"Estamos en un mundo de ladrones"

«Los bienes compartidos son un tesoro de vida que no se pudre»

"Lo malo de los tesoros de talego es que han sido siempre robados"

"Los bienes compartidos son un tesoro de vida que no se pudre"
Un tesoro por descubrir RD

Nos dice Jesús que busquemos un tesoro que no puede robarse, pues está hecho de gratuidad y comunicación

(Xabier Pikaza).- Dom 19. Ciclo C. Lc 12, 32-48. Esas palabras son el centro del evangelio del dominto, un programa básico de transformación social y personal, religiosa y cultura.

Talegos son bolsas donde se llevaba el dinero o las cosas de valor… y por ampliación se aplica a la Banca y Bolsa, al capital del FMI o de la BM, a la riqueza de la Multinacionales… Pues bien, Jesús sabe que esos tesoros de talego envejecen y mueren, como murió la riqueza de Creso y la del imperio Romano, como está muriendo la Segunda Ola del Gran Comercio mundial fundado en el Carbón, el Petróleo y los combustibles fósiles, y como morirá la Tercera, hecho de tesoros virtuales…

Tienen un valor esos tesoros, pero todos envejecen y mueren. Por eso nos dice Jesús que busquemos otros tesoros culturales, morales y humanos que no mueren, porque el alma y corazón del hombre es inmortal, a no ser que él quiera acabar y morirse, matando en el camino a otros…

Tesoros que los ladrones no puedan robar… Lo malo de los tesoros de talego es que han sido siempre robados (se amasan a base del hambre de los pobres…) y excitan el deseo de nuevos ladrones, que acaban logrando de algún modo su objetivo. Estamos en un mundo de ladrones y contra-ladrones, de robos y sistemas de antirrobo, desde la alarma de tu casa hasta los sistemas militares e informáticos más sofisticados.

Por eso nos dice Jesús que busquemos un tesoro que no puede robarse, pues está hecho de gratuidad y comunicación, como el Tesoro de Dios, al que no se puede robar pues lo da y comparte todo.

Éste es un evangelio esencial (Lc 12, 32-48), que no puedo comentar por entero, y así me limito a las primeras palabras (12, 33-34), en la que Jesús pide a sus discípulos:

que vendan (que se liberen de) todo para dárselo a los pobres, consiguiendo de esa forma una riqueza superior, propia «del cielo» (un tesoro de amor y de fraternidad)

y que así comparten todo con los hombres y mujeres de la tierra, para encontrar un tesoro (margarita preciosa) de gracia y amistad, que no muere ni puede robarse.

El texto es radical, y plantea unas preguntas esenciales, que los cristianos han de escuchar y aplicar este cansino verano del hemisferio norte, como indicaré en un contexto de iglesia (que en un segundo momento puede aplicarse al capital y comercio del mundo entero):

1) ¿Lo que dice Jesús lo dice sólo de la Iglesia o debe aplicarse a todos los hombres, fuera y dentro de la Iglesia, como mensaje y cultura universal de vida, fundado en el tesoro superior que no envejece, en la riqueza que no puede robarse? El Pacto de las Catacumbas afirma que lo dice principalmente a la Iglesia y que los primeros en cumplirlo han de ser los obispos.

2) ¿Quién debe venderlo todo y dárselo a los pobres, en la Iglesia, sólo los curas y y frailes y monjas, o todos los cristianos, empezando por nuestros obispos (los que firmaron el Pacto de las Catacumbas)… y por el Vaticano que en cuanto tal no lo firmó?

3) ¿Qué bienes se deben vender en la Iglesia para dárselos a los pobres, que son, según Jesús, sus propietarios, sólo algunos bienes que sobran o también los edificios y vasos sagrados, incluida la catedral de mi pueblo y el Estado Vaticano? ¿Quedan algunos excluidos?

4) ¿Qué se puede hacer cuando se vende todo y no se tiene nada? ¿Cómo vivir, producir y compartir? ¿Cómo dar si ya no queda algo que dar? Se trata de vender para que un día nadie pueda (ni deba) vender ni comprar, sino que todo se pueda compartir. ¿Será posible llegar a ese día? ¿Quién puede iniciar el camino, algunos «locos» como Francisco, todos los cristianos…?

5) ¿O será mejor no tomar en serio ese evangelio, escucharlo como música celeste (¡qué buena era la que ayer cantaban dos amigos canta-autores en el Carmelo de Toro!), que no se aplica en esta tierra, ni en la Iglesia, un baile hermoso para niños? ¿O será mejor decir que ese evangelio es apócrifo?

Quien quiera saber algo más que lea. Que no me eche a mí la «culpa» del tema, que la tiene el evangelio y la liturgia del domingo.

En un momento determinado, el gran Lutero, cuyo centenario preparamos, dijo que estos evangelios no eran para cumplirlos, sino para saber que no podemos cumplirlos, de manera que no tenemos más remedio que lanzarnos a los brazos de Dios confesándonos pecadores.

No estoy convencido de las cosas sean así, pero al menos este Lutero fue sincero.

Para leer el artículo entero, pincha aquí:


Te puede interesar

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA
Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

Lo más leído