El cambio climático está provocando veranos mucho más largos y secos

Los efectos de la sequía se ceban en el campo, mientras España sigue “soltando” agua a Portugal

El convenio de la Albufeira obliga a ceder agua al país vecino desde las cuencas del Miño, Duero, Tajo y Guadiana

sequía

El agua de los ríos y de los embalses es de todos en general y de nadie en particular. Por eso, cuando escasea, todos sufrimos sus carencias. En el caso de la Península sólo desde un planteamiento de ignorancia o de insolidaridad se puede acotar el problema a un único territorio; sobre todo por la existencia de convenios internacionales que obligan a las cuencas hidrográficas de España a ceder agua al país vecino que también tiene derecho a unos recursos casi siempre deficitarios.

Desde hace años se viene sufriendo el problema del cambio climático en todo el planeta y también con fuerza e intensidad en nuestro país. Nuestros veranos se han alargado las últimas décadas, siendo ahora hasta 5 semanas más largas de lo que eran en la época de nuestros abuelos. Esto está alterando los balances hídricos, cambiando los ecosistemas y afectando al campo, que sufre directamente los vaivenes del clima. Una gran parte del agua circulante se destina a los regadíos. En la actualidad su uso está muy limitado.

Este año con el verano recién estrenado, nos enfrentamos ya a la segunda ola de calor, con valores que muy posiblemente superarán los récords absolutos en muchas capitales provinciales de buena parte de la mitad oeste de España. Y esto a sabiendas que este verano será más fresco que el próximo dentro del contexto de calentamiento global que sufrimos.

El campo ya viene padeciendo este problema desde hace años. El asurado o “golpe de calor de los cereales” se puede considerar uno de los fenómenos con mayor efecto en la producción cerealista y especialmente en algunas regiones de España. En las últimas dos décadas se ha podido observar cómo la mayor frecuencia de días de asurado en el conjunto de las estaciones de Castilla y León muestra una correlación destacada con el valor de producción agrícola, pero también en Extremadura, Castilla-La Mancha y Aragón, donde estas olas de calor anómalas y extremas secan los campos antes de que el cereal salga adelante. Este año no está siendo menos, pues el calor seco y tórrido de hace unas semanas ya agostó los campos antes incluso de que algunas explotaciones dieran sus frutos.

En cuanto a las precipitaciones de primavera y su relación con la producción cerealista, en Castilla y León se ha observado un descenso de entorno al 15-30 % en función de la zona de producción cerealista de España. Dicho de otro modo, en los años secos cabe esperar un descenso de producción, como poco, de esos valores respecto al valor de los años con buena producción. En el caso de Castilla-La Mancha, este descenso rondaría entre el 10% y el 35 %, con un valor medio que ronda el 25% en los años más secos.

La falta de lluvia llega incluso a afectar a la producción hidroeléctrica del país. En algunas centrales la producción es ya un 5% inferior a la media de los cuatro años anteriores, y aunque su explotación depende de lo que dicte Red Eléctrica y a toda una escalera de autorizaciones y solicitudes administrativas, fundamentalmente de las cuencas hidrográficas.

El Convenio de la Albufeira es otro de los grandes desconocidos de la opinión pública. Es el marco internacional que condiciona la gestión de las cuencas hidrográficas transfronterizas. Los ríos Miño, Duero, Tajo y Guadiana no desembocan en la frontera con Portugal. Por ello su circulación y sus caudales están obligados por ley, una disposición que obliga a aliviar agua incluso cuando apenas si existe.

La gestión hídrica, dependiente del Gobierno central, se ve altamente condicionada por dicho Convenio de Albufeira, suscrito entre el Reino de España y la República Portuguesa, el cual obliga a desplazar semanal, trimestral y anualmente determinados volúmenes de agua hasta Portugal.

Ya hace unos meses, regantes manchegos y extremeños pedían usar más agua del Guadiana, pero lo cierto es que tanto agricultores, como otras actividades subsidiarias del agua que fluye de España a Portugal son cautivas de este convenio internacional.

La pregunta es clara: si seguimos teniendo menos lluvia y el agua de nuestro país sigue menguando, ¿qué hará el Ministerio para defender el agua de sus ciudadanos antes de que siga corriendo a otro país para “perderse” en el mar?

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