Por desgracia ya estamos acostumbrados a la guerra, a la destrucción, pero no debemos olvidar que Siria es un país lleno de historia, cultura y fe
(Cameron Doody).- «Alegraos, porque el Señor está cerca». El Papa Francisco ha dedicado su catequesis en el Ángelus a la alegría que estamos llamados a compartir en Adviento, la cual, ha explicado, no es un júbilo «superficial» o «emotivo» -ni mucho menos «mundano» o «consumista»- sino una alegría «que toca lo íntimo de nuestro ser», liberados como somos por la inminente venida del Redentor.
Algunas frases de la catequesis del Papa
No es una alegría superficial o puramente emotiva, ni mucho menos aquella mundana o del consumismo
Se trata de una alegría más auténtica, de la que estamos llamados a redescubrir el sabor
Es una alegría que toca lo íntimo de nuestro ser, mientras esperamos a Aquel que ya ha venido a traer la salvación al mundo, el Mesías prometido, nacido en Belén de la Virgen María
La Liturgia de la Palabra nos da el marco para comprender y experimentar esta alegría
Estos signos anunciados por Isaías, se realizan en Jesús
Dios entró en la historia para liberarnos de la esclavitud del pecado
Él ha plantado su tienda entre nosotros para compartir nuestras vidas, curar nuestras heridas, vendar nuestras heridas y nos da nueva vida
La alegría es el fruto de esta acción de la salvación y del amor de Dios.
Estamos llamados a participar en la sensación de júbilo
El Señor entra en nuestras vidas como un liberador
Él es quien nos muestra el camino de la fidelidad, paciencia y perseverancia, ya que, a su regreso, nuestra alegría será completa
Se acerca la Navidad, los signos de la cual son evidentes en nuestras calles y en nuestros hogares
Estos signos externos nos invitan a acoger al Señor que siempre viene y golpea a nuestra puerta
Estamos invitados a reconocer sus pasos entre los de los hermanos que pasan por delante, sobre todo los más débiles y necesitados
Hoy se nos invita a regocijarnos en la inminente venida de nuestro Redentor; y estamos llamados a compartir esta alegría con los demás, dar consuelo y esperanza a los pobres, los enfermos y la gente infeliz
Estamos invitados a alegrarnos por la inminente venida de nuestro Redentor
Que la Virgen nos ayude a escuchar la voz de Dios en la oración y servirlo con compasión en los hermanos
Texto íntegro de los saludos del Papa
Queridos hermanos y hermanas:
Cada día tengo presente, sobre todo en la oración, a las personas de Alepo. No hay que olvidar que Alepo es una ciudad y que allí hay gente: familias, niños, personas mayores, enfermas… Por desgracia ya estamos acostumbrados a la guerra, a la destrucción, pero no debemos olvidar que Siria es un país lleno de historia, cultura y fe. No podemos aceptar que esto sea negado por la guerra, que es un cúmulo de abusos y de falsedad. Hago un llamamiento a todo el mundo para que se lleve a cabo una elección de civismo: no a la destrucción, sí a la paz, sí a la gente de Alepo y de Siria.
Hoy día, en Vientiane, Laos, se proclamó Beato a Mario Borzaga, sacerdote de los Misioneros Oblatos de María, a Paolo Thoj Xyooj, fiel laico catequista y a catorce compañeros asesinados por odio a la fe. Que su heroica fidelidad a Cristo sea aliento y ejemplo para los misioneros y especialmente los catequistas, que en tierras de misión desempeñan una valiosa e insustituible labor apostólica, por la cual toda la Iglesia les está agradecida».
Saludo con afecto a todos ustedes, queridos peregrinos de diferentes países. Hoy el primer saludo es reservado para los niños y jóvenes en Roma que han llegado para la tradicional bendición del «Niño Jesús», organizada por los oratorios parroquiales y las escuelas católicas de Roma. Queridos niños cuando recen delante de sus pesebres junto a sus padres, pídanle al Niño Jesús que ayude a todos a amar a Dios y al prójimo. Y acuérdense de rezar también por mí, como yo me acuerdo de ustedes. Saludo a los profesores de la Universidad Católica de Sydney, el Coro Mosteiro de Grijó en Portugal y a los fieles de Barbianello y Campobasso. Les deseo un buen domingo. Y no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!
Texto completo de la catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy celebramos el tercer domingo de Adviento, caracterizado por la invitación de san Pablo: «Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense. El Señor está cerca» (Fil 4,4-5). No es una alegría superficial o puramente emotiva aquella a la que nos exhorta el apóstol, y ni siquiera aquella mundana o aquella alegría del consumismo: no, no es ésta, sino que se trata de una alegría más auténtica, de la cual estamos llamados a redescubrir el sabor. El sabor de la verdadera alegría.
Es una alegría que toca lo íntimo de nuestro ser, mientras esperamos a Jesús que ya ha venido a traer salvación al mundo, el Mesías prometido, nacido en Belén de la Virgen María. La liturgia de la Palabra nos ofrece el contexto adecuado para comprender y vivir esta alegría. Isaías habla de desierto, de tierra árida, de estepa, (cfr 35,1); el profeta tiene ante sí manos débiles, rodillas tambaleantes, corazones perdidos, ciegos, sordos y mudos (cfr vv. 3-6). Es el cuadro de una situación de desolación, de un destino inexorable sin Dios.
Pero finalmente la salvación es anunciada: «¡Sean fuertes, no teman!, dice el Profeta. Ahí está su Dios! ¡Él mismo viene a salvarlos!» (cfr Is 35,4). E inmediatamente todo se transforma: el desierto florece, la consolación y la alegría invaden los corazones (cfr vv. 5-6). Estos signos anunciados por Isaías como reveladores de la salvación ya presente, se realizan en Jesús. Él mismo afirma respondiendo a los mensajeros enviados por Juan Bautista. ¿Qué dice Jesús a estos mensajeros?: «Los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan» (Mt 11,5).
No son palabras, son hechos que demuestran cómo la salvación, traída por Jesús, aferra todo el ser humano y lo regenera. Dios ha entrado en la historia para liberarnos de la esclavitud del pecado, ha puesto su tienda en medio de nosotros para compartir nuestra existencia, curar nuestras llagas, vendar nuestras heridas y donarnos la vida nueva. La alegría es el fruto de esta intervención de salvación y de amor de Dios.
Estamos llamados a dejarnos involucrar por el sentimiento de júbilo: este júbilo, esta alegría. Pero un cristiano que no es alegre… algo le falta a este cristiano, ¡o no es cristiano! La alegría del corazón, la alegría dentro que nos lleva adelante y nos da el coraje. El Señor viene, viene a nuestra vida como liberador, viene a liberarnos de todas las esclavitudes interiores y externas. Es Él que nos indica el camino de la fidelidad, de la paciencia y de la perseverancia porque, a su regreso, nuestra alegría será plena.
La Navidad está cerca, los signos de su aproximación son evidentes por nuestras calles y en nuestras casas; también aquí en la Plaza ha sido puesto el Pesebre con el árbol al lado. Estos signos externos nos invitan a recibir al Señor que siempre viene y llama a nuestra puerta, llama a nuestro corazón: para acercarse a nosotros. Nos invitan a reconocer sus pasos entre aquellos de los hermanos que nos pasan al lado, especialmente los más débiles y necesitados.
Hoy estamos invitados a alegrarnos por la venida inminente de nuestro Redentor, y estamos llamados a compartir esta alegría con los demás, donando consuelo y esperanza a los pobres, a los enfermos, a las personas solas e infelices. La Virgen María, la «sierva del Señor», nos ayude a escuchar la voz de Dios en la oración y a servirlo con compasión en los hermanos, para llegar listos a la cita con la Navidad, preparando nuestro corazón a recibir a Jesús.