El Acento

Antonio Florido

LOS JARDINES DEL NIÑO MAGO

LOS JARDINES DEL NIÑO MAGO
El niño mago abrió sus ojos por primera vez y nunca más pudo cerrarlos. Una siempre cambiante y renovada infinidad de formas, colores, sonidos, sabores, sentimientos y pasiones, se ofreció a sus sentidos desatando en él una tormenta de curiosidad. No pudo dominarse, se entregó en cuerpo y alma al juego de admirar y cantar lo admirado.
El niño quiso ser ilusionista y poeta porque comprendió muy pronto que muy pocos conseguían ver y sentir el mundo como él. Algo había en el tiempoespacio que buscaba la sombra del misterio, y se revelaba sólo a unos pocos. Y algo desagradable había en algunas personas que le rodeaban: una especie de obsesión por dominar, poseer avariciosamente, esconder y, finalmente, aplastar la magia de ese misterio. Si él quería revelarlo debía rebelarse contra los carceleros de la verdad y la belleza. Podía amargarse y transformarse en “enfant terrible”, o ausentarse de la pequeñez humana para seguir satisfaciendo su curiosidad; eligió curiosidad y mirada de niño.
Eligió ilusionismo para abrir los ojos de los demás al mundo que él podía ver. Con la magia preparaba corazones para informar a la lógica que había más, mucho más… Organizaba juegos con otros niños, tenía el talento de encontrar otros niños; no en vano se dice que los niños son la mafia más unida del mundo, siempre se encuentran y vinculan entre sí. Se llamaban a jugar, y acudían desde todas partes del mundo adonde el mago embajador.
Él podía recibirlos y jugar con ellos, pero alguien adulto y frío debía organizarle el milagro de la logística; el juego era más importante. ¿Con qué se jugaba? Con música, palabras, imágenes, baile, afectos, historias, comida y vino… El juego era más entretenido cuando los niños provenían de lugares más desconocidos y sus culturas eran más bellas y profundas.
No había niños indeseables por ser de izquierda o derecha, ni por ser ateos o creyentes. Sólo había un jardín que florecía en invierno por la magia del corazón y la imaginación. Esa magia no es enajenación ni irrealidad; rigurosamente reconocemos en el corazón y la imaginación una semilla única de vida: el amor que intuye, proyecta y finalmente construye. La magia consigue adelantarse a la frialdad de la razón, porque está conectada a unos latidos de otro corazón muy grande escondido en la naturaleza. Quien consigue escuchar esos latidos se vuelve niño una vez más, capaz de admirar y aprender todo el día y a toda hora. “La vejez es negarse a seguir aprendiendo”, nos recordó el amado monje trapense Leo Grigori.
Sólo quien ama tiene curiosidad; sólo quien es libre se atreve a adentrarse en los senderos de su curiosidad; sólo quien se vuelve peregrino de esos senderos, y es capaz de jugar en esos jardines, aprende. Pasando las décadas, los niños juegan juegos más complejos… Quieren jugar a ser perfectos, y luego a modelar mundos según esa perfección; juegan a las izquierdas y derechas, a las santidades y los fariseísmos, y juegan a las revoluciones altaneras, arrogantes, odiosas e hipócritas. Todos juegan todos los juegos, y el que lo niegue es el más grande de los hipócritas.
Pero el niño mago no reniega ni de sus juegos pasados ni de las historias vergonzosas. No tiene tiempo para mirar atrás, ni para considerar que su cuerpo requiere cuidados cada vez más especiales y precisos. No puede detenerse, aún hay demasiado que ver, amigos que abrazar y lugares donde volar… Todos los días y a toda hora está inventando nuevos grupos de niños amigos que jugarán con las palabras y con todo lo que pillen.
¿Era creyente? Dios nos libre de negarlo o afirmarlo. Moralmente, debemos decir que el niño mago era extraordinariamente consciente de su pequeñez, de sus defectos, y de la grandeza del mundo que habitamos. Por momentos parecía vaciado de sí mismo y ausente en otro. No daría batallas perdidas. Solo, en esa soledad de la conciencia y el alma, se preparaba para algo grande.
Y algo grande ocurrió. La humanidad, en su adultez petulante y soberbia, creyó saberlo todo y decidió prescindir de amar admirando: intentó aplastar la autoestima de todos los niños magos. Éstos no dejaron de jugar, sólo eligieron jardines donde no pudieran ser molestados. Esa adultez petulante y soberbia se ha derrumbado estrepitosamente, y ese es el preciso instante en que el niño mago, ajado por la edad y el virus, brinca desde el tiempoespacio hacia el corazón del misterio de la vida. ¿Qué ha encontrado? Pues ahora comienza nuestro juego…
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Autor

Antonio Florido

Antonio Florido nació en Carmona (España), en 1965. Estudió Mecánica, Ingeniería Industrial y Ciencias Políticas. Aunque comenzó su oficio de escritor con la poesía, reconoce que se sintió tan abrumado por la densa humanidad de este género que tuvo que abandonarlo

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