La Familia Real bautiza a sus hijos con ella

El negocio del agua del Jordán

La costumbre se ha extendido a amplias capas de la sociedad

El pasado jueves, como todos los años, el franciscano español Ovidio Dueñas, se remangó el hábito y se acercó al río Jordán, acompañado por sus ayudantes y varios soldados israelíes. En la mano llevaba una vieja lata atada por el asa a una cuerda de cáñamo. Al llegar a la orilla del río, lanzó la lata en el sitio exacto en el que, según la tradición, Juan Bautista bautizó a Jesús. Y la sacó llena de agua. De la misma agua del Jordán con la que va a bautizarse el heredero/a de los Príncipes de Asturias.

Ayudado por sus hermanos franciscanos y por los católicos que, con ellos se acercaron en peregrinación, el padre Ovidio va rellenando decenas de bidones de plástico del agua turbia del río Jordán. Siempre acompañados por los militares israelíes. La zona está minada, al quedar convertido el río en la frontera de Israel con Jordania desde la Guerra de los Seis Días de 1967.

El hermano Ovidio no está sólo. El 27 de octubre, los franciscanos de Tierra Santa, acompañados de los seminaristas y de algunos cristianos, se dirigen a este lugar cercano a Jericó, a orillas del Jordán. Para celebrar in situ la fiesta del bautismo de Jesús. Una cita a la que nunca falta el padre Ovidio. Cuestión de reponer existencias. «Soy el encargado de la tienda de objetos religiosos del convento de San Salvador de Jerusalén, donde vendemos de todo menos el agua del Jordán, aunque es una de las cosas que más me piden».

El lugar, cerca de Jericó, no tiene fácil acceso y, cuando llueve, se convierte en un barrizal. Además el río baja turbio. Por eso, una vez extraída el agua por ese rudimentario proceso y transportada a Jerusalén, el franciscano y sus ayudantes tienen que hervirla y filtrarla, porque está sucia de limo. «Después, la introducimos en una botellas que lacramos para conservar durante todo el año», explica.

Las botellas de vidrio llevan la siguiente inscripción «Aqua ex Jordane«. Y la insignia de la Cruz de Tierra Santa, símbolo de la Custodia de los franciscanos. «Son botellas que datan de 1930. Ya casi se me están acabando. Regalamos y regalamos y no se reponen. Pero creo que tendré suficientes mientras yo viva», comenta el padre franciscano.

Dos de esas botellas idénticas están ya en la Zarzuela, en poder de la princesa Letizia. El hermano Ovidio se las regaló, hace unas semanas, al Cónsul de España en Jerusalén, José María Ferré. Para que las hiciera llegar a la Casa Real. Y el Cónsul cumplió su cometido. Para cristianar al heredero.

Como ya es costumbre en los bautizos de los descendientes de los miembros de la Casa Real española, el cardenal Rouco, acompañado por el arzobispo castrense derramó agua del Jordán sobre la cabeza del primer hijo de los Príncipes de Asturias. Al igual que hizo con los cuatro hijos de la Infanta Cristina e Iñaki Urdangarín, y con los dos hijos de la Infanta Elena y Jaime de Marichalar.

Una tradición real que, según el franciscano Teodoro López, director de la Custodia de Tierra Santa en Madrid, arranca de Isabel II, la llamada «protectora de Tierra Santa», y se continúa con Alfonso XIII y sus descendientes.

Aunque, como indica desde Jerusalén el hermano Ovidio, «tenemos constancia que, desde el siglo IV, los peregrinos que venían a Tierra Santa se bautizaban en el río Jordán y se llevaban agua para los bautismos de sus familiares».

Hasta no hace mucho, en España, bautizar con agua del Jordán estaba sólo al alcance de las familias más pudientes. Entre otras cosas, porque eran las únicas que viajaban a los Santos Lugares. Desde que se popularizó el turismo, la costumbre se ha extendido a amplias capas de la sociedad. Todos los turistas que van a Tierra Santa suelen traer tres cosas: agua, aceite y tierra. Y los que no van pueden comprar el agua sagrada en cualquiera de las muchas tiendas religiosas que todavía hay en España. O en la Red.

Porque, los franciscanos no hacen negocio con el agua bendita del Jordán. «Nosotros no la vendemos, la regalamos. No hacemos negocio con ella. Y eso que, desde que se ha dado publicidad a los bautizos reales con agua del Jordán, no hacemos más que recibir pedidos», reconoce el padre Teodoro. Tantos que, desde hace unos días, la demanda ha aumentado más de un 300%. «Nos la piden de todas partes y ya no damos abasto», dice, resignado, el fraile franciscano.

El y su orden son los únicos que no negocian con el agua del Jordán. Pero otros son menos escrupulosos a la hora de comerciar. En todas las tiendas y comercios de Tierra Santa se vende agua del Jordán embotellada. Los precios varían, lógicamente, según el tamaño y la decoración de la botella, pero ninguno baja de los 3 euros la unidad.

El propio Gobierno israelí montó todo un centro comercial en Yardenit, otro de los supuestos lugares en los que Juan bautizó a Jesús. Con un espacio especial donde se bautizan los evangélicos con sus túnicas blancas. Y profusión de tiendas donde se puede comprar de todo. Y por supuesto, agua del Jordán en diferentes envases.

Hasta en la Red se puede comprar el agua bendita del río del Bautista. Hay profusión de sitios que se dedican a vender todo tipo de «quincallería» religiosa. Y, por supuesto, botellas de agua del Jordán a 3,90 euros la unidad. Y con certificado de autenticidad, que reza así: «La región del Río Jordán al sur del Mar de Galilea llamada Yardenit es el sitio donde Juan bautizó a Jesús. Certificamos que esta agua bendita fue extraída del Río Jordán, en el sitio del bautizo Yardenit». Y aunque el padre Ovidio asegura que el bautismo no fue en Yardenit, sino cerca de Jericó, el agua se vende a profusión. Hasta en forma de colgantes y pendientes.

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