En la imponente Capilla Sixtina del Vaticano, se vivió un momento tan solemne como excepcional.
El rey Carlos III de Inglaterra, cabeza de la Iglesia anglicana, y el Papa León XIV, líder del catolicismo, se unieron en una oración ecuménica, rodeados por los coros de ambas tradiciones religiosas y bajo la mirada majestuosa del Juicio Final pintado por Miguel Ángel.
Este encuentro, que tuvo lugar el 23 de octubre, representa un hito significativo: es la primera vez que un monarca británico reza junto a un Papa desde el cisma anglicano de 1534, cuando Enrique VIII se separó de Roma tras la controversia sobre su matrimonio con Catalina de Aragón, dando inicio a cinco siglos de distanciamiento religioso y político.
La ceremonia fue presidida conjuntamente por el Papa y el arzobispo de York, Stephen Cottrell, mientras que Sarah Mullally, recién nombrada arzobispa de Canterbury, aún no había sido investida y no estuvo presente en este evento.
Este acto, cuidadosamente preparado y anhelado por el propio monarca británico, simboliza una disposición sincera para sanar las heridas del pasado y abrir un nuevo capítulo en el diálogo interreligioso, especialmente en temas cruciales como la protección del medio ambiente y el cuidado del planeta.
El cisma anglicano fue mucho más que una mera disputa teológica; representó un verdadero terremoto político y social que transformó Europa. La promulgación del Acta de Supremacía por Enrique VIII en 1534 separó a la Iglesia de Inglaterra de la autoridad papal, dando paso a siglos llenos de tensiones, persecuciones y malentendidos. La oración conjunta en la Sixtina no es solo un gesto diplomático; es también una señal clara del acercamiento entre dos tradiciones que durante generaciones se han observado con recelo.
Las relaciones formales entre Londres y la Santa Sede tardaron siglos en restablecerse completamente, algo que no ocurrió hasta 1982. Aunque la reina Isabel II había visitado el Vaticano en 1961, nunca antes un monarca británico había sido recibido como jefe religioso para compartir una plegaria con el Papa.
Los símbolos del reencuentro: regalos, títulos y gestos de hermandad
La visita estuvo marcada por detalles simbólicos y curiosidades. Antes de iniciar la oración, Carlos III y Camila fueron recibidos con todos los honores por parte de la Guardia Suiza, atravesando el Arco de las Campanas para mantener una audiencia privada que duró 45 minutos con el Papa en la Biblioteca Vaticana. Durante este encuentro, el rey obsequió al Papa una gran fotografía plateada junto a un icono de San Eduardo el Confesor, mientras que León XIV le devolvió el gesto regalándole una versión reducida del mosaico de Cristo Pantocrátor presente en la Catedral normanda de Cefalú.
Tras la ceremonia religiosa, ambos líderes se reunieron en la Sala Regia con expertos medioambientales y representantes de la Iniciativa de Mercados Sostenibles, creada por Carlos III durante su etapa como príncipe de Gales. En un curioso giro del destino, intercambiaron orquídeas como símbolo del respeto mutuo hacia la creación.
Por la tarde, las emociones se trasladaron a la Basílica de San Pablo Extramuros, donde Carlos III fue investido como «Hermano Real de San Pablo» (Royal Confrater), un título honorífico que revive los antiguos vínculos entre la corona inglesa y las tumbas apostólicas. Para esta ocasión especial, se estrenó un sitial decorado con el escudo del rey y una inscripción latina Ut unum sint (“Que sean uno”), destinado a ser reservado para futuros soberanos británicos.
Como muestra recíproca, el decano junto a los canónigos de la Capilla de San Jorge en Windsor ofrecieron al Papa el título honorífico «Cofrade Papal», distinción aceptada por León XIV como símbolo inédito de comunión espiritual.
Más allá de la diplomacia: ¿por qué es tan simbólico?
La imagen poderosa del rey Carlos III junto al Papa León XIV orando juntos en la Sixtina bajo el majestuoso Juicio Final es mucho más que un simple acto protocolario. Este momento simboliza no solo cinco siglos superados sino también da inicio a una nueva era llena potencial diálogo entre dos grandes corrientes cristianas. Este gesto resuena más allá del ámbito religioso e invita a todos a reflexionar sobre reconciliación e inclusión.
La jornada estuvo plagada tanto gestos significativos como curiosidades reveladoras. Ha dejado claro que más allá del dogma religioso hay espacio para construir puentes hacia entendimientos comunes. Con esa promesa resonando: «que sean uno», tanto el Vaticano como la monarquía británica han brindado al mundo una valiosa lección sobre historia compartida, memoria colectiva y esperanza renovada.

