A pesar de todos los años que ha vivido bajo las bombas, la Iglesia ha seguido dando comida a tantos miles de refugiados
(Jesús Bastante).- Monseñor Paride Tabán es obispo emérito de Tobit (Sudán del Sur). Ha venido a España a participar en el encuentro «Antropología y Misión», organizado por la revista Mundo Negro. Fue uno de los artífices del nuevo estado de África del que Paride Tabán se siente orgulloso: Sudán del Sur, del que a menudo se habla por el petróleo. «Es verdad que tenemos grandes reservas de petróleo», dice el obispo, «pero también tenemos muchas otras cosas».
En cuanto a la Iglesia de Sudán, cuenta que, «a pesar de todos los años que ha vivido bajo las bombas, ha seguido dando comida a tantos miles de refugiados», y considera que el hecho de que Sur Sudán sea libre es «un milagro».
«Crear una mentalidad pedigüeña es lo que puede destruir a África», afirma, para concluir con un mensaje de esperanza: «Es el momento de descubrir los talentos que tiene África».
El Congreso en el que usted ha participado de llama «África, el sueño de la integración». ¿Cuál es la visión que se tiene de África en Europa, y cómo nos ven ustedes a nosotros?
Lo primero que aprendimos fue a escuchar. Desde África escuchamos a Europa, porque tenían muchas cosas para darnos. Es verdad que hubo un colonialismo que tuvo una fuerte incidencia en nosotros, pero también nos han llegado muchas cosas buenas: hemos aprendido la técnica y otras cosas de Europa, como yo, que aprendí del Padre Negrini en 1956 a ir usando y sentirme aprendiz de las nuevas técnicas que llegaban. Esto me dio mucha autonomía. Pero ahora es el momento de descubrir los talentos que tiene África. Estamos entrando en un nivel de relaciones de igualdad, donde intentamos vernos los unos y los otros (África y Europa) a un mismo nivel, porque todos tenemos algo que dar y compartir en este mundo roto. Porque el mundo está roto.
Usted fue obispo de una diócesis sin tierra. Le llaman «el obispo nómada» de aquel Sudán difícil, asolado por las guerras. ¿Cómo recuerda aquellos años, y cómo siente hoy el sueño de haber conseguido para Sudán del Sur un estado propio?
En primer lugar, quiero agradecer a los misioneros combonianos que a través de la revista Mundo Negro han organizado este acto. Ya estuve aquí en 1994 para otra celebración, y ahora nuevamente tenemos oportunidad de reencontrarnos, y conocer más a cerca de todo lo que está pasando en la nueva nación de Sudán del Sur.
Hemos tenido muchos años de guerra, desde 1983 hasta 2005, y durante estos años he tenido oportunidad, cuando se me ha permitido, de viajar por todo el mundo, algunas veces solo, otras acompañado de otros obispos (como el obispo auxiliar de Jartum), y hemos hecho un llamamiento a todo el mundo para informarles, para mantenerles al tanto sobre lo que estaba sucediendo en Sudán del Sur.
Muchos no se creen el milagro que ha sucedido, desde que fue convocado el referéndum hasta los acuerdos que han permitido que hoy día seamos la República de Sudán del Sur. La Iglesia ha desempeñado un papel muy importante durante estos años. A pesar de todos los años que ha vivido bajo las bombas, ha sido la institución que ha continuado proveyendo un trabajo pastoral y educativo, y lo más importante, que ha continuado facilitando comida a tantos miles de refugiados. Esto de debe al trabajo de la Iglesia.
Hoy día Sudán del Norte tiene miedo de la libertad que hemos conseguido en Sudán del Sur, pero yo soy optimista, y creo que saldremos adelante. Somos como un niño que está creciendo y que puede cometer errores porque es todavía débil, pero creceremos y maduraremos.
Lamentablemente sigue habiendo hambre y violencia en todo el centro de África. ¿Hay solución?
Sí, hay muchas posibilidades para solucionar la complicada situación que vivimos, claro que las hay. Toda la gente habla de Sudán del Sur como una tierra donde hay petróleo. Es verdad que tenemos grandes reservas de petróleo, pero también tenemos muchas otras cosas. Gracias al petróleo se han conseguido cosas, pero también tenemos una abundante agricultura, una tierra muy rica. Hay minerales, cemento… no sólo petróleo. Esto es lo que tenemos que ayudar a la gente a descubrir, concienciándoles. La gente debería intentar crear estructuras estables que no llevaran a depender de otros. El problema que tenemos en África es que la gente quiere las cosas elaboradas, ya hechas, porque es lo que ven cuando miran a Europa.
Yo mandé a unos chicos un par de años a hacer un curso en Noruega y, después de la fase de adaptación, cuando regresaron otra vez a Sudán del Sur, me dijeron que ellos creían que en Europa todo lo que había eran robots que hacían cosas. «Nos hemos dado cuenta de que hacen más cosas de las que pensábamos con las manos», me dijeron. Y eso es lo que yo quiero decirle a la gente: que tiene que seguir usando sus manos, sus talentos, para crear sus propias cosas, con los recursos que África les ofrece. Pensar que todo nos viene de los otros puede destruir a África. Crear una mentalidad pedigüeña es lo que puede destruir a África.
Creo que vosotros utilizáis mucho la frase de «en lugar de darles un pez, darles una caña y enseñarles a pescar». Eso es lo que nosotros queremos: que aprendan oficios, que usen sus cualidades, que creen mañas. Las ONG que vienen y trabajan con nosotros ya lo están haciendo. Nos enseñan a ser autosuficientes. Porque el problema de África, hoy, es porque la gente no utiliza sus manos y su cerebro. Los jóvenes, en vez de querer ser doctores, quieren ser ministros. En vez de querer ser ingenieros, quieren estar en un ministerio, sentados en la oficina.
Sur Sudán es un ejemplo de cambio en África, porque ahora es libre. África debe estar orgullosa de que Sur Sudán sea libre, y esperamos que en el futuro lo esté también el resto del mundo.
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