Marcó su prioridad por una mayor colegialidad eclesiástica frente al primado, pidiendo una reflexión sobre la estructura y el ejercicio de autoridad eclesial
(Domingo Delgado).- Ha fallecido Carlo María Martini, jesuita, Cardenal, ex arzobispo de Milán, y «papable» en el último cónclave en que se eligió Papa a Benedicto XVI.
Con su desaparición, la Iglesia pierde a un gran activo de la jerarquía que además de un hondo intelectual (teólogo con varios doctorados, especialista en Sagrada Escritura), que fiel a su vocación eclesial como jesuita, estuvo siempre atento a los Sagrados Misterios, pero al propio tiempo no dejó de estar con los pies en el mundo, próximo a sus prójimos -los hombres-.
Tras una meteórica carrera eclesiástica, Juan Pablo II le nombró arzobispo de Milán – la diócesis mayor de Europa-, en la que tras más de dos décadas de servicio, desempeñó un gran servicio a la Iglesia.
Pero también hay que destacar su papel intelectual, de teólogo en busca de la Verdad, pues desde su especialidad de crítica al Nuevo Testamento, su dominio de seis lenguas modernas, además del latín, griego y hebreo, le posibilitaron un amplio trabajo de investigación que propició importantes publicaciones, entre las que podemos destacar:
La llamada de Jesús: orar con el evangelio de Marcos. Narcea Ediciones. 1991.
Hombres de paz y de reconciliación. Sal Terrae. 1988.
Abrirse. Máximas espirituales. Sal Terrae. 1997.
Cambiar el corazón. Narcea Ediciones. 1996.
Los Sacramentos. Editorial San Pablo. 2002.
Vivir con la Biblia. Planeta. 1998.
Los ejercicios de San Ignacio a la luz del Evangelio de Mateo. Editorial Desclée de Brouwer. 2009.
Tras su jubilación, se retiró a vivir en Jerusalén, patentizando así su voluntad de seguir de cerca las huellas de Jesús, en una clara intuición de la necesidad de que nuestra fe retorne a las fuentes, experiencia que le llevó a publicar su importante y polémico libro: Conversaciones nocturnas en Jerusalén, presentando su particular visión sobre la vida y mensaje de Jesús un tanto distante del que presentó el propio Papa Benedicto XVI, que al decir del jesuita alemán que hace de entrevistador, el padre Georg Sporschill: «El libro del pontífice es una profesión de fe en el buen Jesús. El cardenal Martini nos pone frente a Jesús desde otra perspectiva. Jesús es el amigo del publicano y del pecador. Escucha las preguntas de la juventud. Genera confusión. Lucha junto a nosotros contra la injusticia».
Su planteamiento teológico marca cierta distancia interpretativa con la oficialidad vaticana, sin que ello suponga necesario alejamiento, sino una perspectiva interpretativa más abierta al sufrimiento del mundo, menos dogmática, de ahí sus reticencias sobre algunos aspectos de la Humane Vitae, pues llega a admitir el uso de los preservativos y anticonceptivos como mal menor -aunque reconoce que nos misión de la Iglesia aconsejarlos, ante la alternativa de la abstinencia-, apostando por la mejora de la comunicación de la enseñanza eclesial que, a su juicio, no ha logrado expresarse del todo bien. De igual modo, marcó su prioridad por una mayor colegialidad eclesiástica frente al primado, pidiendo una reflexión sobre la estructura y el ejercicio de autoridad eclesial, junto con una mayor consideración del papel de la mujer en la Iglesia.
De igual modo, también criticó el documento Dominus Iesus, como algo «teológicamente bastante denso, lleno de citas y difícil de entender».
Por todo ello, se le tenía dentro de la jerarquía católica como uno de los mayores exponentes del sector más progresista de la Iglesia, motivo por el cual estuvo entre los barajados como candidatos a la cátedra de San Pedro en un cónclave donde tenía pocas posibilidades de ser elegido dado el predominio de la corriente conservadora de la jerarquía que, como era natural, acabaron por decantarse por el Cardenal Ratzinger, actual pontífice Benedicto XVI.
Sin embargo, y pese a los críticos más dogmáticos -que de todo hay en la «Casa del Señor»-, en rigor, creemos que no se puede hablar de planteamientos radicalmente distintos y distantes los del Cardenal Martini y el Papa, sino más bien de dos sensibilidades distintas dentro de la misma Iglesia que viven el mismo Evangelio de Cristo con sus peculiaridades personales, lo cual es también es una grandeza de la fe, el que como don de Dios, este nos permita vivirla según nuestra sensibilidad personal con mayor o menor énfasis en unos u otros aspectos, y eso también enriquece a la misma Iglesia, que más allá de diatribas sobre la ortodoxia, asume distintas perspectivas sobre un mismo mensaje, respetando la libertad de los Hijos de Dios.
Con todo, despidamos a este Pastor -que seguro habrá sido acogido por el Padre Eterno-, valoremos su ingente servicio a la Iglesia, su trayectoria de «hombre justo», pues habrá engrosado el «coro celestial» desde el que, a todas luces, pedirá por la «Iglesia peregrina» que ha perdido un gran evangelizador.