanto ciertas gaviotas han mostrado vínculos estables entre hembras criando juntas.
  • El famoso pez payaso combina monogamia con un sistema único conocido como hermafroditismo secuencial: todos nacen como machos; si falta una hembra adulta dentro del grupo, el macho dominante transforma su sexo para ocupar ese rol buscando siempre estabilidad territorial junto a una anémona específica donde formar familia.
  • Algunas aves denominadas “agapornis” o “pájaros del amor”, desarrollan vínculos tan intensos que tras la muerte uno puede enfermar o mostrar una drástica disminución actividad vital.

En este marco general resalta una diversidad asombrosa:

  • Poliginia, poliandria y promiscuidad coexisten junto a parejas estables o tríos cooperativos.
  • Vínculos efímeros o duraderos según recursos disponibles o presión depredadora.

De este modo, tanto humanos como animales demuestran que la monogamia aparece menos como un imperativo moral y más bien como una opción evolutiva entre muchas posibilidades.

Qué dice todo esto sobre nosotros (y qué no)

El estudio realizado por Cambridge subraya un matiz esencial: que los humanos presentemos un 66% de hermanos completos no implica necesariamente que nuestra especie sea “naturalmente fiel” ni tampoco indica uniformidad cultural entre nosotros.

Más bien nos invita a reflexionar sobre tres ideas clave:

  • La cooperación entre parejas para criar hijos ha sido un rasgo recurrente dentro nuestra historia colectiva.
  • La combinación entre monogamia reproductiva y diversidad cultural presenta matrimonios múltiples así como divorcios o familias extensas.
  • Comparar con otras especies ayuda a poner bajo perspectiva aquella visión romántica acerca del amor eterno como única opción “natural”.

En resumen, aunque este ranking no prescribe cómo deberían ser nuestras relaciones humanas también recuerda algo inquietante pero liberador: incluso al analizarlo desde una fría perspectiva genética, lo cierto es que el amor humano continúa pareciendo un pacto colaborativo destinado al largo plazo. Al final del día —y como sucede casi siempre— lo interesante radica precisamente en cómo negociamos ese pacto tan único.

La selección de las mejores marcas de termómetros

TERMÓMETROS CLÍNICOS

Aquí encontrarás la oferta actualizada de estos dispositivos de salud

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído