Era frecuente usuario de transporte público y viajó al cónclave en clase económica
Para una persona tan celosa de su privacidad, el papa Francisco, siendo cardenal Jorge Bergoglio, vivía en la zona perfecta: el microcentro de Buenos Aires.
El edificio modesto y nada pretencioso, que colinda con la Catedral, su lugar de trabajo, es una encrucijada transitada por una marejada de personas a diario en horario laboral.
En esta marejada de oficinistas, trabajadores, indigentes, vendedores de dólares del mercado negro y turistas se sumergía Bergoglio para hacer sus quehaceres fuera del horario de misa.
«Mucha gente lo reconocía por su atuendo religioso, pero llamaba la atención que caminaba por la calle como uno más, nunca tenía guardias y siempre tomaba el tren o el subte (metro), nunca un chofer o auto privado», señaló a BBC Mundo Jorge García, vendedor de diarios por donde pasaba con frecuencia el ahora Papa.
Veinte años tiene García en el microcentro porteño. Y vio a Bergoglio con frecuencia. Cuando se enteró de su nuevo cargo como mandamás del Vaticano se llenó de orgullo.
«Yo creo que lo eligieron Papa porque es una persona austera y necesitaban a alguien como él para sanear las finanzas del Vaticano, que están en crisis».
Quienes conocen a Bergoglio dicen que prácticamente jamás aceptó una invitación a cenar en un restaurante. Prefería algún comedor público donde por lo general comía solo.
Era frecuente usuario de transporte público y viajó al cónclave en clase económica.
Hay quienes lo han llamado el «Pepe Mujica del Vaticano» en alusión a otro conocido austero como lo es el presidente de Uruguay.
Reservado, con pocos amigos conocidos, con estricto control de su vida personal y extremadamente dedicado a sus actividades pastorales, el ahora Papa Francisco sí dejó con los años que se conociese que algo fuera de la iglesia lo apasiona enormemente: el club de fútbol San Lorenzo de Almagro.
Viajando en Spazio
Bergoglio se hizo hincha del Club Atlético San Lorenzo de Almagro de pequeño, porque su padre lo llevaba a la cancha, en los años 40, cuando las gradas eran tablones.
El club fue fundado en 1908 por el padre Lorenzo Massa, quien buscaba sacar de las calles a los niños ociosos del barrio de Almagro. Quizás una historia que inspiró también al ahora Papa cuando se decidió por un equipo de fútbol en Argentina.
De joven se sabe que vivió en el barrio de Boedo, cerca del Gasómetro, donde San Lorenzo jugó hasta los años setenta, cuando el estadio fue expropiado por el gobierno militar (1976-1983) y vendido a una multinacional de supermercados.
En 2008 el club lo hizo socio honorario y en el momento dejó que le tomasen fotos con banderas del club como si fuese un hincha más.
«Ahora no suele ir a la cancha porque tiene un problema físico (le falta un pulmón) y se cuida mucho (al tener 76 años)», señaló Óscar Lucchini, arquitecto y encargado de la capilla del club de fútbol y conoce a Bergoglio «desde hace mucho tiempo».
En 2011 el equipo no iba bien. Todo indicaba que uno de los llamados «cinco grandes» de Argentina (junto a Boca Junior, River Plate, Racing e Independiente) iba rumbo a la mayor deshonra: el descenso.
La hinchada del Ciclón sufría en los diarios, en el estadio y por la televisión. Bergoglio también.
En mayo de ese año se inauguró una nueva capilla del club, financiada por el actor estadounidense Viggo Mortensen (otro hincha famoso de San Lorenzo) y construida por Lucchini.
La homilía la celebró el ahora papa Francisco.
«Fue la primera vez que me dejó ir a buscarlo a su casa, porque siempre insistió en viajar en colectivo (autobús)», recuerda Lucchini.
«Lo llevé en mi Fiat Spazio y recuerdo que hablamos de fútbol. ‘Sufro mucho por San Lorenzo’ me dijo».
Probablemente hasta poco antes de irse a Roma, seguía los juegos por televisión. Aunque ahora puede ser difícil que siga los partidos a menos que alguien le pase un vínculo en internet.
Reservado
Su afición por el fútbol también lo llevó a acercarse al mundo deportivo, con la Asociación de Jóvenes Cristianos (YMCA por sus siglas en inglés), que además efectúa varias actividades sociales.
Su presidente Norberto Rodríguez, se entrevistó numerosas veces con el ahora Papa.
«Se interesó mucho por saber siempre qué estábamos haciendo», cuenta a BBC Mundo.
«Viajar en colectivo o en subterráneo, como lo hacía habitualmente, no era una pose. Respondía a una profunda convicción de humildad y austeridad».
Muchos de los encuentros entre ambos se dieron en la oficina de Bergoglio en la Catedral, a pocas cuadras del YMCA.
«Él es una mezcla de amigable con fuerte. Es callado con sus relaciones, pero fuerte en sus conceptos, cuando quiere expresar sin duda la posición de la iglesia» dice Rodríguez.
«Habla sólo cuando tiene algo que decir. Si no, prefiere el silencio».
Cuando fue nombrado Papa, seguramente a la inusual imagen del Cardenal Bergoglio, vestido de negro con collar blanco, caminando entre la gente en Buenos Aires, comprando el diario, o subiéndose al autobús, debe haber estado en la mente de aquellos que con sorpresa lo habrán reconocido en la vía pública.
No muchos deben haber compartido asiento con un Papa mientras viajan en metro al trabajo.