UN RITUAL INFLEXIBLE

Rafa Nadal: Los 10 tics y las 8 manías de un ‘extraterrestre’

El 'Rey de la Tierra' anuncia su regreso para enero de 2024

El nuevo reloj de Nadal, el RM27 tiene un precio de 690.000 dólares (515.000 euros) y la marca Richard Mille solo ha fabricado y puesto a la venta 50 unidades de este modelo

Aunque su enorme corazón, su talento, su voracidad deportiva y su heroica combatividad no han cambiado un ápice, hay detalles en el tenis de Rafa Nadal, el mejor deportista español de todos los tiempos, que han variado.

Unos ligeramente, otros dramáticamente.

El momento más esperado para los amantes del tenis ha llegado.

Nadal anunció este 1 de diciembre de 2024 que, tras casi un año de baja, vuelve a las pistas.

Lo hará en la primera semana de enero de 2024, cuando dispute el torneo de Brisbane, previo al Open de Australia.

El campeón lo ha hecho oficial este viernes mediante un emotivo vídeo que ha publicado en sus redes sociales, en el que recopila los momentos más duros a los que se ha enfrentado últimamente.


El mejor tenista español de todos los tiempos ha querido recordar también las palabras que dijo en una rueda de prensa:

«Creo que no me merezco terminar así. Creo que me he esforzado lo suficiente durante toda mi carrera deportiva como para que mi final no sea hoy aquí en una rueda de prensa, que mi final sea de otra manera y voy a esforzarme para que sea de otra manera».

El de Manacor es un hombre de costumbres, una persona que incluso podríamos tildar de maniática si vemos su comportamiento en la pista.

El ritual antes de sacar, su empeño por no pisar las líneas blancas en los descansos o ese afán por mantener las botellas perfectamente alineadas, como si esos pequeños detalles pudieran acabar contribuyendo a una de sus múltiples victorias.

Por eso hace más de una década sorprendió que pudiera situar durante los torneos un reloj en su muñeca derecha, una parte de su cuerpo con mucha carga de trabajo en cada encuentro dado que golpea el revés a dos manos.

También ha modificado su indumentaria, mucho más elegante que los pantalones pirata de antaño.

Conserva la preceptiva ‘bandana‘ anudada en la cabeza, aunque ahora ya no es siempre blanca como antes sino que va a juego con el color de la ropa.

Pero todo eso fueron retoques ‘cosméticos‘.

La verdadera metamorfosis de Nadal, no fue sólo que saca mucho mejor, es agresivo en cada punto evitando peloteos ‘neutros‘, ha acortado el ‘swing‘ de la raqueta y tiene un revés cortado mucho menos defensivo.

En su ‘revolución‘ también se incluye un revés letal, al estilo Djokovic, cuando pilla la bola alta y pega el revés a dos manos muy cruzado.

También ha experimentado una mejora en su ataque de derecha -invertido o paralelo- porque golpea más adentro, cogiendo la bola cuando sube para quitar décimas de segundo a la capacidad de respuesta a sus rivales.

De lo que vamos a hablar aquí, porque llama mucho la atención, es de la miríada de tics y manías que acompaña ahora su magistral actuación en la pista.

UN METICULOSO RITUAL

Cuando uno repasa el vídeo de su victoria en Roland Garros en 2005, el año en que dio el salto definitivo a la élite del tenis mundial con una temporada espectacular, se comprueba que ya entonces limpiaba con la suela de la zapatilla la línea de fondo antes sacar, se colocaba el pelo detrás de una oreja y ponía la toalla sobre sus piernas, cuando estaba sentado en los cambios de lado.

Ya tenía la obsesión de colocar las dos botellas -una con agua fría y otra del tiempo- siempre en el mismo sitio y beber de las dos, pero eso era casi todo.

Servir, entonces, era algo tan simple para él como caminar hasta la línea de fondo, botar unas cuantas veces la pelota con la derecha y sacar con la izquierda.

Viéndolo ahora, el contraste es notable.

LA CEREMONIA DEL SAQUE

Antes de efectuar el primer saque, Nadal, que tiene ya 33 años y lleva más de 14 en la cumbre del tenis mundial, suele pedir la toalla al recogepelotas y se seca los brazos y la cara.

Ya en posición, examina las tres bolas que tiene en la mano derecha, descarta una lanzándola hacia su espalda y mete otra en el bolsillo.

Después, se echa el brazo hacia atrás y tira de la culera del pantalón, mientras bota la bola con la raqueta; se ajusta la hombrera derecha de la camiseta, repite el gesto la hombrera izquierda, se pasa el dorso de la mano por la frente justo debajo del pañuelo con el anagrama de Nike; se toca la oreja izquierda, se pinza levemente el puente de la nariz y se toca la oreja derecha.

Sólo entonces, al noveno bote, deja Nadal de darle a la bola con la raqueta, la coge con la mano derecha, la bota otras cinco veces por lo menos. Llegado a ese punto, lanza la pelota al aire y saca, mucho más preciso, potente y duro que antaño, algo a lo que contribuye sin duda una raqueta ligeramente más pesada que la que usaba antes.

Todo ese ritual hace que consuma casi siempre los 20 segundos que el árbitro da a cada jugador para efectuar el servicio, lo que al manacorí no le quita el sueño.
Nadal tiene más manías y tics.

EL CAMBIO DE RAQUETA Y LA MAGIA DE LA LINEA

Cambia de raqueta indefectiblemente cada ocho juegos, lo que tiene su explicación porque cuenta con cordaje nuevo y a la tensión precisa justo después de que echen bolas nuevas a la cancha.

Cuando salta a la pista no pisa nunca las líneas. Llega siempre segundo al sorteo del árbitro, da saltitos mientras lanzan la moneda al aire y esprinta hasta la línea de fondo antes del peloteo.

Luego vuelve a su sitio con pasos largos, evitando pisar las rayas. En los cambios de campo hace algo parecido, porque cede el paso a su rival y cruza evitando tocar las líneas y siempre con el pie derecho por delante.

En la silla, sigue una meticulosa rutina con las toallas. Coloca la usada en la parte derecha del asiento y pone la raqueta encima. La otra, la limpia, la tiende sobre sus piernas, por encima de las rodillas.

LAS DOS BOTELLA DE AGUA

Lo de las botellas es espectacular. No sólo bebe siempre de las dos, sino que la coloca obsesivamente en el mismo sitio, con las letras alineadas en diagonal.

Primero coge la de más afuera, la apoya sobre el muslo derecho, la abre y bebe. La deja en el mismo sitio, siguiendo la marca de la base de la botella.

Agarra la segunda botella, la apoya en el muslo derecho, la abre, bebe y la coloca exactamente en el mismo sitio.

Es algo que nunca pasa desapercibido a sus rivales. En un Masters 1000 de Montecarlo, sabedor de la fijeza en las costumbres del fenómeno español y probablemente desesperado por el devenir del partido en el que perdía por 6-1/ 5-2 estaba siendo ‘corrido por la pista’ a pelotazos, el australiano Matosevic decidió al cambiarse de campo para sacar, pegarle una patada a las botellas.

Al contemplar la escena -venía al banquillo- Nadal dirigió la mirada hacia su equipo, se encogió de hombros y sonrió. Cerró el partido rompiendo el saque del australiano en el siguiente juego.

LA CORTESÍA DEL CAMPEÓN

Al terminar el partido, casi siempre vencedor, se quita la cinta del pelo, sacude la cabeza con fuerza desperdigando el sudor, saluda cortésmente a su rival a quien suele dedicar una palabra amable, estrecha la mano del árbitro, deja la raqueta después de levantarla y golpear con la palma derecha las cuerdas, como si aplaudiera al público, y retorna al centro de la pista a saludar.

Hace ya mucho, en ‘The New York Times’, contaba el ex tenista norteamericano Jim Courier, tras examinar centenares de vídeo de Nadal, que siendo junior, en sus ya lejanos comienzos, el español no tenía ninguna de estas manías.

«Estos gestos están marcados al rojo vivo en la mente de los jugadores; incluso los grandes necesitan un ritual para sentirse cómodos y concentrase».

LOS OTROS MANIÁTICOS

No es Nadal el único ‘maniático‘ del circuito, ni lo suyo es una novedad. El valenciano David Ferrer, que ya en la madurez de su carrera y cuando algunos lo veían camino de la retirada, está teniendo una espléndida temporada y s eha colocado cuarto en el ranking mundial tiene la chocante costumbre de morder la toalla y aveces la camiseta.

La española Conchita Martínez, campeona de Wimbledon en 1994 y finalista en Australia en 1998 y en Roland Garros en 2000 tenía la persistente costumbre de exigir a los recogepelotas que le dieran de nuevo la bola con la que había ganado el punto anterior.

Tanto irritó eso a la suiza Patty Schnyder durante su enfrentamiento en las semifinales del torneo de Charleston en 2004, que en un determinado, exasperada, se metió en el bolsillo de la falda pelota del punto que acaba de perder y se negó a entregarla.

Y al final, tras ser derrotada 6-4 / 6-3, se negó a estrechar la mano de la aragonesa.

El croata Goran Ivanisevic, campeón de Wimbledon en 1991, también se empeñaba en usar la misma bola cada vez que logra un ‘ace’, algo bastante frecuente en un sacador como él.

La rusa María Sharapova se coloca siempre delicadamente el pelo antes de cada saque y nunca pisa las líneas entre puntos.

El checo Iván Lendl, ahora nacionalizado estadounidense y entrenador del escocés Andy Murray, ganó dos veces el Open de Australia, tres en Roland Garros, tres el Open Usa y 5 el Masters arrancándose con los dedos, antes de sacar o restar, pelos de las cejas o las pestañas.

El norteamericano Andre Agassi, impuso a los recogepelotas la obligación de plantarse ante el, cuando estaba sentado y tirar de la bolsa de plástico cada vez que cambiaba de raqueta, costumbre que se ha extendido entre los jugadores de la ATP.

EL MAESTRO FEDERER Y EL FEROZ DJOKOVIC

El maestro Roger Federer, siempre tan elegante y natural, es un aislada excepción, si no contamos los ocasionales y rápidos giros de raqueta que hace el suizo cuando espera al resto o que se pase la bola entre las piernas cuando bota para sacar, costumbre que ha imitado el gigante norteamericano John Isner.

También tiene sus manías el serbio Novak Djokovic. El más visible de los tics del actual número 1 del mundo consiste en botar la bola 8, 9, 10 y hasta 20 veces antes de servir.

Aumenta el número de botes en función de la importancia del punto, lo que revela que utiliza el hábito para concentrarse.

Nole comienza botando la pelota con la raqueta, después la coge con la mano izquierda, se inclina hacia delante y prosigue la rutina, antes de lanzarla al aire, arquearse magistralmente y pegar un saque maravilloso.

La opinión coincidente de entrenadores, analistas deportivos, psicólogos y ex campeones, es que estos rituales son inevitables.

La posibilidad de distraerse entre puntos, con miles de personas alrededor, los ruidos de la grada, los espectadores usando sus teléfonos móviles, las pantallas gigantes enfocando a parejas besuconas o aficionadas macizas, es altísima.

Los tics y las manís sirven al jugador, como demuestra Rafa Nadal, para seguir con la mente focalizado en el juego y saber lo que hay que hacer. Punto a punto.

LA ROPA DE NADAL

Nadal utiliza una raqueta Babolat AeroPro Drive GT. Está patrocinado por Nike, utiliza muñequeras de doble ancho, un pañuelo con el anagrama correspondiente y calza zapatillas Nike Air Courtballistec.

LOS CINCO HÁBITOS DE NADAL ANTES DEL PARTIDO

  1. Un calentamiento de más de 30 min.
  2. Ducha de agua fría.
  3. Prefiere estar sólo en el vestuario escuchando música en su i-Pod.
  4. Salta a jugar llevando siempre seis raquetas.
  5. Emerge del pasillo detrás de su oponente, excepto si el oponente es Roger Federer.
  6. Sale a la pista con la raqueta en la mano.

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