El celibato está tan cuestionado y tomar una decisión para siempre asusta a los jóvenes
El ‘número dos’ de la Archidiócesis de Oviedo se declara «un hombre feliz» y se le nota. Aún así, Juan Antonio Menéndez (Grado, 1957), que lleva 19 años como vicario (ahora general y antes episcopal del Oriente), cree que «ya está bien», que «es hora de cambiar de rumbo». Quiere ser sólo párroco, la vocación que descubrió cuando tenía 11 años, aunque tampoco descarta «la vida contemplativa en un monasterio». Mientras ese día llega, su tarea principal, representar al obispo, se ha visto interrumpida y ahora ejerce como delegado episcopal del administrador diocesano. Es sólo una anécdota de una diócesis paralizada desde abril por falta de pastor. Lo entrevista Azahara Villacorta en El Comercio.
-¿Hay vacío de poder en la Iglesia asturiana como algunos denuncian?
-No, porque, aunque la Iglesia no tenga obispo propio, tiene obispo, que es el administrador diocesano, auxiliado por el Consejo de Consultores. En este momento, estamos haciendo lo esencial. Lo general está. Eso sí: estamos a la espera de nuevo arzobispo desde hace tiempo.
-Seis meses. ¿A qué achaca el retraso en la decisión de Roma?
-Pudo haber dos inconvenientes que explican que no tengamos arzobispo. Uno es el traslado del nuncio, que dejó la Nunciatura sin definición. El segundo es que o bien el candidato a alguna estructura de la Santa Sede o el propio Santo Padre hayan visto que las personas propuestas no convenían. O que los propios candidatos hayan declinado la propuesta de venir.
-¿Por qué rechazar esta diócesis?
-Porque fuera no se tiene una imagen exacta de lo que sucede aquí, quizá porque todos hablamos demasiado. Se percibe al clero como muy contestatario. Es verdad que los asturianos decimos las verdades a la cara, pero nunca guardamos rencor a nadie y a la hora de colaborar somos los primeros.
-¿Tenemos mala prensa?
-No tenemos la mejor. Se percibe que vamos por libre y no es así. ¿Que hay algunos abusos? Sí, pero como en todas las diócesis. Las absoluciones generales, por ejemplo, una costumbre que daña el sacramento de la confesión.
-¿Y si esta situación se prolonga?
-Es insostenible mucho más tiempo en el sentido de que no se pueden hacer nombramientos y cubrir las parroquias vacantes. Llegaría un momento en el que tendríamos atasco. Y luego hay consecuencias de tipo administrativo, como que no se puede reunir el Patronato de Covadonga. Y el Sínodo está parado.
-¿Cuál será ahora el proceso?
-Una vez que tome posesión el nuevo nuncio, las cosas caerán por su propio peso. No creo que tarde mucho. Quizá este mismo mes.
-Berzosa no está en las quinielas.
-Es un buen candidato.
-¿Cuál es el panorama de la Iglesia en Asturias?
-La Iglesia asturiana, como muchas de la vieja cristiandad, está en un proceso de crisis profunda porque la sociedad ha cambiado mucho.
-¿Toda la culpa es de la sociedad?
-La Iglesia está en decadencia porque está influida por la crisis de valores. Se nota, por ejemplo, en la falta de vocaciones, así que es necesaria una renovación muy profunda. Sobre todo, para adecuar el mensaje del Evangelio a la sociedad.
-Ya casi nadie quiere meterse a cura.
-Llenar el Seminario es difícil. Las vocaciones surgen porque Dios llama a la gente, pero la respuesta es muy débil porque todo el entramado social y los valores no son evangélicos. El celibato está tan cuestionado y tomar una decisión para siempre asusta a los jóvenes.
-¿No será que la Iglesia no está sabiendo adaptarse al mundo actual?
-Hay mucha gente que hace mofa de las posiciones de la Iglesia respecto al divorcio o al aborto, lo que provoca un distanciamiento de la gente menos formada y más joven, pero, indirectamente, eso quiere decir que el mensaje está llegando. Ahora bien: la Iglesia debe actualizar sus lenguajes y sus gestos.
-La radio de los obispos no ayuda.
-La radio, aunque depende de la Conferencia Episcopal, está dirigida por seglares y cae en los mismos errores en los que pueden caer los medios. Nadie está libre de pecado.
-¿Ha visto ‘Ágora’, la última película de Amenábar?
-Aún no, pero tengo intención.
-Se lo pregunto porque es muy crítica con el cristianismo.
-En el cine, como en la sociedad, hay una cierta oposición al cristianismo. En las películas de Amenábar está claro. Primero fue la eutanasia en ‘Mar adentro’ y ahora es la posición de un grupo fuerte de Alejandría que termina matando a Hypatia, pero San Cirilo también fue mártir. Menos mal que tenemos las de Mel Gibson. ‘La Pasión’ o ‘Apocalypto’, una lectura de la evangelización de América algo exagerada, de cómo la Iglesia suavizó aquella cultura.
-Y, en respuesta, la Iglesia se sitúa en posiciones conservadoras como la que representa Rouco Varela.
-Es menos de lo que se dice. El cardenal Rouco es un paisano gallego simpatiquísimo, una persona muy agradable de tú a tú, pero en los medios aparece muy distante.
-O Benedicto XVI, oponiéndose al uso del preservativo en África.
-Cuando el Papa dice esas cosas, no las dice a la ligera. Quisiera que se hiciesen estudios sobre si el uso del preservativo ayuda o no. No pensemos que es la panacea. Lo que se necesita es educación sexual y afectiva y ayudar a las personas a que sean responsables de todos sus actos. Tanto a las de África como a las de aquí, que estamos parecido.
-Acaban de abrir las puertas a los anglicanos. ¿Una muestra de apertura o una forma de sumar adeptos?
-Es un deseo ferviente de todos los cristianos y un signo importante.
-Allí los hombres casados y los homosexuales se pueden ordenar.
-No tiene por qué plantear conflictos, porque en las iglesias orientales también hay sacerdotes casados.
-¿Veremos mujeres en los altares?
-No. Ya Juan Pablo II ya dejó claro que la Iglesia no tienen conciencia de tener la potestad para ordenar a las mujeres. Eso no quiere decir que discrimine a las mujeres: la Virgen María es mucho más que San Pedro en el grupo de los apóstoles.
-¿Usted también percibe la ofensiva laicista del Gobierno Zapatero?
-Al César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios. Ese es el principio de la relación entre la Iglesia y el Estado, que están condenados a entenderse. Hay algunas cosas que nos distorsionan y nos distancian, pero la Iglesia debe manifestar su posición. Eso sí: dentro de cincuenta años señalarán quién es la responsabilidad del daño hecho.
-¿Es un daño que las parejas homosexuales puedan casarse?
-No es un matrimonio. Otra cosa es que se unan y que convivan. Además, deben ser respetadas. No por misericordia, sino porque son seres humanos. No son monstruos.