Las familias de dos dirigentes separatistas catalanes que llevan algo más de dos semanas en huelga de hambre, con uno de ellos, Jordi Turull, en la enfermería de la cárcel de Lledoners, pueden estar tranquilas: acaban de ratificar públicamente que no seguirán hasta morir, todo será una dieta más esforzada que las habituales.
Son presos preventivos desde hace poco más de un año junto con otros cinco jefes del separatismo para evitar su fuga al extranjero, como hicieron Carles Puigdemont, expresidente de la Generalidad, y seis líderes más del referéndum y la declaración unilateral de independencia de octubre de 2017.
En prisión, a 50 kilómetros de Barcelona, llevan una vida apacible: la Generalidad, que la administra y sigue siendo separatista, los cuida y les lleva habitualmente como a una oficina a familiares, otros responsables del separatismo y a periodistas españoles y extranjeros. Hasta se hacen fotos juntos…
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