En los años 1800...

La máquina de coser Singer: el invento que fue ‘un alivio para la mujer’

En Boston, por allá por 1850, un actor fracasado quería ganarse la lotería con un invento

Máquina de coser Singer.
La antigua maquina de coser Singer. PD

El progresismo también forma parte del capitalismo actual.

Hoy por hoy es común ver que las diferentes marcas promueven causas de la igualdad, lo hacen con símbolos en sus productos o en la publicidad de estos.

Es lo que hoy llaman «woke capitalism» (capitalismo despierto), en estos días Gillette se opone abiertamente a la masculinidad extrema, y Budweiser hace tazas decoradas para promover la diversidad.

En Boston, por allá por 1850, un actor fracasado quería ganarse la lotería con un invento.

Una máquina que para tallar madera, que no tuvo nada de éxito, pero que gracias al dueño del taller, donde exponían los inventos, pasó del fracaso a la oportunidad de su vida.

Era una máquina de coser, en aquel momento coser una camisa tardaba unas 14 horas, algo que afectaba a las costureras y las familias, esposas e hijas tardaban horas en hacer los arreglos de las prendas de vestir.

Aunque las costureras no cobraban mucho dinero, eran de las peores pagadas, el tiempo y el esfuerzo que dedicaban a su labor era todo lo contrario a la eficiencia.

La escritora contemporánea Sarah Hale, describe que aquello hacía de sus vidas «nada más que una aburrida ronda de trabajo eterno».

El inventor evaluó la máquina y en aquel momento comentó: «¿Quieres deshacerte de lo único que mantiene a las mujeres calladas?».

Ese actor fracasado reconvertido en inventor era Isaac Merritt Singer.

El hombre después de mirar el prototipo de maquina dijo:

«En lugar de que la lanzadera gire en círculos», le dijo al dueño del taller, «haría que se moviera de aquí para allá en línea recta, y en lugar de que la barra de agujas empujara una aguja curva horizontalmente, tendría un aguja recta moviéndose hacia arriba y hacia abajo».

El actor que luego pasó a ser lo que ahora algunos llamarían un emprendedor, patentó los ajustes e inició la venta de su versión de la máquina. Se trataba del primer diseño que funciono, era impresionante. “Podías hacer una camisa en solo una hora”.

Luego comenzó la denominada «guerra de las máquinas de coser», que ocurrió por 1850, algo como lo que en estos años ha ocurrido entre Apple y Samsung, los fabricantes solo veían rivalidad, su interés estaba más en hacerse demandas y contrademandas que en innovar y vender máquinas de coser.

Pero fue un abogado el que aportó la solución, destacó que cuatro personas tenían las patentes de los elementos necesarios para la máquina óptima, y les planteó que se asociaran y trabajaran juntos contra todos los demás.

Así fue como la máquina de coser despegó, y Singer llegó a dominarlo.

En 1860, el New York Times escribió un artículo que hoy sería polémico para muchos, en él afirmaban que antes no hubo un invento que generara «un alivio tan grande para nuestras madres e hijas», y que las costureras finalmente hallaron «una mejor remuneración con menos esfuerzo».

Pero para la época el periódico añadía una frase que hoy sería casi un delito, afirmar que el avance se debía al «genio inventivo del hombre».

No son pocos los que afirman que esto del «capitalismo despierto» es una artimaña empresarial para vender más.

Todo es para vender más maquinillas y más cervezas, al final las empresas tiene como principal prioridad el balance económico.

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