Las larguísimas colas de estos días en las oficinas de correos españolas son la muestra, seguramente, del temor de muchos ciudadanos a que alguien conozca el partido que apoya: el voto por correo garantiza el secreto.
Cuando se acude a un colegio electoral casi siempre se ven merodeadores cercanos a las mesas con las papeletas de los distintos partidos que observan qué elige cada votante.
Aparentan ser otros electores, y quizás lo sean, pero muchas personas se sienten vigiladas, sobre todo si conocen a esos merodeadores, que son vecinos militantes de algún partido, generalmente extremista de izquierdea o nacionalista.
En otros países democráticos se instalan suficientes cabinas cerradas para que votar sea un acto personal íntimo y sin testigos…
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