Malala cuenta sin ira, incluso con humor su peripecia y la identificación surge como algo natural. Crítica el extremismo que le atacó y reivindica un Islam respetuoso y profundo
(Peio Sánchez).- «Él me llamó Malala» es una película dirigida por el famoso documentalista Davis Guggenheim del que se hizo famosa «Una verdad incómoda» (2006) sobre el cambio climático, además de títulos como «Esperando a Superman» (2010) acerca del sistema educativo en EEUU y «From the Sky Down» (2011) sobre la banda de rock irlandesa U2.
En este caso nos cuenta la historia de la vida de Malala Yousafzai una estudiante paquistaní que sobrevivió a un intento de asesinato por los talibanes el 9 de octubre del 2012. Su padre, Ziauddin, llamó a su hija Malala como un icono de coraje y acertó.
Hay una leyenda en Pakistán que narra cómo durante la segunda guerra anglo-afgana de finales del siglo XIX, una joven llamada Malala fue atendiendo los heridos cuando el ejército afgano comenzó a retirarse. Ella llamó a su esposo para que se mantuviera firme en la posición y, quitándose el velo, lo usó como una bandera para reunir a las tropas. La retirada se convirtió en victoria aunque la joven murió en el empeño. Este es un nombre que recibió nuestra Malala que hoy es un icono de la lucha por la educación de las jóvenes ya que fue Premio Nobel de la Paz 2014 junto con el activista por los derechos de los niños, el indio Kailash Satyarthi.
La película con Malala como protagonista cuenta su trayectoria acompañada por imágenes de gran belleza formal y fuerte contenido poético. Su lucha le viene por herencia, su padre se ha dedicado a la educación de los sectores marginados, especialmente de las niñas. Los problemas se recrudecieron cuando los talibanes dominaron el noroeste de Pakistán restringiendo los derechos de las mujeres y cerrando las escuelas para niñas.
Cuando la BBC quiso hacer un documental, nadie se atrevía a hablar. Pero ella con 12 años y su padre mantuvieron un blog donde fue contando su experiencia. Sin embargo los talibanes descubrieron los autores del blog que se convirtieron en objetivos e intentaron matarla quedando en coma del que al final logro sobrevivir con algunas secuelas.
Malala cuenta sin ira, incluso con humor su peripecia y la identificación surge como algo natural. Crítica el extremismo que le atacó y reivindica un Islam respetuoso y profundo. Una aspecto sugerente fue su visita a Goodluck Jonathan, entonces presidente de Nigeria, cuando acudió para entrevistase con él para hablar de las colegialas secuestradas por Boko Haram.
El documental es un soplo de aire fresco que nos llega en la mirada íntima a la vida de esta adolescente que se convierte en una afirmación de la vida, del protagonismo de las mujeres, de la importancia de la familia, de la defensa de los derechos humanos y la perseverancia n la lucha contra el mal. Toda una bandera que simboliza la importancia de la educación para evitar la barbarie.
Imprescindible para educadores y escuelas. Para reconocer la posición de privilegio de quienes pueden acceder a la educación y su necesario compromiso de justicia con quienes no pueden hacerlo.
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