Manzanares contra los elementos

(PD).- Una pletórica faena de José MaríaManzanares, premiada con dos orejas este lunes en Sevilla, en el sur deEspaña, fue todavía más trascendente por el medio en el que sedesarrolló, en pleno vendaval y diluvio.

Cinco toros de Juan Pedro Domecq y uno,lidiado como sobrero, de Parladé, de la misma casa ganadera, muydesiguales de presencia, lo que en el argot se dice «en escalera»,con los dos últimos anovillados, aunque fueron precisamente éstoslos únicos que dieron de si, encastadito el quinto y muy templado elsexto.

Los otros cuatro, mansos y deslucidos «no sirvieron»

Enrique Ponce: estocada corta (ovación); y estocada tendida(silencio).

Sebastián Castella: estocada caída y tres descabellos (silencio);y pinchazo estocada (ovación).

José María Manzanares: pinchazo y estocada (silencio); y estocada(dos orejas).

En las cuadrillas, Curro Molina saludó tras banderillear alsegundo, y colocaron también buenos pares Juan José Trujillo altercero y Curro Javier al sexto.

En taquillas se puso el «no hay billetes», aunque el lleno fuesin apreturas posiblemente dadas las previsiones de mal tiempo, puesempezó la tarde con espesos nubarrones y viento, poblándose eltendido de paraguas a partir del cuarto. Pero lo fuerte descargódurante la faena al sexto, un diluvio en toda regla.

DE ENSUEÑO

Manzanares ha bordado el toreo en la más amplia y hermosaacepción del término, en el último toro de una desastrosa tardehasta ese momento. Ha sido de ensueño por la lentitud y el regustoen cada muletazo, de trazos largos y muy marcados. Maravillosa faenapor el temple y la hondura.

El hombre hizo una apuesta fuerte, y con absoluta naturalidad,permitiendo que el toro fuera a más a base de darle su tiempo yespacio. También -según creencia de los taurinos- es posible que latormenta templara más al animal.

Se dio una soberbia conjunción con un inspiradísimo Manzanares,que soñó e hizo soñar el toreo. En el tendido no se echaban cuentasal aguacero y hasta pudo haberse ahogado la plaza si aquello duramás. Paradójica situación de extremada complacencia.

De la faena de Manzanares, sobre todo el toreo al natural estavez resultó sobrenatural por el gusto, la cadencia y la armonía encada muletazo, muy encajada la figura y «metido» en el toro hastalímites imposibles.

Hubo también «fiesta» por el derecho, y el estrambote final conlos del desdén, cambios de mano y trincheras, además de los llamadospases «del celeste imperio», unos ayudados barriendo el lomo deltoro con sabor añejo. Fue la locura, hasta el punto de parecer pocolas dos orejas. La consagración de Manzanares.

Y tiene más mérito aún por las contrariedades que había tenido latarde hasta ese sexto toro. Una corrida podrida por el impresentablee inservible ganado, por la incompetencia de la presidencia y porlas molestias que originaba el mal tiempo.

El mismo Manzanares porfió en el tercero sin posibilidades dearmar faena a un toro que por arriba protestaba y bajándole la manoiba al suelo.

Ponce estuvo elegante en el que abrió plaza, pero como quientorea de salón sin toro por la escasa condición de éste, a base demuletazos espaciados e inacabados. Y breve, casi sin llegar aponerse en el cuarto, por el enfado del tendido debido a la birriade enemigo.

Castella, valentón con el segundo, sin embargo se equivocó alelegir los medios en pleno vendaval, abortándose la posibilidad defaena. El esmirriado quinto «se tapaba» por sus astifinos pitones,pero sacó raza en el caballo y tuvo movilidad y temperamento en lamuleta.

Castella estuvo temerario, pegándose un «arrimón» con más alardesque toreo en sí, y perdió una posible oreja por fallar a espadas.

Manzanares no se dejó sacar a hombros por la Puerta de Cuadrillasya que, al no haber cortado tres trofeos, no se le pudo abrir la delPríncipe, por donde el hombre quiere estrenar sus triunfos grandesen esta plaza. Pero así y todo ya está en la historia de LaMaestranza.

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