Las piezas, algunas de gran valor histórico acaban en muchos casos por ser destruidas
Las iglesias de la provincia de Ourense son objetivo de los ladrones desde hace muchos años pero de un tiempo a esta parte el asunto empieza a preocupar demasiado a las autoridades eclesiásticas, que se ven indefensas ante un fenómeno que, por si solas, se confiesan incapaces de controlar. Lo cuenta Marta Vázquez en La Voz de Galicia.
Y es que en las últimas semanas han sido varios los templos asaltados por los ladrones, interesados casi siempre en llevarse objetos de metal, sobre todo de plata, que luego puedan vender en el mercado negro. Las piezas, algunas de gran valor histórico acaban en muchos casos por ser destruidas y, con ellas, se va para siempre una pequeña parte de la historia de Ourense.
Alarmados ante la situación y descontentos con la protección que se les ofrece por parte de las autoridades, desde el Obispado de Ourense han decidido tratar de poner freno a los robos por sus propios medios y para ello han hecho públicos algunos consejos destinados a los párrocos, encargados directos del bienestar de las iglesias.
Retirar las imágenes más valiosas a lugares de difícil acceso para los ladrones, reforzar la custodia del Santísimo y utilizar obras «dignas pero sin valor patrimonial» para el culto ordinario son algunas de las recomendaciones que se han hecho extensivas a toda la diócesis. Por extraño que pueda parecer, entre esas medidas se encuentra la de reforzar las cerraduras y «asegurar el acceso a los templos con todos los medios proporcionados posibles».
Y es que las medidas de seguridad en los templos de Ourense siguen siendo asignatura pendiente. La mayor parte de las iglesias se protegen con cerraduras antiguas y candados que, en muchos casos, podrían ser forzados por cualquier ladrón inexperto. Si bien es cierto que el patrimonio que custodian no tiene un valor cultural excesivo, sus riquezas pueden ser apetecibles para coleccionistas o incluso ladrones interesados en unas simples monedas.
A esa falta de protección, habitual hasta ahora en las iglesias, se une otro factor. La despoblación del rural hace que cada vez sea más fácil asaltar una iglesia sin testigos. Tanto es así que en muchos casos los robos no se descubren hasta muchos días después de que ocurran.
Así, iglesias apartadas de los núcleos poblacionales han sido blanco de los ladrones en las últimas semanas. Es el caso de la de San Juan de Baños, en Bande, de la que se llevaron un cáliz donado a la Iglesia por el rey Alfonso XIII y conocido comúnmente como cáliz limosnero. Además, los asaltantes se llevaron un copón de plata del siglo XVII. Esos objetos, según confirman desde el Obispado, podrían alcanzar un valor de 5.000 euros, cada uno de ellos.
La falta de detenciones y las escasas pistas con las que cuentan los investigadores de la Guardia Civil son la parte más desoladora del asunto. Los asaltantes huyen sin ser vistos y el destino que tiene el patrimonio expoliado es una incógnita. Se sabe que en algunos casos se profana un templo por encargo pero en la mayor parte de los casos los ladrones acceden por la fuerza a las iglesias sin saber demasiado bien lo que se van a encontrar. Una vez dentro buscan aquello que pueda tener valor y se lo llevan. Se cree que eso fue lo que ocurrió en diciembre en un templo de O Xurés, del que desaparecieron joyas de oro de las vírgenes valoradas en más de dos mil euros.
Aunque para muchos es un detalle desconocido, las iglesias ourensanas guardan un patrimonio cuantioso que ahora la Iglesia ya no sabe cómo gestionar. Se abren posibilidades como la venta en subastas o la custodia en un museo que aún está por crear. De momento, autoridades e instituciones parecen incapaces de frenar la acción de los ladrones de poca fe.
La desprotección y el abandono del rural inciden en el incremento de asaltos.