Ellacuría decía que "la paz tiene que lograrse no por la vía militar sino por la del diálogo"
A pesar de que actualmente es su rector, José María Tojeira no trabajaba en la Universidad Centroamericana de San Salvador cuando ejecutaron al grupo jesuita liderado por Ellacuría. Pese a ello, vivió muy de cerca su asesinato porque, además de ser su supervisor, dormía apenas a 40 metros de él. Invitado por la Universidad de Deusto y la Provincia de Loyola, ayer compartió sus recuerdos en una conferencia impartida dentro de los actos que conmemoran el 20º aniversario de la muerte del sacerdote vasco. Lo entrevista Miguel Cifuentes en Noticias de Guipuzkoa.
¿Cómo recuerda la masacre?
Nos despertó un tiroteo intenso, de unos 20 minutos, a las dos de la mañana. Al principio sonaba a ejecución, porque los disparos eran de uno en uno, pero después hubo varias explosiones. Aumentó la intensidad de los tiros y se lanzaron tres granadas y un cohete antitanque. Pensamos que era un enfrentamiento en la calle entre el Ejército y la guerrilla, porque solían ser así (la guerrilla disparaba de uno en uno y el Ejército a ráfagas), y seguimos durmiendo. Hasta que a las seis y media vino el esposo de la mujer asesinada -además de Ellacuría y otros cinco religiosos falleció la empleada doméstica y su hija- y nos contó lo ocurrido. Entonces fuimos y vimos los cadáveres. Yo acudí a la oficina para avisar al superior general.
La primera versión que dio el Gobierno fue que había sido la guerrilla. ¿Dudó usted en algún momento?
No, no. Desde el primer momento nos dimos cuenta de que era el Ejército. Y así se lo dijimos al presidente de la República, Cristiani, que nos dio cita (fue con el arzobispo de San Salvador) a las once de la mañana. El lugar en el que los mataron estaba a 600 metros del Estado Mayor y a 150 metros de la colonia militar donde vivían sus jefes. Es decir, estaba dentro de un círculo muy protegido. Podría haber sido la guerrilla o un escuadrón de la muerte si hubiera sido tiro a tiro, pero un tiroteo de 20 minutos tan intenso habría alertado al Ejército.
Cerca de mes y medio después, sí reconocieron que era el Ejército. ¿Con qué palabras lo hicieron?
Dijeron que había sido un grupo del Ejército, pero aislado. Algo que nosotros desmentimos por lo mismo de antes, porque no se puede tener un tiroteo a 600 metros del Estado Mayor sin tener coordinación con éste o sin que éste llegara.
Teniendo en cuenta que había un objetivo concreto, los jesuitas, y que éstos no estaban armados, ¿por qué 20 minutos de tiroteo?
Los Ejércitos no suelen tener la inteligencia como uno de los factores fundamentales, pero su idea era fingir un enfrentamiento con la guerrilla y decir que ésta los había matado para acusarles a ellos. De hecho, pintaron en todas las puertas mensajes que inculpaban a la guerrilla.
¿Era consciente el padre Ellacuría del peligro real de un asesinato?
Aquel lunes -lo mataron dos días después- hablé con él, le dije que la situación era tensa y le pregunté si no sería mejor que se quedara algunos días fuera (Ellacuría había estado en Barcelona y se encontraba en Guatemala a la espera de la conexión aérea con El Salvador). «No te preocupes», me respondió. Aseguró, al contrario, que su presencia allí era más necesaria que nunca. «Quiero aprovechar esto para empezar a hacerles reflexionar sobre la importancia de ir hacia una negociación urgente. La paz tiene que lograrse no por la vía militar sino por la del diálogo. Hay que convertir este momento de máximo enfrentamiento en otro de reflexión en favor del diálogo. Creo que urge que yo este allí y que no hay peligro», insistió. Y vino. Lo cierto es que nosotros teníamos una enorme confianza en él porque era el hombre que conocía la realidad del país.
¿Se sabía objetivo del Ejército?
Las violaciones de los Derechos Humanos por parte de la guerrilla suponían el 10% del total pero eran muy publicitadas. Las del Ejército, en cambio, se silenciaban pese a representar el otro 90%. Sólo había dos voces públicas que denunciaban esto último: el arzobispo y Ellacuría. De hecho, el 11 de noviembre -el asesinato fue el 16- hubo una cadena que dejó el teléfono abierto y todas las llamadas que se escucharon pedían que se matara a los de la guerrilla, a los comunistas e izquierdistas y, también, a Ellacuría y sus compañeros y al arzobispo y su obispo auxiliar. El odio militar era terrible contra ambos y él lo sabía, pero tenía confianza porque Cristiani había manifestado la voluntad de caminar hacia la paz dialogada. Se sentía bastante protegido por el presidente. Lo que no calculó bien es que éste, en esa situación de confrontación extrema, no controlaba el Ejército.
Dos décadas después, sigue sin haber condena. ¿Confía en que se derogue la Ley de Amnistía de 1993 que quiso hacer olvidar aquel hecho?
Siempre hemos hablado del proceso de Verdad, Justicia y Perdón, pero el Gobierno prefirió aprobar una ley de perdón y olvido, declarar los crímenes como inexistentes. Nosotros insistimos en que hay que buscar una solución que siga esas tres realidades. Que haya una ley que, posibilitando que se eliminen las penas de cárcel, permita llegar al conocimiento de la verdad y a la compensación moral de las víctimas. A un reconocimiento por pare de las instancias estatales.