La juventud sabe responder con generosidad cuando se le presenta a Cristo con un testimonio de vida auténtico y veraz, como el de Ceferino
(C.D./RV).- «Así debe ser. El sacerdote siempre identificado con su pueblo, de tal manera que su tiempo, su vida, su persona sean para sus hermanos«. De esta forma ha trazado el Papa Francisco las líneas del ideal presbiteral, en una carta que ha dirigido al obispo argentino de Viedma, Esteban María Laxague, en recuerdo del Beato Ceferino Namuncurá, hijo del pueblo mapuche que vio frustrados sus deseos de ser cura cuando murió en 1905 con tan solo 19 años.
La misiva del Papa se produce con ocasión del 10 aniversario de beatificación (11 de noviembre de 2007) y del 131 aniversario de nacimiento (26 de agosto de 1886) de Namuncurá, indígena que abrazó la fe en Jesucristo y la familia salesiana y que murió en Roma a causa de la tuberculosis.
Con gratitud, el Santo Padre recuerda el día de la beatificación de Ceferino, hace ya diez años. «Me quedó grabada aquella multitud de personas venida de distintas partes», afirma el Pontífice, «aquellos rostros llenos de alegría por la beatificación de uno de los suyos, que nunca olvidó sus raíces, su pueblo, su cultura».
«Me hace mucho bien pensar en el deseo que Ceferino tenía de ser sacerdote para servir a su pueblo», escribe el obispo de Roma. «La juventud», subraya el pontífice, «sabe responder con generosidad cuando se le presenta a Cristo con un testimonio de vida auténtico y veraz, como el de Ceferino».
«Ojalá muchos jóvenes hoy encuentren en Jesús el amor de sus vidas y el impulso para entregarse a los demás», finaliza el pontífice su mensaje.
Texto completo de la carta del Papa Francisco
Querido hermano:
He recibido tu atenta carta, en la que me haces partícipe de la peregrinación anual a Chimpay con motivo del cumpleaños de Ceferino Namuncurá. Te lo agradezco.
Recuerdo bien el día de la beatificación, hace ya 10 años. Me quedó grabada aquella multitud de personas venida de distintas partes. Aquellos rostros llenos de alegría por la beatificación de uno de los suyos, que nunca olvidó sus raíces, su pueblo, su cultura. Me hace mucho bien pensar en el deseo que Ceferino tenía de ser sacerdote para servir a su pueblo. Así debe de ser. El sacerdote siempre identificado con su pueblo, de tal manera que su tiempo, su vida, su persona sean para sus hermanos. La juventud sabe responder con generosidad cuando se le presenta a Cristo con un testimonio de vida auténtico y veraz, como el de Ceferino. Ojalá muchos jóvenes hoy encuentren en Jesús el amor de sus vidas y el impulso para entregarse a los demás.
Te pido que les hagas llegar a los peregrinos mi recuerdo y mi oración. Los tengo muy presentes en mi corazón. Y, por favor, no dejen de rezar por mí.
Que el Señor los bendiga y la Virgen Santa los cuide.
Fraternalmente,
Francisco.+