Los reyes de España son protocanónigos honorarios del Cabildo Liberiano de la Basílica de Santa María la Mayor
(José Manuel Vidal).- Solemne misa de 10 del domingo 3 de marzo en la Basílica de Santa María la Mayor de Roma. Todo transcurre con normalidad hasta después de la comunión. En ese momento de recogimiento y plegaria, una mujer negra se levanta en el primer banco del templo y, con voz potente y desgarradora, comienza a gritar. Lanza chillidos y palabras en una lengua africana y, de vez en cuando, se la entiende decir: «Papa nero, Papa nero» (Papa negro).
Se armó, como es lógico, el consiguiente revuelo en la basílica. Mientras los encargados del orden y varios sacristanes acudían hacia el lugar de los hechos, la gente se arremolinaba y trataba de hacer callar a la mujer, que continuaba gritando desaforadamente.
Llegaron varios miembros de seguridad que, en un primer momento, trataron de hacerla razonar o que, al menos, no gritase. Pero la mujer seguía fuera de sí y con los ojos encendidos. Su excitación fue en aumento, al ver pasar la procesión de salida de misa por delante de ella, presidida por la cruz procesional.
Tras varios intentos de tranquilizarla, los sacristanes optaron por intentar sujetarla y llevársela a una sacristía o fuera del templo. Pero la mujer oponía tanta resistencia que no eran capaces de reducirla. Y con su voz desgarradora continuaba con su letanía de imprecaciones ininteligibles. Sólo de vez en cuando se le entendía decir «Papa nero» y «lasciatemi» (dejadme), cuando intentaban sujetarla.
Al final, entre varios sacristanes consiguieron reducirla y conducirla fuera del templo. Pero sin poder ahogar sus gritos desgarradores, que nadie de los presentes sabía interpretar. Unos decían que la mujer gritaba a favor de un negro como nuevo Papa. Otros decían todo lo contrario.
Precisamente en estos momentos, el papable negro, cardenal Turkson, está siendo objeto de una campaña de publicidad no querida ni buscada, con una serie de posters colgados en varias zonas de la ciudad de Roma, pidiendo que sea el nuevo Papa. Y su nombre es uno de los más cotizados en las casas de apuestas de Londres.
Demencia o posesión
Pasado el susto, los fieles de Santa María la Mayor trataban de entender lo sucedido. La mayoría optaba por adjudicar a la mujer un caso de enajenación mental permanente o pasajera. Otros se hacían cruces (es decir se santiguaban repetidamente), para ahuyentar a los malos espíritus. Algunos pedían, incluso, la presencia de un exorcista o que, al menos, alguno de los canónigos presentes rociasen a la mujer y el templo con agua bendita.
En la sacristía de la magnífica basílica con tanto sabor español, los canónigos comentaban el suceso, mientras se despojaban de sus vestiduras litúrgicas. También entre ellos, la opinión más extendida se decantaba por una episodio de demencia. Alguno, sin embargo, también compartía la idea de una eventual posesión diabólica. «Como ya ocurrió antes de la elección de Pablo VI», aseguraba uno de los canónigos con su elegante sotana morada. Y añadía: «El diablo ronda el cónclave».
Situada en la cumbre de la colina del Esquilino, la Basílica de Santa María la Mayor es una de las cuatro Basílicas papales de Roma y la única que ha conservado la antigua estructura paleocristiana. Una tradición muy antigua nos cuenta que fue la Virgen quien inspiró la construcción de la iglesia en el Esquilino, es decir, el lugar en donde Ella quería que se realizara su morada.
El 7 de octubre de1647 mediante la Constitución Apostólica Sacri Apostolatus, el papa Inocencio X, recogiendo los deseos del rey de España Felipe IV, erige la Obra Pía de Santa María la Mayor, por la que se asignaba una renta anual al cabildo de la basílica a cambio de honores litúrgicos y preces para la monarquía española.
Desde entonces, los reyes de España han sido protocanónigos honorarios del Cabildo Liberiano de la Basílica de Santa María la Mayor. Su actual arcipreste es el también cardenal español, Santos Abril y, en su cabildo, hay varios españoles. El más conocido, su prestigioso maestro de capilla, Valentí Miserachs.