El marido de Begoña intenta por todos los medios agradar a Puigdemont

Alemania se mantiene firme en su rechazo a la oficialidad del catalán en la UE, a pesar de las súplicas de Sánchez

Alemania reafirma su postura respecto al uso del catalán en la Unión Europea, demandando una reforma de los tratados, mientras Sánchez intenta calmar a Junts y Puigdemont en medio de una crisis de gobernabilidad.

Alemania se mantiene firme en su rechazo a la oficialidad del catalán en la UE, a pesar de las súplicas de Sánchez
Sánchez vendepatrias. PD

El Gobierno alemán ha dejado claro este fin de semana: Berlín no va a cambiar su postura sobre el uso del catalán —ni tampoco sobre el gallego o el euskera— en las instituciones europeas.

Esta aclaración llega poco después de que España y Alemania anunciaran el inicio de un diálogo bilateral para tratar la solicitud española.

Stefan Kornelius, portavoz del Ejecutivo germano, ha sido muy directo: “La posición del canciller alemán se mantiene. La adopción de nuevas lenguas oficiales requeriría modificar los tratados europeos”.

Este mensaje no deja lugar a dudas: Alemania sigue siendo uno de los principales obstáculos para que el catalán —junto con las otras lenguas cooficiales españolas— obtenga estatus oficial en la UE.

El comunicado conjunto emitido el viernes entre Madrid y Berlín había generado cierta expectativa.

Ambas administraciones acordaron “abrir un diálogo con el objetivo de encontrar una respuesta a la solicitud española para que sus lenguas oficiales distintas del español sean reconocidas como oficiales en la Unión Europea, de manera que sea aceptable para todos los Estados miembros”.

El texto subrayaba que “la incorporación de dichas lenguas es una parte esencial de la identidad nacional plurilingüe de España”. Sin embargo, la pronta y pública reacción alemana ha enfriado cualquier entusiasmo. Berlín ha dejado claro que su disposición al diálogo no significa un cambio en su postura.

La clave radica en los tratados: para incorporar una nueva lengua oficial a la UE es necesaria unanimidad y una reforma legal que Alemania —y otros países— no están dispuestos a impulsar.

Antecedentes y contexto político

La lucha por el reconocimiento del catalán en Europa no es algo nuevo. Pedro Sánchez lleva meses intentando cumplir uno de los compromisos fundamentales con Junts, el partido xenófobo y separatista liderado por Carles Puigdemont, cuya abstención fue crucial para su investidura.

La oficialidad del catalán en la UE es una demanda histórica del independentismo catalán y un tema recurrente en las negociaciones entre el PSOE y Junts. Sin embargo, Sánchez se enfrenta a un obstáculo geopolítico: Alemania —y otros países— son reticentes a abrir la puerta a nuevas lenguas oficiales por los costos administrativos, económicos y políticos que esto conllevaría.

En las últimas semanas, el Gobierno Frankenstein ha intensificado sus esfuerzos diplomáticos. Ha conseguido, por ejemplo, que el catalán pueda enseñarse como asignatura optativa en las Escuelas Europeas —una red educativa destinada a hijos de funcionarios comunitarios— aunque con ciertas condiciones: España asume el coste y esta medida no implica un reconocimiento institucional.

A pesar de este avance simbólico, Junts no queda satisfecho.

Puigdemont y su partido exigen acciones concretas y visibles en Bruselas, no meros gestos simbólicos. El expresidente catalán ha convocado para este lunes una reunión clave en Perpiñán para evaluar el cumplimiento de los acuerdos con Sánchez. El mensaje es contundente: si no hay avances tangibles hacia la oficialidad del catalán, Junts podría retirar su apoyo al Gobierno.

Estrategia sanchista y presión interna

Sánchez necesita contar con los siete votos de Junts para mantener su mayoría parlamentaria. Por eso, ha solicitado “tiempo” ante el ultimátum independentista. En declaraciones recientes, el presidente ha enfatizado que su Ejecutivo “quiere y aspira” a cumplir los acuerdos, pero ha recordado que hay cuestiones —como la oficialidad del catalán en la UE— que escapan al control exclusivo de España. “Requiere tiempo, dedicación y esfuerzo; eso es lo que está haciendo el Gobierno”, ha afirmado Sánchez. El problema radica en que Junts, presionado por el ascenso de Aliança Catalana —un partido independentista más radical— necesita resultados políticos inmediatos. Las palabras ya no son suficientes.

La estrategia de Sánchez consiste en mostrar actividad diplomática mientras comunica a la opinión pública que está haciendo “todo lo posible”. Sin embargo, la realidad es obstinada: Berlín se mantiene firme. El Gobierno alemán, bajo el liderazgo de Friedrich Merz, sostiene una postura técnica: cualquier ampliación del catálogo lingüístico europeo exige unanimidad y reforma de los tratados. Y aquí reside el dilema crucial. Alemania teme establecer un precedente que pudiera abrir las puertas a decenas de lenguas regionales en Europa. Además, según fuentes diplomáticas, Berlín actúa bajo presión tanto interna como externa: el PP español —aliado político de Merz— ha instado a bloquear cualquier avance.

Impacto geopolítico y posibles escenarios

La cuestión lingüística dentro de la UE va más allá del simbolismo. Tiene repercusiones prácticas —costes asociados a traducción, interpretación y documentación— así como políticas. Para Junts y el independentismo catalán, conseguir la oficialidad del catalán sería un respaldo internacional significativo y un argumento para revitalizar su proyecto soberanista. Para Sánchez, representa un desafío interno: si no logra avances visibles, podría perder ese apoyo crucial necesario para gobernar.

El panorama más probable a corto plazo es un estancamiento prolongado. Alemania seguirá manteniendo su postura técnica mientras no haya consenso europeo para modificar los tratados existentes. Sánchez, por su parte, continuará presionando en Bruselas sin tener margen real para forzar cambios significativos. Mientras tanto, Junts deberá decidir si acepta gestos parciales —como la enseñanza del catalán en las Escuelas Europeas— o si decide romper con el PSOE; esta última opción desencadenaría una crisis política sin precedentes.

En este contexto es relevante recordar que ya existen 24 lenguas oficiales en la UE y cualquier ampliación requiere unanimidad entre los Estados miembros. Países como Francia o Italia tampoco han mostrado entusiasmo por incluir nuevas lenguas regionales dentro del marco europeo. La situación española es única debido a las presiones internas —el Estatuto catalán obliga a promover la oficialidad del catalán en Europa— pero choca con las dinámicas comunitarias: Bruselas prefiere evitar debates identitarios que puedan fragmentar aún más su proyecto.

Perspectivas y cierre

La tensión entre Madrid, Berlín y Barcelona seguirá marcando la agenda política española durante las próximas semanas. Sánchez intentará ganar tiempo mientras busca fórmulas creativas para satisfacer a Junts sin sacrificar su credibilidad internacional. Por otro lado, Alemania, firme en su posición técnica, seguirá siendo un obstáculo inamovible hasta que cambien las reglas del juego comunitario. Y Puigdemont, atrapado entre las expectativas independentistas y las limitaciones institucionales europeas, tendrá que decidir entre mantener una alianza incómoda o provocar una crisis cuyo desenlace resulta incierto.

El debate sobre el catalán dentro de Europa trasciende lo meramente lingüístico; se convierte así en un termómetro revelador acerca de las tensiones territoriales españolas y un test sobre los límites mismos de la integración europea. Mientras tanto, Bruselas observa con inquietud cómo un asunto doméstico puede influir significativamente sobre la estabilidad política nacional.

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