Triunfo bajo los candiles

Antología de Morante en Marbella: arte, emoción, dos oreja y rabo

Morante de la Puebla corta dos orejas y rabo en Marbella, mientras Ortega y Aguado suman éxitos en una corrida de candiles que devuelve el esplendor taurino a la ciudad

Morante de la Puebla
Morante de la Puebla. PD

Hay noches que se graban en la memoria colectiva por su intensidad y belleza.

La remozada plaza de Marbella vivió el 8 de agosto de 2025 una de esas veladas irrepetibles.

Por primera vez en 41 años, el coso se llenó a rebosar para presenciar una corrida especial, la denominada “corrida de candiles”, en la que las luces eléctricas se apagaron y fueron las velas, sostenidas por los propios espectadores, quienes aportaron una atmósfera única.

El cartel, con Morante de la Puebla, Juan Ortega y Pablo Aguado frente a toros de Garcigrande, prometía arte y personalidad. Lo que ocurrió superó cualquier expectativa.

Desde el paseíllo, iniciado pasadas las diez de la noche entre sombras y destellos cálidos, se respiraba expectación.

El público, consciente del momento histórico, se entregó desde el primer capotazo.

Morante: genio, riesgo y gloria

En su primer toro, Morante dejó claro por qué su toreo sigue emocionando. Capote y muleta sirvieron para regalar momentos plenos de cadencia, ajuste y improvisación. Sin embargo, lo que sucedió con el cuarto fue sencillamente antológico. La faena, marcada por el valor y la genialidad del maestro sevillano, alcanzó cotas difíciles de describir: cada muletazo era un manifiesto de clasicismo y riesgo. El momento más dramático llegó cuando Morante fue volteado violentamente por el toro. Lejos de amilanarse, se rehizo entre el dolor para culminar la obra con una estocada perfecta.

El público pidió los máximos trofeos: dos orejas y rabo para un torero que salió maltrecho pero engrandecido. La ovación fue unánime; muchos hubieran otorgado el toro entero si las reglas lo permitiesen.

Ortega y Aguado: cadencia y personalidad

El arte no se detuvo ahí. Juan Ortega cautivó con su temple y armonía, llevándose una oreja en cada uno de sus toros. Su toreo pausado y elegante conectó con los tendidos y dejó patente su personalidad propia dentro del escalafón.

Por su parte, Pablo Aguado brilló especialmente en su primero, donde cortó dos orejas tras una faena sobria y cargada de torería. El último toro, sin embargo, sufrió la desgracia de partirse un pitón al chocar con el caballo, un final inesperado para una noche tan redonda.

Solidaridad entre compañeros

Al término del festejo, ya cerca de la medianoche, los tres toreros abandonaron la plaza andando. Ninguno quiso salir a hombros en señal de apoyo a Morante, quien tras pasar por enfermería estaba dolorido pero sin heridas graves. El gesto fue recibido con respeto por parte del público; una muestra más del compañerismo que reina entre los protagonistas del toreo actual.

Una corrida para recordar

La felicidad taurina inundó Marbella durante esa noche estival en la Costa del Sol. La “corrida de candiles” no solo devolvió el esplendor a una plaza histórica sino que confirmó el buen momento artístico que atraviesan sus protagonistas.

  • Morante, genio indiscutible capaz de mezclar clasicismo e improvisación bajo presión.
  • Ortega, templado y armónico, consolidando su sitio como artista puro.
  • Aguado, fiel a su concepto elegante y sereno.

La calidad del encierro de Garcigrande contribuyó decisivamente al éxito del festejo.

Las claves del éxito: público entregado y ambiente único

Algunos elementos hicieron posible esta noche histórica:

  • Recuperación total del aforo tras décadas sin un lleno absoluto.
  • Ambiente íntimo gracias a las velas, potenciando el dramatismo del espectáculo.
  • Interacción constante entre toreros y público; cada lance era celebrado como si fuera único.

La corrida dejó frases para la historia: “No se puede torear mejor ni con mayor ajuste”, “Fue un todo de belleza inmarcesible”, “La gloria fue más gloria”. Todas ellas resumen lo vivido bajo los candiles en Marbella, donde el toreo volvió a ser arte mayor.

El eco nacional e internacional

La repercusión mediática ha sido inmediata. Portales especializados coinciden en señalar que lo ocurrido marca un hito reciente en el calendario taurino español. La conjunción entre tradición (candiles), modernidad (toreros jóvenes) y genialidad (Morante) ha devuelto a la tauromaquia ese halo romántico que muchos añoraban.

Las redes sociales recogen cientos de imágenes del evento, donde destacan los instantes más emotivos: capotes al vuelo bajo la luz temblorosa de las velas; rostros emocionados tras cada faena; abrazos sinceros entre compañeros al final del festejo.

Un verano taurino marcado por grandes gestas

Este triunfo no es aislado: tanto Morante como sus compañeros vienen protagonizando tardes memorables en otras plazas emblemáticas como Granada, Jerez o Madrid, consolidando así un ciclo estival lleno de éxitos y faenas inolvidables.

El arte torero sigue vivo cuando confluyen talento puro, respeto por la tradición y momentos extraordinarios como los vividos en Marbella.


La corrida del 8 de agosto deja huella: fue mucho más que un festejo taurino; fue una celebración colectiva del arte español donde tradición e innovación se dieron cita para devolver al ruedo marbellí toda su grandeza.

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